Llevamos más de un año sufriendo las consecuencias de una terrible pandemia, que ha provocado más de 72.000 muertes y que podrían llegar a más de 103.000, si se comparan los registros de defunción de un año a otro y que, lamentablemente, va a continuar, con el riesgo añadido de entrar en una cuarta ola, ya que el proceso de vacunación no está siendo tan rápido como se anunciaba.
Nuestro PIB registra un año negro, con una caída histórica del 11%, dato este que nos sitúa a la cabeza de todos los países de la OCDE y que es el mas grave que hemos sufrido en nuestro periodo democrático. A todo esto, ha de añadirse que, conforme a los últimos datos, se han destruido 622.600 empleos. Nuestra tasa de desempleo queda situada en un 16,13% y nos coloca en el deshonroso lugar de ocupar el primer puesto del podio, entre todos los países de la Unión Europea.
Y en esta situación, que, en un artículo anterior, califiqué como de “siniestro total”, tristemente, los ciudadanos empezamos a ver que nuestros políticos, con un barco a la deriva como es España, en vez de ponerse inmediatamente de acuerdo, para empezar a remar todos en la misma dirección, dan materialmente la espalda a la ciudadanía y se dedican sólo a sus intereses personales y de partido, que, para ellos, es lo único que interesa.
Con un escenario tan desastroso y con sólo un millón de personas vacunadas, hace unos días, con estupor, empezamos a enterarnos de que el Gobierno de Sánchez iniciaba una maniobra para destruir las alianzas que, en algunas comunidades autonómicas, mantenía el PP y Ciudadanos. Es decir, que nuestros gobernantes, en vez de abochornarse por tanto desastre, a lo que se dedican es iniciar todo tipo de guerras palaciegas, con el único propósito de mantenerse en el poder. Todo lo otro es secundario y puede esperar.
Tanto unos como otros, lo único que persiguen es combatir con la oposición y de paso, lanzar todo tipo de cortinas de humo para enmascarar todos los entramados de corrupción en los que han estado y están PP, PSOE, CIU y por lo que se ve, también Podemos.
Me indigna que un presidente que miente más que habla, y con un ego desmedido, sólo tenga como objetivo mantenerse en el sillón de La Moncloa, aunque para ello sea necesario aliarse con los golpistas catalanes o dar la mano a los de Bildu, propiciando el acercamiento de presos al País Vasco, para pagar los servicios del PNV. Me indigna cómo se gastan ingentes cantidades de dinero de todos los ciudadanos, en mantener unos desproporcionados gastos públicos, para dar de comer a una gran red clientelar.
Me indigna que un PP, lleno también de corrupción de todo tipo, en vez de hacer oposición constructiva, en vez de tratar de regenerar la política provocando los necesarios cambios legislativos, en vez de tratar resolver el problema del Poder Judicial y no de luchar sólo por repartirse poltronas. Y como esto es poco, pues nada, la presidenta de Madrid convoca elecciones y en plena pandemia, otra vez a las urnas y otra vez a malgastar dinero para celebrar esas elecciones.
Me indigna que un partido, como es Ciudadanos, que llegó, según decían, para regenerar la política y combatir la corrupción del binomio PP/PSOE, ahora esté en proceso de demolición, debido a que, olvidándose de sus orígenes, se ha llenado de tránsfugas, con el único objetivo de permanecer en poltronas y vivir de la política, algo que ellos criticaban abiertamente.
Me indigna que un partido como es Podemos, que al igual que Ciudadanos llegaba para regenerar la política, finalmente se ha convertido en esa casta que ellos criticaban y con un Pablo Iglesias y su mujer, a los que llaman marqueses de Galapagar, que también persiguen sólo sus intereses personales y los intereses de un partido populista, también a la deriva como es el caso de CS.
Por todo eso y por mucho mas que no comento para no hacer largo este artículo, digo alto y fuerte, políticos españoles de todo tipo y condición, ¡váyanse a la mierda! Los ciudadanos de a pie no nos merecemos tanto desprecio.