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Guillermo Díaz Bermejo

A las pruebas me remito

LA INDUSTRIA DEL FUTBOL

En estos últimos días, estamos viendo y oyendo en todos los medios de comunicación, la noticia de que el presidente del Real Madrid, Florentino Pérez, pretende organizar una “Superliga”, argumentando para ello que se pretende crear una nueva competición europea, debido a que el sistema futbolístico actual, ya no funciona. Argumenta también que la propuesta de los clubs invitados, está totalmente alineada con la legislación y la normativa europea, tal y como se recoge en una sentencia recientemente dictada en Madrid, para proteger la superliga de terceros.

Tiempo atrás, escribí un artículo que titulaba “el negocio del fútbol”, en el que hablaba del “mega contrato” que el futbolista argentino Lionel Messi, había firmado con el club azulgrana y que alcanzaba la astronómica cifra de 555 millones de euros. Decía en ese artículo, que ese derroche ponía en jaque al Barsa y que confirmaba una vez más, que el fútbol como deporte, había dado paso a un lucrativo negocio, entendiendo como tal, esa gran industria que ha sustituido los clubes de fútbol, por sociedades anónimas deportivas. Hoy en día, ciertamente, el fútbol sigue siendo un gran espectáculo, pero más que eso, es un gran negocio lleno de trapicheos económicos.

De modo concreto, en España el juego del balompié mueve más dinero que todos los demás deportes federados que existen. Pero es que, además, es el que también genera unas deudas desproporcionadas. Resulta difícilmente entendible que un jugador de 2ª B esté cobrando mucho más dinero que campeones del mundo de otros deportes, y en sentido contrario, el club que lo ha fichado esté manteniendo importantes deudas con la Agencia Tributaria o con la Seguridad Social.

Hoy en día, fútbol y dinero van cogidos de la mano. Fichajes multimillonarios, sueldos enormes, cláusulas que bordean el delito fiscal, grandes ingresos por publicidad, derechos de imagen, patrocinios de todo tipo. En resumen, una gran industria del deporte. Más que el deporte en sí y la valoración de si un jugador lo ha hecho bien o mal en un partido, ahora, lo importante y lo que más se valora, es la imagen, la vida social, o las tonterías que pueda decir ante las cámaras, una estrella del balompié.

Y con este desmadre, cómo es posible que muchos equipos de primera división, tengan grandes deudas porque no pagan las cuotas de la Seguridad Social o porque no paguen sus impuestos, y estén solicitando moratorias continuadas a la Agencia Tributaria. Si yo estuviere equivocado con mis apreciaciones, me pregunto ¿por qué jeques árabes, magnates mejicanos o chinos, financieros rusos, etc. quieren entrar en este boyante negocio? Evidentemente no es para perder su dinero ya que, muy al contrario, lo que pretenden es inyectar dinero en equipos de fútbol para mejorar sus capacidades deportivas y de márketing y con ello generar todavía más beneficios.  Hace ya años que el fútbol dejó de ser un espectáculo deportivo para convertirse en una gigantesca industria que mueve desorbitadas cifras de dinero.

Está más que claro, que hoy en día, la competición deportiva no es más que una pura competición mercantil, controlada por la monopolística FIFA que sólo persigue intereses económicos. Sólo basta ver que entre 2015 y 2020, el volumen de negocio de esta organización, superó los 6.500 millones de dólares. Más concretamente, sólo por derechos audiovisuales, en el último mundial ingresó casi 2.500 millones de dólares. Y como esto era poco, ahora llega Florentino Pérez para intentar repartirse el pastel, creando otra superliga.  (con estas desorbitadas cifras, muchos países podrían combatir el hambre y la miseria de sus ciudadanos).

Por qué en vez de esto, esas masas de dinero no se destinan, por ejemplo, a promocionar y fomentar el deporte entre los escolares y universitarios. Por qué la Liga de fútbol profesional (LFP) no limita los presupuestos de los clubes, evitando esos indecentes fichajes y esos indecentes derechos de imagen y de todo tipo. Con la situación económica que tenemos en nuestro país, por qué estos despilfarros no se destinan a mejorar nuestro sistema educativo, nuestra sanidad o nuestros servicios públicos. Futbol, sí, por supuesto, pero apartado o alejado de inversores que especulan, explotadores, blanqueadores de dinero y mafias futbolísticas, que muchas veces se esconden con la complicidad de muchos políticos, asociaciones de todo tipo y algunos medios de comunicación.

El fútbol ya no es deporte. Antes las estrellas se movían dentro de los terrenos de juego y deleitaban con sus habilidades balompédicas. Ahora salen del campo, actúan como estrellas publicitarias, venden su imagen y siguen generando dinero fuera del ámbito deportivo.  El fútbol es poder y además un suculento negocio. A mí personalmente, este negocio me parece realmente indecente.

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Sobre el autor

El blog de un jubilado activo dedicado al voluntariado social, permanentemente aprendiendo en materia del derecho de las nuevas tecnologías y crítico con la política y la injusticia social.


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