En España teníamos un centenar de bancos y cajas de ahorro operando en el mercado. Primero se produjo la desaparición de la banca pública y después, tras la fuerte crisis económica del 2008, fueron desapareciendo las Cajas de Ahorros, y sólo quedaron 14 bancos. Se empezaron a acentuar los problemas de financiación para los particulares y las pequeñas empresa, al reducirse el volumen de créditos, además de endurecerse las condiciones de concesión. Paralelamente, los comportamientos comerciales de la banca, con los problemas de las preferentes, de las cláusulas suelo, de los productos comerciales de alto riesgo que vendieron las sucursales bancarias, terminaron provocando en el ciudadano, una gran desconfianza hacia las instituciones financieras.
El estrechamiento de los márgenes comerciales, los mayores requisitos de solvencia exigidos por el BCE, la competencia de las plataformas de internet y los riesgos derivados de la exposición al riesgo que alguno de los bancos tenía en la américa latina, empujaron a nuevas fusiones así como a la reducción drástica del número de sucursales bancarias.
Tanto analistas nacionales como internacionales venían anunciando nuevos procesos de fusiones bancarias, algo que, al día de hoy, ya es un hecho cierto. El número de bancos que operan en el mercado, se ha reducido a menos de diez, dándose la circunstancia además, que sólo los tres grandes bancos Santander, BBVA y Caixabank, superan con creces el 50% de cuota de mercado. Esta fuerte concentración, sobrepasa unos umbrales que en otros países podrían considerarse muy preocupantes. De hecho, los cinco grandes bancos españoles, en la actualidad, alcanzan una cuota de mercado del 58%, concentración que supera con creces el 39% que tienen los ingleses o el 32% de los cinco grandes bancos alemanes.
Es evidente que a los grandes bancos, más que el mercado español en sí, les interesa un mercado global y esto, sin duda, nos lleva al grave riesgo de los “bancos sistémicos” debido a su gran tamaño y a sus fuertes conexiones con el sistema financiero mundial. Y por lo que estamos viendo en estos días, el riesgo sistémico sigue creciendo, tras la archiconocida venta del Banco Popular por un euro y que terminó engullido por el Banco de Santander. Estamos pues ante una clara oligopolización del mercado, que genera un gran peligro de poner el negocio bancario en manos de unas pocas grandes entidades financieras. El mismo BBVA reconoce en un informe que “la consolidación de entidades grandes lleva a un menor grado de competencia entre estas entidades de mayor tamaño”. Lo cierto es que este riesgo sistémico, concentrado en unos pocos bancos, puede representar un problema potencial de muy difícil pronóstico. Y esto es así porque, como cualquiera se puede imaginar, cuando menor sea el número de competidores existentes en el mercado, más fácil tendrán para llegar a una colusión de intereses que, a quien va a perjudicar, es a los clientes que resultarán perjudicados por bajas retribuciones del capital, comisiones bancarias de todo tipo y por reducción de sucursales bancarias.
A estos problemas de falta de competencia y de colusión, habrá que añadir los derivados de la brecha digital, asociada a la dificultad que muchos clientes tendremos para adaptarnos a los instrumentos tecnológicos que ofrecen los servicios bancarios. Máxime cuando con toda probabilidad, el big data y las aplicaciones móviles, terminarán fabricando una banca de proximidad virtual, que va a atender tanto a ese jubilado que no conoce las nuevas tecnologías y que necesita acudir a una oficina bancaria, como a ese cliente más evolucionado que va a realizar todas sus operaciones tanto por internet como por teléfono.
A mí me preocupa muchísimo la alta concentración bancaria que tenemos, que está creando bancos sistémicos y me preocupa no sólo por los efectos negativos que tiene por la falta de competencia, sino porque como algunos políticos dijeron, esos bancos son demasiado grandes para caer. Yo les diría a esos políticos, que el gigante americano Lehman Brothers cayó estrepitosamente, al igual que en nuestro país cayó Bankia, que hubo de ser rescatada, costando un pastón a todos los ciudadanos españoles. Para complicar más las cosas, en estos últimos días se está hablando de Liberbank y de Unicaja que, tras la caída del Popular, están provocando la preocupación tanto de los inversores como de los clientes ya que, tras sus caídas reiteradas en bolsa están generando dudas sobre la salud de algunos de nuestros bancos.
En el 2008 se escuchaba “es demasiado grande para caer”. Y hoy, esos cinco grandes bancos, que eran demasiado grandes para fracasar, son aún más grandes. Como consecuencia, al concentrarse todo el negocio en unas pocas entidades, todo será más fácil, tanto para la colusión bancaria, como para que tanto el gobierno español como el Banco Central Europeo, tomen medidas fáciles de aplicar a unas pocas entidades. Creo que no es ciencia ficción si digo que, si se produjere otro colapso financiero, a la autoridad bancaria le resultaría facilísimo dirigir una orden a esos cinco grandes bancos para que, por ejemplo bloquearan todos o parte de los depósitos bancarios. Con muchas entidades operando, esto no sería tan fácil, ya que los clientes podrían moverse de una a otra, pero con unos pocos megabancos, unas pocas llamadas telefónicas serían suficientes para bloquear el sistema por completo. Creo que no es una historia de miedo sobre cosas que pueden suceder en el futuro. Esto ya ha sucedido en algún corralito financiero. Miedo me da la manifiesta oligopolización bancaria que se está creando.