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Guillermo Díaz Bermejo

A las pruebas me remito

EL NEGOCIO DEL FUTBOL

Todos hemos leído en prensa cómo la reputación del extraordinario centrocampista francés, Michel Platiní, quedaba por los suelos, tras ser detenido e interrogado en París, como consecuencia de la podredumbre que se desprende de haber designado a Qatar como sede del mundial 2022. Algo olía a putrefacto cuando se reunieron en una comida el expresidente francés Sarkozi, el expresidente de la UEFA y el emir del país como mayor renta per cápita del planeta. Pese a que las altas temperaturas de este país hacen que la práctica del fútbol sea casi imposible, se produjo la designación de Qatar, desencadenando una grave crisis en la FIFA a partir del 2015 y que aún continúa hoy.

A estas alturas de la película, ya tengo mas que claro que desde hace años, el fútbol como deporte, ha dado paso a una lucrativa industria y a un gran negocio lleno de corrupción. Esa nueva industria empezó a crearse en el momento en el que los clubes de fútbol, fueron sustituidos por sociedades anónimas deportivas. Ciertamente, el fútbol sigue siendo un gran espectáculo, pero, más que eso se ha transformado en un suculento negocio que genera exagerados beneficios.

En España, de modo concreto, el fútbol mueve más dinero que todos los demás deportes federados que tenemos. Pero es que, además, es el que también genera unas deudas absolutamente desproporcionadas. Resulta difícilmente entendible que un jugador de 2ªB esté cobrando mucho más dinero que campeones y medallas de oro de otros deportes. Es difícil también entender que a veces, el club que ha fichado a ese jugador, esté manteniendo importantes deudas con la Agencia Tributaria o con la Seguridad Social.

Hoy en día, fútbol y dinero van cogidos de la mano. Se van olvidando los orígenes del deporte para convertirse en unos suculentos negocios que generan enormes beneficios, gracias al espectáculo que dan, a todas las campañas de márketing y de mercadotecnia que llevan aparejado. Fichajes multimillonarios, sueldos enormes, cláusulas que bordean el delito fiscal, grandes ingresos por publicidad, derechos de imagen, patrocinios de todo tipo. En resumen, una gran industria del deporte. Más que el deporte en sí y la valoración de si un jugador lo ha hecho bien o mal en un partido, ahora, lo importante y lo que más se valora, es la imagen, la vida social, o las tonterías que pueda decir ante las cámaras, una estrella del balompié.

Y con este desmadre, cómo es posible que muchos equipos de primera división, tengan grandes deudas porque no pagan las cuotas de la Seguridad Social o porque no paguen sus impuestos, y estén solicitando moratorias continuadas a la Agencia Tributaria. Si yo estuviere equivocado con mis apreciaciones, me pregunto ¿por qué jeques árabes, magnates mejicanos o chinos, financieros rusos, etc. quieren entrar en este boyante negocio? Evidentemente no es para perder su dinero ya que, muy al contrario, lo que pretenden es inyectar dinero en equipos de fútbol para mejorar sus capacidades deportivas y de márketing y con ello generar todavía más beneficios.  Hace ya años que el fútbol dejó de ser un espectáculo deportivo para convertirse en una gigantesca industria que mueve desorbitadas cifras de dinero.

El problema no está sólo en España. La UEFA no hace más que estrujar las posibilidades del fútbol para generar más dinero. Y en la misma línea, la FIFA, en vez de velar por la pureza de la competición, presa de una gran voracidad, lo que hace de modo reiterado, es engordar el gran negocio que rodea a este deporte, ingresando ingentes cantidades de dinero por taquilla, por derechos televisivos y por negocios publicitarios de todo tipo. Hoy en día, los clubes de las cinco principales ligas europeas, ingresan 631 millones de euros anuales, sólo por mercadotecnia y licencias (con esta desorbitada cifra muchos países podrían combatir el hambre y la miseria de sus ciudadanos).

Está más que claro, que hoy en día, la competición deportiva no es más que una pura competición mercantil, controlada por la monopolística FIFA que sólo persigue intereses económicos. Sólo basta ver que entre 2012 y 2016, el volumen de negocio de esta organización, superó los 6.000 millones de dólares. Más concretamente, sólo por derechos audiovisuales, en el último mundial ingresó casi 2.500 millones de dólares.

Y si a esto añadimos todas las sospechas de corrupción que existen sobre este organismo, con grandes escándalos que provocaron dimisiones y la entrada en prisión de parte de su cúpula dirigente, o el descubrimiento de sobornos a directivos para decidir la sede de algunos de los campeonatos mundiales, qué más se podría decir. En el fútbol se mueve muchísimo dinero, existen ingentes cifras de dinero negro, se bordean los delitos fiscales, y además se generan grandes deudas tanto con la Seguridad Social como con la Agencia Tributaria. El Mundial de Fútbol ya ha demostrado que el fútbol se ha convertido más en un negocio corrupto que en un espectacular y bello deporte. La FIFA, la Federación Internacional de Fútbol, que organiza y, sobre todo, controla las competiciones, elabora las normas y elige a los árbitros, lleva décadas sumida en escándalos de corrupción. Joan Havelange, que presidió este organismo durante 25 años, y su sucesor, Joseph Blatter, que cumplirá 20 años al frente, han sido señalados como los grandes culpables de tales irregularidades.

El excelente negocio de la FIFA proviene de los desorbitantes derechos de televisión, del marketing, de la venta de entradas a los partidos…A estos abultados ingresos hay que añadir las denuncias de irregularidades financieras, las transacciones secretas o los sobornos. Pese a que en teoría se trata de un organismo sin ánimo de lucro, sus ingresos se cuentan por miles de millones de dólares y sólo se conoce una parte del paradero de esa ingente cantidad de dinero: los astronómicos sueldos de los dirigentes, las dietas, las facturas de los más lujosos hoteles del mundo en los que se alojan, las pantagruélicas comilonas gratis total…La UEFA o la propia Federación Española de Fútbol también contribuyen a estas irregularidades y sus dirigentes se encuentran asimismo rodeados permanentemente de escándalos y de acusaciones de corrupción. Así´, el ahora detenido Plattini, o el mismo Ángel María Villar, viven del mismo modo, como pachás, gracias a sus astronómicos sueldos y a sus vergonzosas dietas. Y controlan a los árbitros para que los resultados cumplan con los requisitos: ganar dinero a costa de la limpieza del deporte. Lo triste es que el llamado deporte rey, el que más seguidores y espectadores reúne en todo el mundo, ha pasado a convertirse en un simple y sucio negocio.

Por qué en vez de esto, esas masas de dinero no se destinan, por ejemplo, a promocionar y fomentar el deporte entre los escolares y universitarios. Por qué la Liga de fútbol profesional (LFP) no limita los presupuestos de los clubes, evitando esos indecentes fichajes y esos indecentes derechos de imagen y de todo tipo. Con la situación económica que tenemos en nuestro país, por qué estos despilfarros no se destinan a mejorar nuestro sistema educativo, nuestra sanidad o nuestros servicios públicos. No es de recibo que un grupo de individuos en pantalón corto, con ingresos multimillonarios, corran detrás de un balón, mientras que ocho millones de personas están en el paro y otros tantos millones de personas viven bajo el umbral de la pobreza. Me parece indecente. Futbol, sí, por supuesto, pero apartado o alejado de inversores que especulan, explotadores, blanqueadores de dinero y mafias futbolísticas, que muchas veces se esconden con la complicidad de muchos políticos, asociaciones de todo tipo y algunos medios de comunicación.

El fútbol ya no es deporte. Antes las estrellas se movían dentro de los terrenos de juego y deleitaban con sus habilidades balompédicas. Ahora salen del campo, actúan como estrellas publicitarias, venden su imagen y siguen generando dinero fuera del ámbito deportivo.  El fútbol es poder y además un suculento negocio. A mí personalmente, este negocio me parece realmente indecente.

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Sobre el autor

El blog de un jubilado activo dedicado al voluntariado social, permanentemente aprendiendo en materia del derecho de las nuevas tecnologías y crítico con la política y la injusticia social.


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