Finalizado el ejercicio 2017, en la asociación a la que pertenezco, SECOT (seniors españoles para la cooperación técnica), hemos realizado un análisis y una valoración de las personas interesadas en el emprendimiento, que han acudido a nuestras oficinas, en busca de apoyo para montar su propio negocio.
Acudieron a nosotros bastantes desempleados en busca de ayuda para salir del paro y buscar en el autoempleo una fórmula para ganarse la vida. No obstante, en este último año, probablemente a causa de la reactivación del mercado de trabajo, pese a que sólo solo se encuentren trabajos temporales o precarios, el número de personas que recurrieron a nuestros servicios de asesoramiento y consejo, para emprender una actividad, se redujo a más de la mitad.
También es cierto que a nosotros llegaron muchas personas que, con el señuelo de la tarifa plana para autónomos, implantada por el Gobierno en 2013 y que reducía ostensiblemente las cotizaciones a la seguridad social, veían en ello una oportunidad de emprender. Pero, el problema estaba en que tenían su idea de trabajar por cuenta propia, muy poco madurada, y sobre todo sin un buen plan de negocio, lo que evidentemente, los abocaba al fracaso. Fueron muchos los casos en que nuestro asesoramiento y diagnóstico final fue: “no te lances a la aventura, que tu negocio no va a ser viable”. Por el contrario, han sido muy pocos los casos en los que nuestra opinión fue: “adelante, tu idea de negocio es viable”. Evidentemente nuestros equipos de seniors se volcaron y tutelaron a estas personas hasta poner en marcha su negocio.
La realidad es que en España aún hay muy poco emprendimiento. En este momento, tras Bulgaria, somos el penúltimo país de la UE en número de emprendedores. Según datos de la OCDE, sólo un 2,6% de las personas entre 18 y 65 años deciden crear una empresa o un negocio propio. También estamos alejadísimos de Estados Unidos donde sí hay verdadera cultura emprendedora. Las causas de este bajo nivel de emprendimiento seguro que son varias, pero probablemente las más importantes son de tipo cultural o educativo.
En el transcurso del pasado ejercicio 2017, hemos hablado mucho con la Universidad, con los Centros de Formación Profesional y con algunas organizaciones que pretenden impulsar el emprendimiento. La impresión con la que nos quedamos no es muy halagüeña. Se da la circunstancia además que lo que hemos podido confirmar, son los datos de un estudio realizado por Educa2020 y la Fundación Axa, a través de una encuesta ¿y después de la Universidad qué? Sólo uno de cada diez estudiantes afirma que quiere montar su propio negocio. Parecido dato, lo constatamos personalmente en SECOT con ocasión de la impartición de algunas píldoras formativas que hemos hecho en algunos Centros de FP, donde en aulas con 25 o 30 alumnos, a la pregunta de cuántos de ellos pensaban montar su negocio, sólo dos o tres levantaban la mano. La idea más extendida entre los estudiantes es trabajar en la función pública o en una gran multinacional. Parece que la preferencia de la mayor parte de los estudiantes es alcanzar esa hipotética seguridad laboral que proporciona ser funcionario o ser empleado de una gran empresa.
La cuestión a nuestro juicio es muy clara, si queremos que haya más jóvenes emprendedores, que a la larga son los que van a generar nuevos empleos (las pequeñas Pymes son las que más empleo generan), es preciso ir cambiando esta mentalidad para que tanto desde la Administración, como desde la enseñanza universitaria y de FP, se empiece a dar valor a la actividad emprendedora. Cambiando esa mentalidad en las aulas, poco a poco y haciendo que la Administración vaya reduciendo ese complejo marco jurídico, lleno de normas mercantiles, laborales, fiscales y lleno también de una enorme y dispersa normativa, con leyes, reglamentos autonómicos u ordenanzas locales, se podrá ir abriendo el camino para que las personas emprendan negocios, sin necesidad de gastarse ingentes cantidades de dinero en asesoramientos de todo tipo, necesarios para iniciar la actividad.
Las Administraciones tanto centrales como autonómicas o locales, asimismo, tienen que dar un gran giro y empezar de verdad a mejorar las actuales políticas de apoyo al emprendimiento. No valen parches por aquí y por allá. Se necesitan políticas claras y concretas. Paralelamente a esto, como el emprendedor suele encontrarse siempre con grandes dificultades de financiación, se necesita de modo urgente que se impulsen nuevos calales de financiación, tanto bancarios como no bancarios, incluso con la concesión de ayudas a esta financiación.
Los seniors de Secot, organización sin ánimo de lucro y declarada de utilidad pública, somos directivos de empresa, profesionales y empresarios, qué al llegar a nuestra jubilación o prejubilación, decidimos dedicarnos de modo altruista a ayudar y asesorar a esos emprendedores. Somos voluntarios y no cobramos por nuestros servicios de asesoramiento. No entendemos por tanto qué desde las Administraciones, qué si tienen medios, no nos ayuden a impulsar y patrocinar la prestación de estos servicios que prestamos de modo altruista, promoviendo y desarrollando necesarios acuerdos de colaboración. ¿acaso es que la Administración no valora unos servicios que se prestan de modo altruista y desinteresado?
La Administración gasta ingentes cantidades de euros procedentes de las arcas públicas, para reinsertar a personas en el mercado laboral, pero, en sentido contrario, se ha olvidado de ayudar a esas personas autónomas que desean iniciar un negocio o una actividad profesional. Es hora de que empiece a poner el foco en estas personas emprendedoras, que, en definitiva, son las que van a crear puestos de trabajo. No es admisible ni aceptable que el número de trabajadores autónomos, se haya reducido en el pasado ejercicio.
Ojalá algún dirigente político lea este artículo, valore lo que hacemos en organizaciones como Secot, donde existe un caudal de conocimientos y experiencia empresarial y promueva que se suscriban acuerdos de colaboración para fomentar el emprendimiento, algo que gustosamente hacemos de modo altruista porque, ayudando a emprendedores nos ayudamos a nosotros mismos que, aunque jubilados, no estamos dispuestos a envejecer mentalmente.