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Guillermo Díaz Bermejo

A las pruebas me remito

BUEN HUMOR

En mi vida profesional, he podido comprobar los efectos del buen humor, que es una estupenda herramienta, tanto en el arte de la persuasión, como el de la negociación y la resolución de conflictos. Siempre recordaré al inefable letrado y exalcalde de Oviedo, Luis Riera, que, con una gran habilidad, ante situaciones tensas o conflictivas, con su especial gracejo, antes de la vista de un juicio oral, contaba un chiste o una anécdota simpática, provocaba la hilaridad y la sonrisa de todos, allanando así el camino para alcanzar su objetivo o para llegar a un acuerdo determinado.

Está claro que el buen humor invita a las personas a sonreír y esto construye puentes y rompe las barreras que nos pueden mantener divididos o enfrentados. Predispone a los interlocutores y a nosotros mismos, para llegar a intereses comunes, creando ambientes positivos que facilitan mucho la comunicación. Esa sonrisa que provoca el buen humor, facilita enormemente el diálogo, al producir una descarga de las tensiones que podemos llevar dentro, reduce la resistencia y la terquedad que a veces mostramos cuando nos comunicamos con otros. En definitiva, el buen humor provoca persuasión.

En sentido contrario, el mal humor, sin que nos demos cuenta, nos predispone negativamente y, además, también predispone a nuestros interlocutores a que se contagien de ese mal humor. Esa situación malhumorada es la que rápidamente crea resentimientos, hiere sensibilidades, enturbia el ambiente de las relaciones interpersonales, crea barreras de diálogo y finalmente obstaculiza cualquier tipo de negociación o de pacto.

No obstante, esto, hay que reconocer que todo lo que para nosotros puede ser gracioso, igual no es tan divertido para otros. Si yo no soy una persona con gracejo y me pongo a contar un chiste, por bueno que este sea, en vez de provocar una sonrisa en mis interlocutores, lo que provoco es indiferencia o ese comentario negativo hacia nosotros. Por el contrario, si yo soy una persona divertida, aunque ese chiste sea malo, probablemente podré provocar la sonrisa de mis interlocutores e incluso la de personas próximas que al oír reír pregunten: ¿qué es tan gracioso? Y acto seguido habrá a nuestro alrededor muchas personas son la sonrisa en la boca.

En esta tesitura la cuestión es: ¿cómo voy a usar mi ingenio para provocar buen humor en mis interlocutores? ¿cómo voy a usar el humor en mis comunicaciones verbales para provocar situaciones positivas, favorables para el diálogo y la negociación, estableciendo puentes y creando climas favorables? ¿cómo persuadimos con buen humor?

El sentido del buen humor no necesariamente tiene que ser verbal, desde el momento en que hay personas que, sin ni tan siquiera decir una palabra, con su comunicación no verbal, ya son capaces de hacer sonreír a la gente. Hablo de esas personas divertidas que, solo con su presencia, ya invitan a crear climas favorables al diálogo y la buena comunicación.

Si no poseemos esa virtud del buen humor, probablemente no alcanzaremos ese clima favorable y provocaremos situaciones de crispación oral, o en su caso, diálogos planos o fríos. Es cierto que hay palabras o frases intrínsecamente divertidas, pero seguramente, mas que las palabras, puede resultar divertida una expresión facial, un tono de voz juguetón o un gesto o movimiento físico exagerado. Es evidente que puedo utilizar palabras o frases para crear imágenes divertidas, pero si no van acompañadas de ese gesto y expresión no verbal divertidas, puede que sirvan de poco. Sólo basta en ver esos dibujos animados que tanto gustan a los niños, donde las expresiones y gestos exagerados son los que provocan la sonrisa. Hasta una simple caída que provoca un gesto doloroso, puede hacer reír.

Hasta el dolor puede resultar gracioso en ciertos ámbitos y momentos. ¿acaso no nos hemos reído alguna vez al ver a otra persona caerse, por ejemplo, en un charco? Otras escenas ridículas también pueden resultar muy divertidas. Burlarse de las cosas puede provocar hilaridad. De hecho, ridiculizarse a sí mismo, puede ser una buena apuesta para crear ambientes favorables. Por ejemplo, esta escena que he oído, desarrollada en una consulta psiquiátrica: ¡doctor, mi mujer está loca! Es curioso, ella dice lo mismo de usted. ¡bueno eso demuestra lo loca que está!

El sarcasmo también puede ser divertido, pero siempre que se utilice de modo adecuado. Será divertido si lo uso centrándome en mi propia persona, pero no utilizándolo sobre otros. Es muy importante ser muy sutil para no herir la sensibilidad de otras personas,

En resumen, comentado todo lo anterior, creo que todo el mundo estará de acuerdo conmigo, que el buen humor allana mucho el camino, para mantener relaciones interpersonales positivas, para mantener negociaciones con otras personas, en un clima favorable que provoque el acercamiento, para aunar voluntades y para ser usado como una herramienta de persuasión. De hecho, en algunas escuelas de negocios, y en algunas empresas, ya se imparten píldoras formativas, para mejorar el arte de la persuasión de sus directivos, y en ellas, el elemento esencial, es instruir para manejar bien esas técnicas que ayudan a utilizar el buen humor y la jocosidad, como una gran herramienta para favorecer la necesaria motivación de las personas para, en ámbito positivo, poder llegar a acuerdos favorables para todos.

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Sobre el autor

El blog de un jubilado activo dedicado al voluntariado social, permanentemente aprendiendo en materia del derecho de las nuevas tecnologías y crítico con la política y la injusticia social.


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