Acabo de leer un informe de no hace muchos días, que, con el título de “poco, tarde y mal”, ha publicado la organización Médicos sin Fronteras, en el que denuncia el inaceptable desamparo de los mayores ingresados en residencias de ancianos, durante el confinamiento pasado. Me ha dejado estupefacto y desconcertado, ya que, con toda la crudeza, pone de manifiesto lo que realmente ha sucedido en España con los ancianos que vivían alojados en residencias.
Se denuncian en ese informe, tanto los graves problemas del modelo de gestión, como de la coordinación entre las diferentes administraciones, problemas estos que llevaron al abandono de las personas mas vulnerables a la epidemia, así como a la desprotección del personal que las cuidaba. Se dice que las residencias tenían un serio déficit estructural de recursos y de supervisión sanitaria, al tratarse como su propio nombre indica, de residencias, es decir, hogares para los mayores. y además de todo eso, no tenían ningún plan de contingencia, circunstancias estas que hicieron totalmente inviable poder responder de modo adecuado a la epidemia.
Al estar desatendida la asistencia médica, se produjo una alta mortalidad y una merma de la calidad de la atención prestada. Pero es que, además, se fueron denegando derivaciones a los hospitales de cientos de personas mayores, situación esta que obligó a las residencias a mantener aislados en sus habitaciones a pacientes positivos con pronóstico muy grave. Dicho con toda crudeza, las personas mayores murieron aisladas y solas y además se facilitó que el virus se propagara rápidamente, contagiando a residentes y al personal que prestaba servicios en ellas.
Parece ser que los equipos de Médicos sin Fronteras, que se movilizaron para intentar ayudar al personal de más de 500 centros, vieron que la asistencia sanitaria quedaba en manos de los trabajadores que, además de no tener conocimientos médicos, tampoco disponían de medios materiales. En definitiva, se dejó a los ancianos sólo en las manos de las buenas intenciones del personal cuidador que, aislado también, quedó frente al enorme desafío de intentar salvarles la vida, y en la mayor parte de los casos, acompañarlos en ese duro trance de la muerte solitaria.
La mortalidad sufrida en las residencias, representa el 69% de todas las personas fallecidas por el Covid-19 en España, lo que revela una clara desatención a los ancianos, agravada sin duda por la descoordinación entre las diferentes administraciones y empresas gestoras, principalmente en lo referente a los cuidados dignos que habían de haber sido dados en coordinación con los centros de atención primaria y con los hospitales.
A la vista de este desgarrador informe, pienso que se ha producido un manifiesto abandono de personas mayores, del que nuestra sociedad tiene que estar avergonzada, ya que se ha dejado a los ancianos privados de no sólo de la adecuada atención médica, sino también de una muerte digna. Es inconcebible que se dejara con la puerta cerrada, a personas que suplicaban para que las dejaran salir, sin que durante muchos días nadie hiciera nada al respecto.
Esta cruda realidad denunciada ahora por MSF, ya había sido relatada antes por el propio personal de las residencias geriátricas, así como por militares e incluso bomberos que intervinieron para tratar de ayudar. Y entre tanto ocurría esto y todos los días oíamos las tediosas ruedas de prensa del ministro Illa y de Simón, ¿qué hacían los ministros implicados, los presidentes autonómicos o los departamentos de la Administración competentes?
De modo concreto, el vicepresidente Pablo Iglesias, según sus propias declaraciones durante el Estado de Alarma, asumió personalmente el control de las residencias de ancianos, pero a la vista de los resultados, mucho me temo que no ha hecho absolutamente nada. Y digo esto porque los resultados han sido trágicos, máxime cuando gran número de los fallecidos, ni tan siquiera estaban enfermos. Lamentablemente muchos fallecieron víctimas de un terrorífico abandono, generado por el drástico e indiscriminado aislamiento que sufrieron, encerrados incluso bajo llave, en sus habitaciones, totalmente abandonados.
No sé si será casualidad, pero me resulta sorprendente que el mismo día en que se publicó este informe de MSF, es cuando el vicepresidente Pablo Iglesias sale a la palestra para denunciar el “acoso” a que ha sido sometido durante su estancia en Asturias, con una pintada en la carretera. Lo cierto es que el Sr. Iglesias, como vicepresidente de Asuntos Sociales, era el responsable directo de tomar las decisiones necesarias para proteger a los ancianos, y por lo visto, lo que ha prevalecido es la inacción. ¿no es el momento ya de que reconozca primero sus errores, y después los del propio sistema que no ha funcionado?
Al margen de ideologías, lo sucedido es indigno de cualquier país civilizado y probablemente, hasta podría ser denunciado ante el Tribunal de Derechos Humanos de La Haya. Pero dicho esto, da igual, ya que aquí ni se reconoce nada, ni nadie dimite.