Veo con estupor los últimos datos del mes de abril, del Servicio Público de Empleo (SEPE), que recogen la alta tasa de desempleo que se registra entre los trabajadores mayores de 50 años, ya que mas de tres millones de personas, aparecen inscritas como demandantes de empleo. Estos datos no sólo son una cifra, sino la cruda realidad de un gran número de trayectorias profesionales a las que, por unas u otras causas se les ha puesto fin, prescindiendo de este modo de un talento senior que se desperdicia. Representa también un varapalo importante a muchas economías domésticas.
El número de contratos de trabajo suscritos en el pasado mes de abril, por mayores de 45 años, es el mas bajo de los últimos ocho meses, algo que resulta muy preocupante ya que está recogiendo una tendencia en la que ya llevamos mucho tiempo instalados.
Estos datos recogen una cruda realidad y es que estamos viviendo en una gran contradicción, ya que por una parte se levanta la voz para tratar de incrementar la productividad y ser mas competitivos, o para mantener en equilibrio nuestro sistema público de pensiones, mientras que, por otra parte, apartamos del mundo laboral a millones de profesionales que tienen formación, experiencia y, sobre todo, ganas de seguir trabajando.
¿Cómo es posible que con una población que tenemos cada vez más envejecida, nos permitamos prescindir de esos trabajadores que tienen una gran experiencia laboral y que han estado muy vinculados a sus empresas? Además de una gran ineficiencia desde el punto de vista económico, estamos ante una clara injusticia social y con todo y con esto, de modo sorprendente en España se sigue dando la espalda a un enorme colectivo de seniors experimentados. ¿por qué ocurre esto?
Es evidente que el edadismo laboral se ha implantado en muchas empresas y que se está discriminando a muchos trabajadores por su edad. Se piensa que estos trabajadores se van quedando obsoletos por razón a su edad, que no se adaptan bien a los cambios y que no usan bien las nuevas tecnologías. En definitiva, se piensa que sólo los jóvenes son los que mejor se adaptan a estos cambios. Pero, se pone a un lado que los trabajadores senior son los que mejor conocen el negocio, son los que aportan estabilidad y son los mas comprometidos con sus empresas, algo que no ocurre entre los jóvenes.
En este estado de cosas, lo razonable sería que las empresas y las instituciones promovieran una formación específica para provocar el reciclaje profesional y con ello, la actualización de conocimientos del talento senior que, contrariamente a lo que se piensa, en gran parte de los casos, están muy avanzados tecnológicamente y como consecuencia, pueden seguir integrados sin ningún problema, en el mercado laboral.
Ya va siendo hora de que las empresas, las administraciones y la sociedad civil, asuman que nuestro futuro no sólo se construye con los jóvenes, sino también con esos profesionales seniors que ya tienen mas que demostrada su valía profesional.
En resumen, no podemos seguir con improvisaciones, sino creando incentivos reales a la contratación, que eviten el edadismo laboral que estigmatiza a esos trabajadores de 50 años y más, ya que el talento no caduca y por eso no se puede seguir marginando a quienes más podrían aportar.