En estos tiempos tan convulsos, generados por la grave crisis derivada del estado de alarma decretado a causa del covid-19, quiero dedicar este artículo, de modo especial, a esos emprendedores y pequeños empresarios, a los que en Secot vinimos asesorando estos últimos años, que tienen sus negocios en marcha y que ahora, con toda seguridad, estarán sufriendo el gran varapalo del parón económico.

Ser emprendedor o pequeño empresario, no es nada fácil y no lo puede ser cualquiera. Se necesita de una madera especial para poder soportar sobre las espaldas, las grandes dificultades que se van a encontrar a lo largo del camino del emprendimiento y que ahora se han multiplicado enormemente, por el duro escenario en el que estamos viviendo.

Para empezar, cuando el emprendedor llega tarde a casa, su familia seguro que le dirá que trabaja mucho, que está muy poco tiempo en familia, que los hijos lo ven poco, que no puede seguir así y que tiene que parar. Su salud probablemente le estará pasando factura, ya que además de dormir poco, probablemente estará haciendo comidas desordenadas y además de ello, estará dedicando poco o ningún tiempo a hacer algo de ejercicio.

Sus empleados, aun cuando puntualmente están cobrando los salarios establecidos, probablemente estarán pensando que están siendo explotados y no entenderán que, si ellos están cobrando su sueldo puntualmente, es porque el emprendedor o la pequeña empresa, están obteniendo beneficios. Tampoco entenderán que, en algún modo, con el sueldo que perciben, ellos están siendo beneficiarios de ese beneficio, valga la redundancia. Lo que el trabajador seguro que no va a asumir, son los riesgos empresariales que está soportando el empleador.

Sus acreedores le estarán exigiendo que se les pague puntualmente y al igual que sus trabajadores, probablemente está pasando por sus cabezas, que está ganando mucho dinero y consiguiendo muchos beneficios, a su costa. La gente que lo conoce, al ver que las cosas le van bien, van a decir que ha tenido suerte y algunas seguro que sentirán envidia por los éxitos que está alcanzando. Otros dirán que se lo están regalando o que incluso gana dinero porque está defraudando a hacienda. Cuando las cosas no le están saliendo bien al emprendedor o cuando está fracasando, le dirán que es tonto o hablarán de cómo debiera de haber hecho las cosas, aunque ellos no tengan ni idea de cómo funciona el negocio.

Si el pequeño empresario consigue beneficios, o, lo que, es más, éxito, seguro que, aunque muchos sean falsos o se muevan sólo por el interés, va a tener muchos amigos. Por el contrario, si las cosas no van bien y está perdiendo dinero, ninguno de esos amigos le va a preguntar si necesita ayuda, si necesita algún préstamo para sostenerse, o si necesita de alguna ayuda para poder relanzar el negocio. En general, cuando las cosas te están yendo mal, los familiares, los clientes, los proveedores, los empleados y hasta sus propias mujeres, le echarán las culpas, lo criticarán y le exigirán resultados.

El emprendedor siente pasión por su proyecto, tiene fe y lucha duramente por alcanzar su objetivo, pero nadie lo valorará. Cuando lo alcanza, no sólo está mejorando su modus vivendi, sino que, además mejora la vida de todos los involucrados en su negocio. Mientras unos se preocupan de llegar comida a su mesa, el emprendedor, además de a la suya, también la lleva a la mesa de otros.

Ser emprendedor o pequeño empresario es algo que admiro. Desde el que está en un taller, en una tienda, en un almacén, hasta los grandes emprendedores que han triunfado, yo los felicito, los admiro, los respaldo y los aplaudo. Sólo el que lleva un saco en sus espaldas, sabe lo que pesa.