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Guillermo Díaz Bermejo

A las pruebas me remito

CALLATE Y EMPUJA

Tanto en las empresas, como en organizaciones como Secot, a la que pertenezco, es habitual que la gente se dedique a hablar de modo reiterado de lo que hay que hacer o a criticar decisiones tomadas, pero nunca aportan trabajo o alternativas para mejorar las cosas. Además de hacer perder el tiempo a quienes toman decisiones y a quienes empujan el carro, lo que hacen es sembrar confusión.

A propósito de este comportamiento tan habitual, y pensando en los pueblos asturianos que en el mes de febrero quedaron aislados por las fuertes nevadas, quiero hablar de esta cuestión a modo de fábula.

A Guillielmus, experto conductor de caravanas, se le asignó la trascendental misión de aprovisionar de víveres y medicamentos al Gran Castro, antes de que el crudo invierno lo dejara aislado. Aquella lejana zona quedaba incomunicada de la capital Ovetus, durante meses, hasta que el deshielo permitía acceder a ella ascendiendo por agrestes cordales y puertos. Por esta razón, el largo viaje para transportar las mercancías, era el más importante que se hacía cada otoño.  Este año el reto era aún mayor, ya que, desde el otro lado de la cordillera, las hordas del campamento Leoniensis, estaban intentando saquear el Gran Castro  

Por ello, la única posibilidad estaba en Payares, un poblado situado a varias jornadas de viaje. Para llegar hasta allí, se debía de subir un escarpado sendero. Las grandes piedras que rodaban por la montaña, consecuencia de los argayos que generaban las lluvias otoñales, hacían que el viaje resultara muy peligroso y que obligaba a veces a sortear esos argayos con el riesgo de que los carros y las mulas, se precipitaran al vacío.

El viaje iba a ser arriesgado y Guillielmus sabía bien que sólo con grandes dosis de pericia y atrevimiento, se podría alcanzar el objetivo. Pero no había opción, ya que se trataba de la supervivencia de toda la tribu que habitaba el Gran Castro.

Al iniciar la ascensión, el jefe de la expedición dio instrucciones a todos los miembros del equipo de transporte. Caballistas, nos aproximamos a la parte más difícil de nuestra misión. Rodaremos muy cerca del precipicio por la parte derecha. Milla y media más adelante tendremos que ir lo más pegados posible a ese precipicio para sortear los argayos que suele haber allí. En ese momento, el primer explorador que va delante nos, advertirá del espacio que tenemos para poder atravesar las piedras caídas. Tras eso, ayudados por las pértigas que llevamos, trataremos de quitar el mayor número posible de piedras y hecho esto, empujando lo más posible los carros para ayudar a las caballerías en su empuje, atravesaremos ese argayo. Una vez lo pasemos, el resto ya será más sencillo, pues camino arriba ya habrá más espacio y los carros podrán pasar sin problema.

Tras oír estas palabras de Guillielmus, uno de los caballistas más veteranos soltó el ramal que tenía asignado y se levantó para comentar su opinión en voz alta: Guilielmus, yo no estoy de acuerdo con este plan. Tengo entendido que hay muchas rocas y será realmente arriesgado. Además, los argayos no siempre se ven a tiempo y en el tramo final, el espacio es muy pequeño y será difícil atravesarlo aun con mulas muy fuertes y con todos los caballistas empujando también los carros. Los carromatos tienen muchos años y las ruedas no son fiables ante las fuertes tensiones que tendrán que soportar al pisar las piedras caídas.

La primera reacción de Guilielmus fue ponerse nervioso ante tanta crítica y tanto discurso negativo y vacío. Por un instante estuvo tentado de sacar el látigo e imponer su criterio por la fuerza, pero aquél era uno de sus mejores hombres, y posiblemente lo que se había atrevido a decir lo podrían estar pensando muchos otros. Su plan tenía riesgos y él era plenamente consciente, pero la misión era crucial y necesitaba que cada uno pusiera lo mejor de sí en el empeño.

No tenía la certeza absoluta de que sus decisiones fueran las idóneas, así que cualquier solución era bienvenida. Si no se llegaba rápido a por esos víveres, mucha gente del poblado moriría ese invierno, y casi no había tiempo, pues pronto llegaría el temporal y ya sería imposible acometer la ascensión. Había demasiado en juego para tirarlo todo por la borda sólo por no haber sido capaz de analizar otra alternativa, así que finalmente decidió controlar la ira y mostrar ante todos, su talante abierto a la participación de los expertos:

-Bien, conozco este paraje y sus dificultades, y reconozco que mi plan no es infalible. Estoy dispuesto a asumir mi responsabilidad, pero en épocas anteriores he padecido a conductores de caravanas estúpidos que, cegados por su vanidad y su orgullo, no eran capaces de admitir otros enfoques que los suyos, y más de una vez eso nos llevó a caer por el precipicio. Así que mi buen Pachu, yo ya os he contado mi plan y estoy dispuesto a escucharte: ¿tienes una alternativa mejor para llegar a tiempo a nuestro destino?

El caballista, que hasta ese instante sólo había expuesto los inconvenientes y los problemas, se quedó pensativo mientras el resto de los compañeros aguardaban con interés alguna respuesta. Ante la expectativa creada, Pachu se prestó a decir: Antes de nada, me gustaría dejar claro que, aunque tuviera un plan, no me atrevo a responsabilizarme de tomar una decisión tan comprometida.

No te preocupes -añadió Guilielmus- la decisión final será mía, y mía por tanto la responsabilidad. Sólo te pido que, ya que has manifestado inquietudes y dudas, y te veo con ganas de cuestionar mi decisión, propongas soluciones para que podamos ejecutar esta misión con mayores posibilidades de éxito.

Ver los fallos en la idea de otro es fácil, y hasta el más torpe es capaz de ello, pero la aportación de valor no está en criticar lo que hay, sino en dar alternativas inteligentes que mejoren la idea inicial. Bien, repito la pregunta: ¿tienes alguna alternativa mejor?

Tras casi un minuto de silencio, Pachu se decidió a hablar y compartir sus conclusiones: Realmente no se me ocurre ninguna otra ruta que tenga menos riesgos. De hecho, confieso que no conozco bien estas montañas, así que no sé cómo acometer esto de forma más segura.

Bueno amigo Pachu -respondió pausadamente el jefe de la expedición, haciendo gala de ejemplar templanza- en ese caso sigue buscando posibles soluciones y si descubres una alternativa mejor no dudes en aportarla de inmediato, serás escuchado con toda mi atención. Pero mientras piensas… ¡cállate y empuja con todas tus fuerzas mamón, digo, por los habitantes del Gran Castro!

 

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Sobre el autor

El blog de un jubilado activo dedicado al voluntariado social, permanentemente aprendiendo en materia del derecho de las nuevas tecnologías y crítico con la política y la injusticia social.


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