>

Blogs

Guillermo Díaz Bermejo

A las pruebas me remito

LA TIENDA DEL BARRIO

Hace bastante tiempo, escribí un artículo, en el que me refería a la buena costumbre de hacer las compras domésticas, en las pequeñas tiendas que tenemos al lado de nuestras casas, donde conseguimos casi todo lo que necesitamos para nuestra intendencia diaria, al tiempo que ayudábamos a esos autónomos que tenemos al lado de nuestra residencia. Recibimos un trato personalizado y hasta son nuestros amigos.

Estos días, a consecuencia de la emergencia nacional que ha provocado el coronavirus, de modo forzoso, hemos dejado de acudir a las grandes superficies, donde dábamos beneficios a empresas multinacionales, de las que no sabemos ni quienes son los dueños, ni donde están. Ahora, obligados por las circunstancias, recurrimos, no por hábito, sino como primer auxilio, a esa tienda que tenemos a la vuelta de la esquina y que, en estos momentos tan difíciles, se están esforzando por reponer a toda prisa todos los productos, para dar el mejor servicio posible a toda persona que entra en la tienda, sea o no sea cliente habitual.

En mi caso, no he cambiado de hábito y como hacía antes, ahora, para las compras habituales de carne, charcutería, vino, productos de limpieza o higiene, me bajo a Riodi, donde te atienden con gran esmero, pulcritud y servicio. Dado que ya conocen mis gustos y preferencias, hasta me aconsejan sobre determinados productos que les acaban de llegar y que me pueden interesar. Además, aunque sean pocos los productos que te llevas, si se trata de personas mayores, te facilitan la labor subiéndote a casa las bolsas de la compra.

Si lo que necesitas es pescado, pues nada, te vas un poco más allá a ver a la joyera (digo joyera porque en vez de pescado, lo que vende son joyas pisciformes) y le compras esa merluza que te encargó tu mujer, bueno, o terminas desobedeciendo a tu mujer y sales de allí con ese pez que te miró mal en el expositor y viendo la mirada cómplice de María le dijiste, pónmelo. Además, para que no esperes, le dejas el encargo, te va limpiando o cortando el pez, te vas a hacer tus otras compras y a la vuelta a casa, ya recoges la bolsa y te la llevas.

Y para todo lo demás, te vas al Trampolín. Quiero comentar especialmente y quizá con mucho énfasis, lo que pasa en esta tiendina que yo suelo llamar “la casa de socorro”, porque probablemente, aunque sus dueños ni tan siquiera sean conscientes de ello, están practicando un márketing comercial digno de ser estudiado en las escuelas de negocios. El Trampolín era una tiendina pequeñita, situada al lado de un cine, que vendía chuches. De pronto el cine cerró y esto obligó a que los dueños de modo urgente a dar un giro radical a su negocio y llegaron a lo que hoy es.

 

Sus dueños Chelo y Jovino, son unas personas buenas donde las haya, muy trabajadoras y muy singulares. Frecuentemente, cuando están atendiendo a los clientes, riñen entre ellos y consiguen que nosotros los clientes entremos en el conflicto y mediemos en favor de Chelo si la cliente es una mujer, o a favor de Jovino si el cliente es un hombre. (se hacen notar. Gran regla del márketing). Cuando paso por delante paseando a mi perra, hago un gesto y digo: “Una especial de la casa” y cuando vuelvo del paseo entro y ya tengo una chapata preparada con el grado de cocción que a mí me gusta. Si quiero un periódico o una revista, allí la tengo. Si las tiendas ya están cerradas y necesito una botella de leche, de aceite o unos ajos, allí los tengo. Si quiero unos huevos de aldea, allí me los consiguen. Si quiero unas patatas de buena calidad, ellos me las proporcionan. Si quiero fruta, allí tengo la mejor. Un bizcocho, un croissant para desayunar, allí hay. Desde las 8 de la mañana hasta casi las 11 de la noche, allí están al pie del cañón.

 

En resumen, aunque los productos puedan ser algo más caros, porque en esas tiendas de barrio no te vas a encontrar con las ofertas de las grandes superficies, al menos a mí me interesa pagar ese sobreprecio, por la comodidad y la calidad del servicio que recibo en ellas. Y, además, de paso, contribuyo a que esas personas autónomas que trabajan mucho y muy duro, puedan ganarse la vida, porque, además, en definitiva, estos negocios son las que contribuyen a sustentar nuestra economía. Confío en que, tras esta triste experiencia que ahora estamos viviendo y que nos obliga a recurrir al auxilio de la tienda del barrio, hagamos de esto un hábito que siga perdurando, una vez que la crisis del coronavirus llegue a su fin. Creo que la tienda del barrio se lo merece, hoy más que nunca.

Temas

Blog de Guillermo Díaz Bermejo

Sobre el autor

El blog de un jubilado activo dedicado al voluntariado social, permanentemente aprendiendo en materia del derecho de las nuevas tecnologías y crítico con la política y la injusticia social.


marzo 2020
MTWTFSS
      1
2345678
9101112131415
16171819202122
23242526272829
3031