Llevamos ya un tiempo leyendo y oyendo en todos los medios de comunicación, el gran problema que representa la incesante subida de los precios de la luz, así como el gas y los combustibles que repostamos en las gasolineras. De modo concreto, en estos momentos, mientras el Gobierno, por Decreto, trata de recortar los ingresos de las eléctricas, Bruselas dice que no va a intervenir el mercado de la energía al tiempo que pide a España que rebaje de modo ostensible los impuestos que en este momento se están aplicando.
Yo no soy experto en la materia y por ello me resulta difícil entender lo que está ocurriendo que, sin duda alguna, va a lastrar el crecimiento de la economía y, sobre todo, está haciendo mucho daño al bolsillo de los ciudadanos. De hecho, mes a mes, yo estoy viendo en mi propia casa, los recibos de la luz que estoy pagando y que no hacen mas que crecer de modo incesante.
Como ejemplo voy a referirme al recibo que pagué por mi seguida vivienda que apenas uso y juzguen ustedes mismos: El importe total de la factura que me cargaron en mi cuenta del banco es de 38,62€ y se desglosa del siguiente modo: Por potencia contratada 24,49€; por energía consumida 2,95€; por impuesto de electricidad 1,40€; por alquiler de equipos de medida y control 3,08€; por IVA(21%) 6,70€. El resumen es que, para un consumo de energía que se ha valorado en 2,95€, he tenido que pagar una factura de 38,62€.
En el apartado de facturación por potencia contratada, se incluyen dos conceptos cuales son la facturación por el peaje de acceso a la red y la facturación por el margen de comercialización fijo que nos cobran las empresas distribuidoras. Por la energía consumida que es lo que yo en realidad gasto, se comprenden dos conceptos: La facturación por el coste de la energía (me parece lógico) y además, de modo totalmente ilógico, se vuelve a introducir un nuevo peaje de acceso que las eléctricas llaman “precio del término de energía del peaje de acceso”. Se incluye aquí también un impuesto de electricidad al tipo del 5,11% sobre el producto de la facturación de la electricidad que me consumido. Y por si fueran pocos impuestos se añade también otro impuesto de electricidad del 1,40% y el 21% de IVA sobre todo ello.
Sólo por acceder a la red eléctrica y aunque sólo consumamos una cantidad mínima de la potencia que tengo contratada, todos los ciudadanos estamos obligados a pagar los costes del transporte (las líneas eléctricas de alta tensión), los costes de distribución de la electricidad, los gastos de gestión comercial de las empresas distribuidoras, los gastos del operador del sistema y de la Comisión Nacional de Energía, las primas al régimen especial y las energías renovables y por último el déficit tarifario que nadie, nunca, consiguió explicarme.
Para no cansar al lector, tras analizar pormenorizadamente los recibos de la luz que estoy pagando, llego a una clara conclusión: La luz es mas cara en nuestro país y mas cara que en la mayoría de los países europeos, por una determinante causa. Esta causa son los impuestos que estamos pagando. Se puede comprobar claramente que casi el 50% del total que pagamos, son peajes de acceso, cánones, tasas e impuestos.
Es fácil por tanto llegar a esta conclusión y es que, no tenemos la luz mas cara sólo por culpa de esas malvadas empresas eléctricas que deciden subir los precios para tener más beneficios y en cuyos consejos de administración (por lo bien que están funcionando las puertas giratorias), se están sentando muchos ex dirigentes políticos, sino que es cara por culpa de un costoso, monopolístico y parasitario sector público que, necesita más y más impuestos para mantener un elefantiásico e ineficiente aparato burocrático que, además, sigue creciendo sin parar.
En nuestro país, a quien sobre todo se está castigando con los incesantes incrementos del precio de las energías, es, además de a las empresas, que en muchos casos tienen que cortar su producción, a todos esos españoles de a pie, que vivimos de los sueldos del trabajo o de las pensiones que estamos cobrando.
Somos estos ciudadanos los verdaderamente perjudicados, al tener que soportar un voraz afán recaudatorio para, de ese modo, sostener un ineficiente aparato y a unos burócratas a su frente, que van a decidir de modo arbitrario, cómo se van a gastar los dineros que pagamos los contribuyentes.