En los últimos meses, he leído varios artículos que hablan sobre la pérdida de talento senior en las empresas, que apuestan por trabajadores mas jóvenes y en principio mas baratos. Esto me anima a escribir algo sobre esto que, en algún modo, forma parte de mi propia vida profesional.
Treinta y seis años continuados en una empresa, me permitieron conocer en profundidad, no sólo la propia actividad financiera y aseguradora que la empresa realizaba, sino diferentes culturas empresariales, tras varios procesos de absorción de otras entidades. Cada año, todos los directivos pasábamos por una semana de reciclaje en varias escuelas de negocios y, además, si deseábamos ampliar nuestra formación en determinadas áreas, la empresa nos facilitaba medios y tiempo para hacerlo.
Considerábamos la empresa como nuestra e invertíamos horas de trabajo más allá de la jornada laboral, sencillamente porque entendíamos que debíamos de hacerlo, sin otras consideraciones. Había muy poca movilidad de personal, funcionaban muy bien los planes de carrera y éramos una referencia en nuestro sector.
Un buen día, consecuencia de la globalización de los mercados, esa empresa se fusionó con otra multinacional y en poco tiempo, toda la cultura, visión, estrategia y estilos, se fue transformando de modo acelerado. El CEO fue sustituido y tras él, todos los miembros del Comité de Dirección. Empezaron a aparecer directivos jóvenes procedentes de otros sectores, que nada tenían que ver con nuestro campo financiero y asegurador y comenzaron a tomar decisiones. Algunos antiguos directivos supervivientes, como era mi caso, empezamos a ver los errores de bulto que se cometían y nos convertimos en la voz crítica en el Comité de Dirección, pero nada servía, ya que éramos unos anticuados bichos raros que pretendíamos frenar las decisiones. Éramos un lastre.
Los nuevos directivos que llegaron, sólo buscaban un buen sueldo, pero veíamos que no se sentían comprometidos con la empresa ya que, en poco tiempo, ante cualquier oferta del mercado mejor retribuida, eso sí, dejando detrás alguna patata caliente para que los antiguos la cocináramos a toda prisa. Ellos eran los fichajes estrella que llegaban al club con una lustrosa y poco sudada camiseta y nosotros los viejos que, como la sudábamos, olíamos mal, aun cuando al final éramos los que metíamos los goles
¿Cuáles fueron los resultados de estos nuevos jóvenes estrella? La empresa empezó a entrar en fuertes pérdidas; las cuentas de explotación eran un desastre y se maquillaban los resultados vendiendo los enormes activos inmobiliarios que se habían ido adquiriendo con los beneficios de ejercicios anteriores; el chorro de pérdida de clientes era cada vez mayor; el personal empezó a sentirse desmotivado y cayó en barrena el rendimiento y la productividad. Como primera medida, se inició un expediente de regulación de empleo con importante reducción de plantilla y muy poco después, esa gran empresa financiera y aseguradora que siete años atrás era una referencia en el mercado, dejó de existir, al ser engullida por otra multinacional.
¿cuáles son las conclusiones que se podrían extraer de esta historia? Es innegable que las empresas necesitan savia nueva y que los jóvenes han de ser el motor del cambio en las organizaciones, tanto por su vitalidad, como por su buena formación académica. Pero, esas nuevas energías han de ser bien canalizadas y reconducidas. Y creo que los entresijos de la organización, y las actividades que se desarrollan, quien mejor los conoce, es el colaborador experimentado y que ya lleva unos buenos años en la empresa. Es ese el colaborador que habría de conducir y canalizar las fuerzas del joven que está a su lado.
Para terminar, diría que hoy los jóvenes, sí son necesarios en las empresas, pero tanto como lo son veteranos. Por tanto, es una pena que las empresas estén prescindiendo de ese valioso capital humano tan experimentado y tan comprometido.
Es una suerte que algunas mercantiles ya empiecen a ser conscientes del problema que representan los equipos tan jóvenes y que ya estén rectificando el tiro para atraer nuevamente a ese talento senior que ha quedado excluido del mercado laboral.