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Guillermo Díaz Bermejo

A las pruebas me remito

INEPTOCRACIA

Estamos viviendo unos momentos durísimos, en los que el coronavirus ataca con aun mayor fuerza que al inicio de la pandemia en marzo, con unos indicadores tan alarmantes, que nos pueden llevar a pensar que está totalmente fuera de control. Consecuencia de esto, estamos inmersos también en una galopante crisis económica que nos lleva a una fuerte caída del desempleo, a una importante bajada del PIB y a un desproporcionado incremento del gasto público. Y como parece que todo esto aun es poco, nuestros políticos nos obsequian con una inquietante crisis política, llena de guerras palaciegas, reproches cuando no insultos, frases huecas y estudiada propaganda para que los ciudadanos los veamos como los salvadores de la patria.

Creo que a nadie se le escapa que la política española es un fracaso total. Es más que evidente que nuestra democracia inicial, paso a paso, fue evolucionando hacia la politocracia y la partitocracia, y ahora es notoriamente manifiesto que se ha implantado la ineptocracia, donde se han instalado los ineptos, los mediocres y los incapaces de gestionar nada.

Los políticos, paso a paso, fueron creando una sólida red clientelar, pero, como las cosas funcionaban relativamente bien, los ciudadanos, aunque nos fueren subiendo los impuestos para pagarla, casi ni nos enterábamos. Lamentablemente hemos llegado a esta nueva y dura situación y ahora es cuando, tristemente, empezamos a notar la fuerte degradación institucional a la que nos ha llevado esta ineptocracia que padecemos. Vemos como políticos, asesores de todo tipo y técnicos manifiestamente incompetentes, están ocupando todos los puestos de máxima responsabilidad, entre tanto que esos grandes profesionales que tiene la administración quedan relegados a un seguro plano.

Estos ineptócratas, la mayor parte de las veces, sin estar dotados de ninguna experiencia en gestión, son manifiestamente incapaces de gestionar adecuadamente, ni de coordinar equipos para resolver problemas. No hay liderazgo, no hay control institucional, no hay transparencia, no se rinden cuentas y nadie audita nada. Eso sí, tenemos Tribunal de Cuentas, Consejo de Estado, Consejos Consultivos, Portales de Transparencia, etc.etc. que sirven de puertas giratorias para ir colocando en ellos a esos amiguetes que dejan o los echan de la política.

No hay crítica constructiva, no se dan argumentos razonados, no se debate, no se negocia. Por el contrario, si hay sensacionalismos de todo tipo para degradar al contrario, abuso de la mentira, insulto permanente y lo mas lamentable, estudiadas puestas en escena, utilizando los medios de comunicación, para trasladarnos almibarados mensajes que quedan muy bonitos, pero que no son mas que palabras que lleva el viento ya que, lamentablemente, la realidad que vivimos todos los días en la calle es muy distinta.

Hemos estado viviendo muchos años de degradación institucional en beneficio único de la élite política. No se ha hecho nada de calado para reformar las administraciones públicas, dotándolas de profesionales de prestigio, tecnología, medios y adaptación al moderno mundo actual. Pero es que, además el viejo sistema administrativo que actualmente tenemos del siglo pasado, es el mismo que se ha replicado en las comunidades autónomas.  Tenemos, en definitiva, una administración pública del siglo pasado, pero que funciona aun peor que en el siglo pasado. Es más que claro que las elites políticas no quieren una administración mas efectiva y eficiente porque esto podría provocar un riesgo político para ellos.

Nuestro país tiene una sociedad civil sólida y bien preparada, pero aun con este escenario, permanece callada e indiferente a lo que está sucediendo. No sé si porque algunos están cegados por sus ideologías políticas, porque deben algunos favores a esos políticos o porque se han anclado en la posición cómoda, que no los lleva más allá de protestar o criticar en la tertulia del café. Por tanto, en modo alguno podemos exonerarla de culpa.

Creo que ya es hora de que esa sociedad civil empiece a levantar la voz, protestar, pedirles cuentas y presionar para que las cosas cambien cuanto antes. No debemos de conformarnos sólo con que nos llamen a las urnas. Debemos de acabar con el silencio de los corderos. ¿será mucho pedir?

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Sobre el autor

El blog de un jubilado activo dedicado al voluntariado social, permanentemente aprendiendo en materia del derecho de las nuevas tecnologías y crítico con la política y la injusticia social.


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