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Guillermo Díaz Bermejo

A las pruebas me remito

ADICTOS A LAS PANTALLAS

En los tiempos que vivimos, sólo basta observar un poco a nuestro alrededor y podremos ver como, por ejemplo, en un restaurante, una familia o un grupo de amigos están comiendo con el móvil sobre la mesa, cuando no contestando WhatsApp o viendo fotos que les han pasado. Se reduce exageradamente la comunicación verbal y las personas invierten mas tiempo en mirar a sus pantallas que en mirarse a los ojos y hablar entre ellos. Si nos movemos en las redes sociales, podremos ver también a algunas personas que tenemos agregadas como amigos y que diariamente, de modo compulsivo, cuelgan en sus muros más de 50 enlaces de noticias llenas de sensacionalismo o de cosas absolutamente triviales que, además, también comparten obsesivamente con sus contactos de WhatsApp. Da la sensación viendo esto, que su vida sólo se mueve en un mundo virtual, que contemplan sentados en un sillón, sin ver mas allá de lo que está en la pantalla de su móvil o de su Tablet.

Observando estas actitudes, creo que nuestra sociedad está siendo invadida por la obsesión de comunicarse al instante, a través de los teléfonos móviles, obsesión que nos lleva a prestar mas atención a una pantalla, que al interlocutor que tenemos delante. La interrogante que se abre es: ¿estamos ante escenas de mala educación, o, por el contrario, son nuevos hábitos?  Resulta difícil saber si estas nuevas costumbres se están transformando en nuevos hábitos, o si, por el contrario, son unas costumbres pasajeras.

En mi modesta opinión, ya que no soy psiquiatra o psicólogo, tal y como se están desarrollando esas nuevas costumbres y esa exagerada dependencia, lo que puede estar surgiendo es una clara señal de alarma sobre el peligro que provoca ese uso obsesivo de las nuevas tecnologías y por ello, lo que deberíamos de hacer, es reducir el tiempo que dedicamos a las pantallas y empezar a volver a ¡vivir! como hacíamos antes.

Es cierto que las nuevas tecnologías, aumentan enormemente nuestras capacidades de interconectividad y de comunicación inmediata, pero también es cierto que, de modo paralelo, están alienando nuestras mentes. Esto lo saben perfectamente esas grandes multinacionales que nos venden los enormes beneficios de las nuevas tecnologías, pero que nos están ocultando y enmascarado dolosamente, los graves inconvenientes y los problemas que pueden generar y de hecho ya están generando a muchas personas.

Hay muchos estudios que nos dicen que, por ejemplo, cuanta más televisión ve un niño, mas pobre será su vocabulario y más riesgo de que sea obeso y tenga dificultades para completar sus estudios. Otros trabajos demuestran que los jóvenes pasan más tiempo delante de pantallas (televisión, consolas, ordenadores, móviles…) que en la escuela y esto provoca que en lo que se estén formando es en el consumo, en sexo o la violencia. En definitiva, valores realmente problemáticos y peligrosos.

Las pantallas están haciendo dependientes a muchas personas y no podemos ignorar que nos están siendo impuestas mediante estrategias de márketing muy agresivas que alimentan ese dedeo de “yo también lo necesito” y la sumisión al “no puedo vivir sin él”. Las pantallas han entrado en nuestras vidas y muchas personas mantienen con ellas una relación verdaderamente adictiva.  Es cierto que estos artilugios facilitan muchísimo nuestras vidas, pero no es menos cierto que nos pueden estar generando nuevos problemas que aun, hoy en día, no podemos entender.

Queremos digerir todo lo que entra por nuestras pantallas que, claramente, están sobrealimentadas de informaciones de todo tipo. Queremos engullirlo todo por miedo a perdernos algo y esto hace que esa pertinaz obsesión por digerir todo, nos lleve a distracciones que, como ya es frecuente, provocan accidentes de tráfico mientras se conduce, o atropellos a peatones que, ensimismados con su aparato en la mano, cruzan las calles sin atender a los semáforos ni a los propios peatones que van por la acera. Dejamos a un lado la siempre enriquecedora vida social para entrar de lleno en otra vida virtual y alienante.

Primero los ordenadores y después internet y los teléfonos inteligentes, han entrado a toda prisa en nuestras vidas y han entrado como consecuencia de poderosos intereses comerciales que nos quieren hacer creer que gracias a las pantallas tendremos una vida mejor. La única realidad hoy, es que los grandes intereses económicos, que generan grandes beneficios a muchas multinacionales, son los que están provocando en nosotros, esa preocupante adicción.

Está claro que las nuevas tecnologías, son una estupenda herramienta y que nos facilita mucho la vida, pero también es cierto que el riesgo de la dependencia existe y por eso cada vez queremos dedicarle más y más tiempo. Por ello, es verdad que sí generan comodidades, pero también peligrosos riesgos. Las pantallas sólo serán una ventaja si conseguimos dominarlas y excluirlas en muchos momentos de nuestra vida.

He leído que en Silicon Valley se han implantado numerosas escuelas que utilizan la pedagogía tradicional de la pizarra negra, el papel y el lápiz. ¡Es curioso que los grandes directivos de Facebook, Google o Yahoo, estén llevando sus hijos a esas escuelas tradicionales y esto lo hacen porque saben perfectamente que las pantallas no son indispensables para sus hijos! No cabe mayor cinismo cuando incitan al mundo entero a consumir los productos que ellos venden, pero protegen de los mismos a sus propios hijos.

A mi juicio, no se trata de retroceder en el tiempo, ya que las tecnologías están ahí y nos ayudan en muchas cosas. De lo que se trata es de hagamos un uso razonable de ellas para no caer en la adicción. Quizá llega el momento de salir sin móvil de casa, o no contestar a correos y mensajes durante las vacaciones. Se trata en definitiva de desconectar el mundo virtual para volver a disfrutar del mundo real.

Las pantallas son como los alimentos delicatesen. Comer mucho de estos alimentos, aunque sean un manjar y un placer gastronómico, puede ser muy malo para nuestra salud. Quizá es el momento de eliminar esa mala costumbre de que lo primero que hagamos al levantarnos, sea consultar el móvil o encender el ordenador. Creo que, en la situación actual, lo mejor será mantener la cabeza fría, reducir el tiempo que dediquemos a la pantalla y empezar a ¡vivir! otra vez esos placeres que nos da la vida como son los de sentarnos y ver un paisaje sin prisa, con calma, sin que nadie nos espere.

Apaguemos el móvil mientras comemos, llamemos a nuestros hijos para saber como están a partir de las 9 de la noche. En definitiva, desintoxiquémonos. Ya contestaré a los mensajes, hay tiempo, pero ahora voy a contemplar lo que ven mis ojos, y voy a reencontrarme conmigo mismo ¿será tan difícil? Sé que para muchos si, pero yo animo a esas personas a que lo hagan así.

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Sobre el autor

El blog de un jubilado activo dedicado al voluntariado social, permanentemente aprendiendo en materia del derecho de las nuevas tecnologías y crítico con la política y la injusticia social.


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