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Guillermo Díaz Bermejo

A las pruebas me remito

HABEMUS PAPAM

HABEMUS PAPAM

La elección del cardenal agustino Robert Francis Prévost como Papa León XIV marca un giro inédito en la historia reciente de la Iglesia. Nacido en Chicago, misionero en Perú, ex prefecto del Dicasterio para los Obispos y ahora jefe espiritual de 1.300 millones de católicos, León XIV asume el pontificado en un contexto global marcado por la polarización, el riesgo de escalada bélica en Europa y un progresivo vaciamiento de referentes morales en Occidente.

Que el nuevo Papa sea ciudadano estadounidense, en plena reconfiguración del orden mundial y en un momento en que EE.UU. es protagonista geoestratégico en múltiples frentes, no es un dato menor. Aunque su trayectoria eclesial ha sido mayoritariamente pastoral y misionero, su nacionalidad lo sitúa inevitablemente bajo el escrutinio de un mundo que observa con recelo las posiciones del Vaticano.

La pregunta es sencilla pero incómoda: ¿puede un Papa estadounidense ser percibido como una figura neutral y universal, especialmente en regiones que cuestionan o combaten la influencia occidental? ¿O pesará sobre él la sospecha, justa o no, de representar intereses alineados con la superpotencia de su país de origen?

León XIV no llega desde el aparato diplomático vaticano ni desde las grandes diócesis europeas. Viene del campo, del trabajo directo con comunidades pobres en América Latina y de años de discreto servicio en Roma. A priori, su perfil parece alejado de los focos geopolíticos. Pero ahora, cualquier gesto será interpretado en clave internacional.

Su pontificado coincidirá con una etapa de profunda desafección en Europa, donde sectores crecientes de población, particularmente entre los jóvenes, han perdido el vínculo con valores como patria, fe o comunidad. En países como España, la fragmentación identitaria, el descrédito institucional y la corrupción política han erosionado el tejido común necesario para movilizar a la sociedad en caso de crisis.

Desde este ángulo, el reto del nuevo Papa no es solo doctrinal ni pastoral, sino simbólico. Deberá mostrar que la Iglesia aún tiene una voz propia, no subordinada a potencias ni agendas, y que puede hablar a un mundo desencantado sin necesidad de alzar la voz ni ondear banderas.

León XIV tendrá que construir su legitimidad no desde la tradición, sino desde la coherencia. Será observado por católicos, críticos, Estados y movimientos sociales. Su margen de acción será estrecho, pero no inexistente.

La historia juzgará si su elección fue un acto de continuidad con el pontificado de Francisco o un intento de reequilibrio geográfico y político dentro del colegio cardenalicio. De momento, el mundo observa. Y el Vaticano, por primera vez en mucho tiempo, está en el centro del tablero.

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Sobre el autor

El blog de un jubilado activo dedicado al voluntariado social, permanentemente aprendiendo en materia del derecho de las nuevas tecnologías y crítico con la política y la injusticia social.


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