Dentro de poco tiempo, en España, una de cada cinco personas tendrá más de 60 años. Nuestra pirámide demográfica se está transformando a pasos agigantados y nos lleva a que, en pocos años, la ratio de personas activas y cotizantes a la SS, será de tan sólo 1,9. El coste económico y social de este proceso de envejecimiento demográfico, sin duda alguna, va a tener un impacto directísimo en los sistemas de cobertura de la seguridad social, por un lado y de la propia organización del trabajo, por otro.
Las prejubilaciones o jubilaciones anticipadas, en realidad despidos encubiertos, que, en vez de reducirse, se incrementan cada día más (pensemos en la banca), suponen una pérdida injustificada de experiencia y de recursos valiosos que puedan afectar incluso a la propia actividad productiva de las empresas, ya que la salida de estos trabajadores, habitualmente es difícilmente compensable.
Entre otras cosas, se justifican estos ceses anticipados, como argumento, en la hipotética incapacidad de los trabajadores de edades más avanzadas, para adaptarse a los cambios tecnológicos u organizativos de las empresas. En sentido contrario, si esto fuere así, sorprende que no se incluya a estos trabajadores en los sistemas de reciclaje profesional.
Relegar a la inactividad a personas que se encuentran en plena madurez profesional y que tienen en perspectiva un importante número de años de vida, desde el punto de vista social, es un fenómeno de enorme trascendencia, por dos razones: la pérdida de capital humano adquirido a lo largo de los muchos años con una importante inversión en recursos públicos y privados para su formación y, por otra, el coste económico que esta práctica depara para el sistema de protección del desempleo, a lo que se añade el coste económico para los trabajadores que ven mermadas sus rentas tanto por la pérdida prematura de salarios, como por la cuantía de la pensión que finalmente generarán.
Está claro que los seniors pueden representar, efectivamente, el activo mayor en ese balance de “intangibles” cada vez más valioso en la nueva economía. Y aquí nos encontramos con una paradoja, pues parece claro que los mayores somos a la vez un estorbo y una necesidad empresarial.
Se alude también a las dificultades de actualización de los mayores en materias tecnológicas y en este sentido ha de decirse que, como defienden muchos investigadores, hablando de internet y de la economía de la información y el conocimiento, el reto futuro estará en la capacidad de convertir la “indigestión de información” actual, en conocimiento aplicable, para lo cual la experiencia, la capacidad de integración y el criterio profesional, serán competencias básicas y estas, evolucionan positivamente con la edad.
Se alude asimismo a dificultades de gobernabilidad, debido a que los mayores son personas con criterio y experiencia y eso requiere, de líderes que tengan habilidades para gestionarlos, algo que no siempre abunda en las empresas.
Frente a eso, se ignoran las aportaciones que realizan los mayores, como son las de proporcionar sosiego, perspectiva y horizontes que se ven mas amplios con la experiencia. Se ignoran las capacidades que los seniors tienen para transmitir valores y cultura de empresa. Y esto, sin duda puede ser de gran valor para ayudar a la integración de los jóvenes, mediante su tutela y seguimiento, papel que no sólo juega el mando, sino la ascendencia intelectual y moral de los seniors. Los mayores, desvestidos de poder, pero investidos de autoridad y liderazgo moral, contribuirán a generar culturas proactivas, positivas, innovadoras y exigentes, en las que se pide a los jóvenes esfuerzo, aportación y generosidad con compañeros y con la empresa.
Creo que ya ha llegado el momento de que las empresas, apoyadas por una adecuada legislación laboral y administrativa, en vez de prejubilaciones, empiecen a gestionar la experiencia, contando para ello, incluso, con departamentos específicos. Al igual que las empresas se ocupan de los directivos o de los profesionales con alto potencial, deberían de ocuparse en la misma medida, de los mayores activos dotados de talento y experiencia.