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Guillermo Díaz Bermejo

A las pruebas me remito

COOFICIALIDAD DEL BABLE

Pese a que el 23 de Noviembre pasado, el Pleno del Parlamento asturiano, con el voto en contra de PSOE, PP, CS y Foro, rechazó una iniciativa de Podemos e IU, para promover la reforma del Estatuto de Autonomía, de modo que en el se recogiera la cooficialidad del bable, haciendolo obligatorio, en su investidura, el nuevo Presidente Adrian Barbón, volvió a la carga e hizo un guiño a la cooficialidad de la llingua, manifestándose en el sentido de que “nun la podemos dexar morrer”.  En el Estatuto, se recoge que el bable gozará de protección, se promoverá su uso, su difusión en los medios de comunicación y su enseñanza, respetando, en todo caso, las variantes locales y “voluntariedad en su aprendizaje”.

A mi me parece muy bien que se proteja algo que forma parte del acervo cultural de muchos de los asturianos, como es mi caso, que nací en la cuenca minera y por eso, cuando era niño absorbía todo como una esponja y hablaba n’asturianu al igual que lo hablaban “tos los guajes que dibamos a la escuela”. Seguí creciendo, pasé por el instituto y en las clases de lengua, me fui impregnando de la lengua castellana. Pasé por la Universidad y en su seno, como dicen  ahora los doctos o los políticos de turno, la lengua vehicular era el castellano. Eso sí, como vivía en Oviedo, en términos coloquiales empecé a utilizar otru asturianu que nun tenía na que ver con el de les cuenques. También, como pasaba mis veranos en Tapia de Casariego, empecé a chapurrear ese otro asturiano que constituye la fala del occidente.

Seguí evolucionando en la vida profesional y en ese ámbito, la lengua  habitual era el castellano, pero es que además, los que nos movíamos en el mundo empresarial, empezamos a notar que nos faltaba algo muy importante y es que, sabíamos hablar algo de francés porque lo habíamos estudiado en el instituto, pero casi ninguno hablábamos inglés que era la lengua que en algún modo se estaba transformando en la oficial en el mundo de los negocios. Era nuestra asignatura pendiente, hablar inglés para salir al mundo, sea por negocios, sea por puro turismo, para poder  comunicarnos con fluidez.

Por información que he visto, parece que en Asturias hablamos o chapurreamos el bable de modo habitual, unas 150.000 personas que es aproximadamente el 15% de la población. Se trata por tanto de un uso bastante minoritario y que además se ha ido degradando poco a poco, hasta llegar a castellanizarse. Pero es que, además, son poquísimos los asturianos que escribimos correctamente en bable, llevando a que el porcentaje de los que lo escriben, no supere el escasísimo 5%.

En este estado de cosas y dentro de ese mundo global o esa aldea global que ya no tiene fronteras, la pregunta que me hago es: ¿Necesitamos que nos obliguen a “falar n`bable porque esta va a ser la lengua cooficial en Asturias? Y en supuesto de que se impusiera la cooficialidad ¿qué bable se estudiaría? ¿El de les cuenques, el de la zona oriental, la fala del occidente? O se pondrían a trabajar los estudiosos de la Academia de la Llingua para fabricar un bable común, eliminando los bables auténticos, que son los que se hablan en las diferentes zonas de Asturias, al igual que los vascos hicieron con el euskera batua.

En Asturias, aunque en algún pueblo nos hablen el bable, nos entendemos todos y nos comunicamos perfectamente y por tanto no sé qué sentido tiene que se pretenda volver a poner barreras en la comunicación y con ello hacernos diferentes a otros. A mi juicio, hoy, en el sistema educativo, más que imponer el bable como oficial, haciéndolo obligatorio como pretenden algunos políticos, no sé si con el objetivo inconfesable de intentar meternos en nuestro corralito asturiano y cerrarnos al mundo, con la excusa de que somos distintos porque hablamos una lengua diferente, lo que habría que hacer es seguir potenciando el uso del inglés o por qué no, del chino mandarín, porque mañana, nuestros hijos, gústenos o no, van a tener que utilizarlo en su vida profesional y va a ser casi su segunda lengua. Por tanto, si ponemos nuestra vista en el mundo global, qué sentido tiene que se nos pretenda imponer el bable como obligatorio en las escuelas.

Nuestros hijos y nuestros nietos, en vez de esforzarse o gastar energías y tiempo en estudiar bable, algo que más adelante les quitaría oportunidades en el mundo laboral, en lo que deberían de concentrarse es en hablar, además del castellano, correctamente el inglés, el francés o el chino mandarín. El dominio del inglés y de otras lenguas va a  resultarles de gran utilidad y les otorgará unas competencias diferenciadas que representarán una ventaja para moverse en este mundo global.

Pero es que, además, siendo como es una lengua minoritaria y cada vez más en desuso, qué sentido tiene que algunos políticos estén dispuestos a tirar de nuestros impuestos para incrementar el gasto público de modo desmedido, ya que, como a nadie se le escapará, se necesitará contratar a muchos profesores, que no sé si los hay y probablemente habrá que formarlos, se necesitarán traductores, se necesitará enseñar a todos los funcionarios que atienden al público en las ventanillas, que hablen en bable. Se necesitará rotular todo en ambas lenguas. Y todo eso, sin duda alguna nos va a costar un pastón.

Pero, hay otro problema añadido y lo sé porque esto ha ocurrido en el País Vasco y en Cataluña. Ese problema es que muchos servicios públicos sufrirán un serio deterioro, ya que si  al opositar para obtener una plaza pública, hablar en bable es un mérito, igual lo que conseguimos es que esas plazas públicas sean ocupadas por profesionales, digamos de nivel medio, cuando en otro caso, igual esas plazas serían alcanzadas por otros profesionales que aunque no hablen bable, tienen un mayor nivel de cualificación. Con esta barrera de la exigencia del bable como mérito, igual tendríamos que renunciar a tener los mejores médicos de España, porque la plaza pasaría a ser ocupada por otros médicos de inferior curriculum, pero que, como mérito, hablan asturiano. Esto, por ejemplo, ha ocurrido y ocurre en la sanidad vasca.

Y si esto no fuere poco, cuando en Asturias, para mejorar nuestra deteriorada economía, lo que necesitamos es abrirnos al mundo y que a nosotros lleguen empresas nacionales y multinacionales, directivos y profesionales de nivel, si nos empeñamos en volver a aislarnos tras el puerto de Pajares, qué estímulos tendrían esos directivos y esos empresarios para instalarse en Asturias, si saben que a sus hijos se les va a obligar a que estudien bable. Por qué nos empeñamos en levantar barreras lingüísticas, que, sin duda terminarán derivando también en barreras sociales. Queremos hacernos nacionalistas para que haya asturianos que como hablan bable son de la clase A y por ello optan a los mejores puestos de la Administración y otros, como no hablan bable, van a pasar a la clase B porque quedarán excluidos en muchas ocasiones. Los políticos que pretenden imponer la cooficialidad, no han entendido aun lo que ocurre en otras regiones, por ejemplo Cataluña. ¿Vamos a empezar a utilizar esos términos despectivos que se usan en esas regiones nacionalistas, llamando maquetos o charnegos?

Nosotros, los asturianos, hablemos o no bable, somos gente abierta y acogedora y lo que queremos es integrar, no separar. Un proyecto de cooficialidad podría abocarnos a lo que ocurre con los anticapitalistas de la CUP, o los proeterras de Bildu, o los secesionistas catalanes. Los asturianos presumimos de ser la cuna de España y por eso queremos integrar. No separar.  Por todo ello, aunque algunos políticos se empeñen, si los asturianos nos apetece hablar de modo coloquial n´asturianu, lo haremos, porque esta es una manera de hablar de alguna gente, pero otra cosa muy distinta es saber bable, que implica además de hablar, escribirlo, y esto son muy pocos los asturianos que lo dominan. La realidad de la calle es que no parece que los asturianos estemos dispuestos a aceptar que se nos imponga el uso forzado del bable.

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Sobre el autor

El blog de un jubilado activo dedicado al voluntariado social, permanentemente aprendiendo en materia del derecho de las nuevas tecnologías y crítico con la política y la injusticia social.


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