No salgo de mi asombro. Estos días, por hacer un comentario en un grupo de Facebook, algunos ciudadanos de extrema izquierda que van de demócratas y de progresistas, me han dicho que soy un fascista. El comentario objeto de esta acusación era que, para tener una justicia imparcial, resultaba aconsejable que dejáramos a los jueces actuar, totalmente libres de presiones políticas y mediáticas.
Soy un fascista porque a una maleducada interpelación de unos ciudadanos que me preguntaron ¿a qué juegas Guillermito?, les contesté diciendo que a lo que tenemos que jugar es a una justicia imparcial, no politizada, independiente y sometida al estado de derecho y para conseguirla no eran buenas las presiones de partidos políticos o de ciudadanos, ya que, por esas vías, no conseguiríamos la necesaria imparcialidad de la justicia. Estos ciudadanos que dicen ser demócratas, me respondieron de modo radical, diciendo que todos los que opinábamos que había que dejar actuar a los jueces, éramos unos fascistas.
Soy un fascista porque estuve obligado a ir al servicio militar y allí, como era de rigor, en las formaciones tuve que decir ¡viva Franco! ¿Arriba España! Claro que en aquellos tiempos o me unía a la manifestación, o me llevaban a una prisión militar condenado por rebelión. En cambio, esos ciudadanos que ahora me tildan de fascista, en unos casos fueron a la mili igual que yo e hicieron lo mismo, aunque ahora renieguen de ello. En otros casos, fueron liberados de la mili, porque tenían un buen enchufe o tenían los pies planos. Pero, ellos no son fascistas.
Soy un fascista porque estudié derecho y el título, como era obligado, me lo otorgó el Caudillo de España por la gracia de Dios y, además, para ejercer la profesión, tuve que jurar las Leyes Fundamentales del Estado. En ese convulso periodo universitario, corrí delante de los grises, sufrí algunas detenciones y recibí unos cuantos toletazos. En cambio, algunos de esos que ahora me acusan de fascista, mientras yo corría delante de los grises, ellos estaban escondiditos y calladitos en sus casas. Algunos de esos que no daban la cara en ninguna manifestación estudiantil contra el régimen, ahora son políticos en Unidas Podemos o PSOE y son los que me acusan de fascista por no pensar como ellos.
Soy un fascista porque mi padre participó en la guerra civil en el bando republicano y terminó en un campo de concentración. Soy un fascista porque mi abuelo paterno desapareció en esa fratricida guerra y ahora puede que esté en alguna de esas tumbas que quiere recuperar la Memoria Histórica. Y ahora, algunos de esos ciudadanos que tenían padres funcionarios del Régimen, que iban a campamentos de la Oje, que nunca dieron un palo al agua, que ahora viven de los presupuestos del Estado o de esas estupendas prejubilaciones que consiguieron en empresas públicas, me dicen que soy un fascista por pedir que se deje a los jueces juzgar imparcialmente.
Vamos a ver, gentes iletradas que presumís de izquierdas, que no veis más allá del logaritmo de PI, que acusáis de fascista a todo aquél que no piense como vosotros, que perdéis la visión global y que os enrocáis en vuestras ideas, bebiendo sólo de las fuentes de vuestra prensa afín, ¿por qué acusáis de fascistas a otros, cuando vuestra actitud es totalitaria, antidemocrática y excluyente? ¿por qué no aceptáis que tenemos que entendernos? ¿por qué no aceptáis que la democracia es diálogo, compromiso y pacto? ¿por qué no aceptáis que el mundo evoluciona y nosotros también tenemos que avanzar y no retroceder?
Lo siento, pero hoy estoy cabreado, muy cabreado y en modo alguno puedo aceptar ese atributo insultante de alguien que tiene que aplicárselo a sí mismo. Fascistas o dictadores son los que quieren obligarte a que pienses como ellos. Pero, la democracia es otra cosa, señores totalitarios.