Pese a que tiempo atrás he ejercido la profesión de abogado, pese a que he sido directivo de un banco privado suizo, cada vez que me relaciono con bancos para gestionar mis cuentas o para realizar operaciones bancarias, me encuentro con larguísimos contratos llenos de páginas y páginas de información, repletos de lenguaje técnico, con cláusulas de todo tipo llenas de apartados y subapartados, y todo ello adornado con letra pequeña difícil de leer e interpretar por el común de los mortales.
Cuando en las tertulias hablo con amigos, siempre sale a relucir el gran problema, que al igual que para mí, para ellos representa poder entender esas largas condiciones que los bancos les obligan a aceptar y firmar para abrir, para mantener una cuenta bancaria o para disponer de una tarjeta de crédito. Sale a relucir también el cambio de condiciones que unilateralmente establecen las entidades bancarias.
Por lo que he podido ver en un reciente estudio sobre “Percepción y hábitos de los españoles respecto al sector bancario” elaborado por Nikel que pertenece al grupo BNP Paribas, más de un 72% de los ciudadanos no entiende todo lo que firma en su banco y más de un 48% firma el contrato sin ni tan siquiera leerlo, fiándose sólo de lo que le dice el empleado del banco que se lo pone a la firma.
Pienso que, como es mi caso, cualquier ciudadano, lo que más valora es la facilidad para poder abrir una cuenta bancaria y saber con claridad cuales van a ser las condiciones y las tarifas que se le van a aplicar. De modo concreto yo he intentado abrir en la banca digital de dos entidades, una cuenta sin comisiones que anuncian por todos lados, y después de seguir los diferentes pasos que tiene la aplicación, escanear el DNI, leer una tediosa literatura de protección de datos que había que aceptar expresamente para poder seguir, terminas con un último paso en el que te dicen que en este momento, por razones técnicas no es posible finalizar el proceso y me invitan a pasar por una sucursal bancaria para completarlo.
Personado en la sucursal, el empleado de turno me dice que ellos no pueden abrir esa cuenta ya que ha de hacerse telemáticamente mediante una APP que ha de descargarse en el teléfono móvil. Sigue diciendo que el puede abrirme una c/c convencional y que únicamente, si domicilio la nómina, no me aplicaría comisión. En caso contrario tendría que aplicarme comisión por mantenimiento de la cuenta y por el uso de la tarjeta de crédito. Es claro por tanto que, tras esos anuncios de abrir una cuenta telemática sin comisiones, el interés de las entidades bancarias es engancharnos para que pasemos por sus oficinas y allí liarnos para que aperturemos una cuenta ordinaria donde nos aplicarán las comisiones que tienen establecidas.
Años atrás, aunque no se entendiera lo que se firmaba, había poco riesgo ya que la estrategia comercial de todas las entidades para abrir una cuenta era el “todo gratis”. Pero el problema está en que en los tiempos actuales las cosas han cambiado y las condiciones bancarias se han endurecido, haciendo que los usuarios se encuentren con muchas desagradables sorpresas.
Lamentablemente, muchos ciudadanos, movidos por la necesidad, han estado pagando injustas comisiones y ahora tratan de cambiar de entidad bancaria para evitar este problema, pero las cosas no resultan nada fáciles ya que además de una mala atención al cliente, se encuentran con un cuasi oligopolio bancario, que impide encontrar condiciones más favorables. ¡con la banca hemos topado!