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Guillermo Díaz Bermejo

A las pruebas me remito

CONSECUENCIAS DE UNA MALA EDUCACIÓN

Todos los días nos encontramos en los medios de comunicación, con noticias que nos informan del incremento de violaciones, abusos sexuales y maltrato, provocados por adolescentes, de maltrato a padres y abuelos por parte de chicos adolescentes, de altercados, lesiones graves e incluso asesinato, provocados por muchachos adolescentes. Y aunque con no menos gravedad, también solemos ver informaciones sobre comas etílicos en los botellones, juegos sexuales sin límite ni sentido, como es el caso del muelle o la ruleta. En definitiva, noticias que me llevan a pensar que vivimos un tiempo en el que, la actitud de bastantes adolescentes, es preocupante, por no decir grave, que se han perdido muchos de los valores que teníamos en generaciones anteriores y probablemente, esto se está produciendo como consecuencia de esa educación tan permisiva, que muchos llaman democrática o progresista y que, como estamos viendo, empieza a ser un total fracaso.

Los niños y los adolescentes, en gran medida son el reflejo de la sociedad que los educa. Y antes, los valores, los fundamentos de la convivencia y las normas básicas de la educación, se empezaban aplicando en el seno familiar, dejando a los profesores sólo la enseñanza digamos reglada. Ahora no ocurre así y las familias han delegado la educación de sus hijos en los profesores, qué a su vez, por mor de la nueva legislación educativa, han perdido su autoridad frente a los alumnos.

Antes, quizá porque los entornos familiares eran diferentes, en casa se imponían y se aplicaban unas normas de conducta ya desde que éramos niños. Al menos en lo que yo viví, en caso de conflicto, un buen azote, un pescozón, o una zapatilla voladora, eran la mejor terapia para frenar un conato de rebelión. Las cosas se ganaban con esfuerzo y los caprichos consentidos eran mínimos. Mis hijos recibieron las mismas terapias que antes se me habían aplicado a mí y que yo sepa, ahora que ellos mismos son padres, en modo alguno piensan que han sido maltratados. Cuando alguno de ellos me reclamaba la paga semanal yo le decía, vale, lávame el coche y una vez que lo tengas listo ya te la doy. O cuando otro llegaba a casa y contaba que el profe lo había castigado, mi mujer y yo le decíamos ¡algo habrás hecho! En cambio ahora, si un niño llega a casa dice que ha sido castigado, sus padres van raudos al colegio para echar la bronca al profesor.

Yo mismo he vivido de primera mano el episodio de una madre que pidió mi ayuda para redactar unas alegaciones contra una sanción que habían impuesto a su hijo de 14 años y que lo expulsaba del colegio durante ocho días. Ese buen niño, era el camorrista habitual en el patio del colegio, lo pillaron varias veces fumando porros y como gota que llenó el vaso, en una excursión colegial, con un martillo rompió una ventana del autobús. Frente a esta expulsión más que justificada, el argumento de la madre era que el chico era bueno y que el problema era de los profesores que no lo entendían.

Ahora, quizá porque los padres están más ocupados, o porque al trabajar fuera de casa, dejan a sus hijos al cuidado de una empleada del servicio doméstico, cuando están con sus hijos, para no contrariarlos, les dan todo lo que quieren y los llenan de caprichos. Cuando estos niños van creciendo, los padres tratan de comportarse como amigos y he ahí el problema. Los padres no tienen que ser los amigos de sus hijos. Los padres tienen que ser padres y ese azote puntual es una corrección moderada que hasta el Código Civil tiene regulado.

Son esos métodos de educación que consisten en dar a los hijos todos sus caprichos, llenándolos de juguetes, consolas y teléfonos móviles de última generación, los que están fabricando esos tiranos adolescentes que, como no se les entrenó a recibir un no o a conseguir las cosas con esfuerzo, crecen creyéndose con el derecho a pedir todo y con la obligación de los padres a dárselo. Es esto lo que está fabricando esa legión de tiranos adolescentes que terminan convirtiéndose en maltratadores de padres y abuelos, en maltratadores de sus parejas, en violadores y, en definitiva, en delincuentes.

Como yo igual estoy equivocado en mis apreciaciones, he leído un informe sobre el “estado crítico” de la educación, dado por el Defensor del Profesor en su informe anual. En ese informe se recoge que en la ESO (12 a 16 años) “existe una situación generalizada de falta de atención, desinterés, esfuerzo nulo, ausencia de claridad respecto a sus objetivos, tanto en sus estudios como en la vida. He visto también una investigación del departamento de Sociología de la Universidad de Salamanca que lleva el título muy ilustrativo de “juventud a la deriva” en el que se recoge que el 23% de los jóvenes españoles entre 14 y 18 años, admite haber cometido actos vandálicos, un 38% ha participado en peleas, un 30% conduce sin carnet, el 65% bebe alcohol habitualmente los fines de semana, un 28% que consume marihuana o hachís y un 4,4% que consume cocaína.

Creo que todo esto trae su origen en la mala educación de los adolescentes que han perdido la disciplina, la cultura del esfuerzo, el sacrificio y el trabajo bien hecho. Actualmente los adolescentes buscan los logros fáciles y cómodos, y si no apruebo ahora, ya aprobaré en otras convocatorias que no pasa nada. La filosofía que tienen hoy día es “quiero esto y lo quiero ahora”. Los buenos modales van desapareciendo, y de esos polvos tenemos estos lodos.

Además de esa mala educación en el seno familiar, nos encontramos con otras situaciones en su entorno que ayudan absolutamente nada. Tenemos algunos medios de comunicación con personajes públicos que se comportan de modo zafio y maleducado que no son el mejor ejemplo de juventud sana, pero que se terminan convirtiendo en un modelo de comportamiento de esa juventud. Tenemos unos adolescentes con unos teléfonos móviles de última generación que se mueven con total soltura en las redes sociales y que los propios padres no pueden controlar porque están obsoletos tecnológicamente. Pese a eso, los padres les compran esos móviles para no contrariarlos y sólo porque otros amigos los tienen y no acaban de entender que esas redes sociales son auténticas bombas de relojería y que es donde se inician los acosos sexuales, las provocaciones y los peligros de todo tipo. Les damos un arma que nosotros mismos no sabemos usar.

Yo no digo que todos los adolescentes sean así porque, por suerte, la gran mayoría se comportan de modo correcto, pero lo que no se puede olvidar es que se ha producido un gran salto y un fuerte crecimiento del número de tiranos adolescentes a los que sus padres permisivos, no los han sabido educar desde pequeños. Por ello, creo que es hora de que las autoridades educativas vuelvan a regular el sistema, propiciando la cultura del esfuerzo y la disciplina. Y también es hora de que los padres vuelvan a aplicar estos valores tradicionales que se han ido perdiendo día a día. Y si no lo hacen, los problemas seguirán creciendo y esto es una mala herencia para la sociedad del futuro.

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Sobre el autor

El blog de un jubilado activo dedicado al voluntariado social, permanentemente aprendiendo en materia del derecho de las nuevas tecnologías y crítico con la política y la injusticia social.


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