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Guillermo Díaz Bermejo

A las pruebas me remito

LA INTERNET PROFUNDA

Estos días previos a la Navidad, harto de tantas y tan reiteradas noticias sobre el covid y la crisis económica que vivimos, decidí ponerme delante del PC para ver lo que se cocía en las redes sociales y para darle un poco a la tecla. De pronto, me encontré con el comentario de un amigo Abogado que decía estar pensando seriamente en abrir un despacho en la Deep Web, ya que allí probablemente encontraría muchos clientes que seguro necesitarían de sus servicios profesionales. Aunque algún año atrás, ya me había movido por la internet profunda, para ver lo que me encontraba en ella, movido nuevamente por la curiosidad, volví a entrar en esa red que tan preocupado me había dejado y estuve navegando por ella varios días.

En un gigantesco ciberespacio, donde conviven miles de millones de internautas y donde los gobiernos de los diferentes estados y sus policías intentan vigilar y controlar, los ciudadanos normales que nos movemos por la red utilizando navegadores estándar como son Google, Explorer y su nuevo Edge o Bing, sólo conseguimos acceder al 6 o 7% de todo lo que hay en la red. Es como si estuviéremos en la punta de un iceberg donde sólo podemos ver la parte que está flotando encima del agua. Todo ese mundo sumergido al que nosotros no accedemos es la Deep Web o internet profunda.

¿Cómo pude acceder entonces a ese mundo oculto que los usuarios no podemos ver? Al igual que había hecho algún año atrás, volví a descargarme una aplicación llamada Start Tor Browser, que es la puerta de entrada a ese mundo oculto que se esconde detrás de los dominios Onion, que son anónimos y a los que sólo se puede acceder mediante la red Tor.

Es cierto que ese mundo oculto me encontré con informaciones de centros de investigación universitarios y de comunidades científicas, pero, sobre todo, volví a encontrarme con un entramado de enlaces a los temas más inimaginables posibles: Comunidades pro-suicidio, pro-ateismo, pro-drogas, pro de todo tipo de cosas. Me encontré también con entramados de servicios pseudofinancieros, donde puedes traficar con bitcoins, con tarjetas de crédito clonadas, con cuentas PayPal robadas, con lavados de dinero y con otras operaciones difícilmente imaginables. Me encontré también con servicios para obtener todo tipo de documentos falsos, como títulos universitarios, pasaportes, carnets de conducir, etc.

Se esconde también un pseudomercado comercial donde, por ejemplo, puedes comprar drogas en Silk Road, que es conocida como el Amazon de la droga, puedes comprar todo tipo de armas y municiones. Puedes encontrarte con ofertas de todo tipo de servicios sexuales, como por ejemplo Lolita City, donde hay los mas aberrantes servicios.

Te encuentras con muchos anuncios de hackers por encargo que puedes contratar para echarte una manita y pinchar teléfonos de tu interés. Me sorprendió Rent-A-Haker que anuncia tener veinte años de experiencia en ingeniería social y en hackeos ilegales y que entre sus servicios ofrece ataques informáticos, troyanos altamente personalizados y operaciones de phishing. Para los amantes de la lectura encuentras todo tipo de publicaciones de contenidos pedófilos, pederastas, homófobos, xenófobos y todos los fobos que te quieras imaginar.

Te encuentras con temas que te enseñan a enviar droga por correo, cómo fabricar bombas, cómo cortar un cadáver, cómo matar a un hombre con tus manos, cómo incendiar una casa por encargo o cómo dar una paliza a alguien. Me impresionó el Slayers Assassination and Life Running Service, que ofrece servicios prepagos de asesinatos por encargo, con arma de fuego, cuchillo, veneno, ataque por ácido, cicatriz en la cara, ceguera, castración y otras muchas cosas.

En resumen, he vuelvo a encontrarme con una barra libre para todo tipo de desmanes, en los que predominan las estafas. Ojo que también puedes encontrarte un “honeypot” que es una web falsa montada por la policía para que puedan pillar a tanto delincuente.

Termino diciendo para no extenderme más, que si alguien decide darse un paseo por la Deep web, que lo haga en plan turista como yo, pero que no se quede en ella. En mi caso, tras unos días de paseo virtual, dotado de un buen antivirus, saciada mi curiosidad y por qué no, mi afán investigador, volví a eliminar la aplicación Tor y regresé a la vida real. Me asusta pensar en qué clase de mundo estamos viviendo, así como en los riesgos que corremos frente a tantas desconocidas tecnologías.

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Sobre el autor

El blog de un jubilado activo dedicado al voluntariado social, permanentemente aprendiendo en materia del derecho de las nuevas tecnologías y crítico con la política y la injusticia social.


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