Siento vergüenza por el comportamiento de nuestro mundo rico. Siento vergüenza porque en Europa y también en España, no hacemos más que protestar, poner el grito en el cielo y poner trabas a la llegada de inmigrantes, seguramente por miedo a los conflictos que nos pueden generar los refugiados que entran en nuestros países ricos. Preferimos que otros países más pobres se ocupen de resolver estas cuestiones, ya que al estar más lejanos, el problema lo van a sufrir ellos y no van a alterar nuestra sensibilidad y nuestra conciencia.
En la cumbre mundial humanitaria que tuvo lugar en Estambul hace algunos días, se inauguró el acto con esta rotunda manifestación: “Estamos en un momento de la historia en el que las vidas humanas no parecen importar” No hay solidaridad ante los conflictos que asolan el mundo y tampoco hay solidaridad ante la mayor crisis de refugiados que estamos viviendo desde la Segunda Guerra Mundial. Se pidió que Europa hiciera más, se habló mucho, pero no se llegó a ningún acuerdo vinculante. El presidente turco Recep Tayyip Erdogan, terminó calificando la Cumbre como “decepcionante”.
Turquía, que fue designada para la celebración de esta cumbre, es uno de los países más afectados por estos desplazamientos. En este momento, está acogiendo a dos millones y medio de refugiados sirios y a otros cuatrocientos mil de otras nacionalidades. Y para complicar más las cosas, los turcos están sumidos en un serio conflicto interno, que volvió a reactivarse entre el Estado Turco y la milicia kurda PKK. Se está pidiendo a gritos que la Unión Europea acoja a esos millones de refugiados que hay instalados en campamentos de agrupamiento turcos, griegos e italianos, pero dentro de nuestras fronteras, con excepción de Alemania, no sólo no se está por la labor de colaborar de modo proporcional a las respectivas poblaciones, sino que para caldear más las cosas, en Londres, los partidarios de que el Reino Unido salga de la Unión, no hacen otra cosa que manifestar que esos refugiados van a ser una seria amenaza y más aún si se admite a Turquía en el seno de la UE.
Si nos referimos de modo concreto a España, a final de Septiembre del año pasado, nuestro Gobierno adquirió el compromiso de acoger a 16.231 refugiados, dentro del marco del programa de reubicación de la Oficina Europea de Asilo. Pero, aun con esa cifra tan detallada, supongo que alcanzada tras sesudos cálculos, no parece que haya mucha diligencia en el cumplimiento, y prueba de ello es que hasta el momento, parece que sólo han llegado 58 refugiados. Hace unos días el Ministro del Interior Sr. Fernández Díaz anunció que antes de Julio llegarán otras 586 personas. Se bailan las cifras, todas ellas muy exactas, se establecen compromisos, se abren calendarios, pero ¿es verdad que vamos a acoger a 16.321 personas?. Me temo que no.
Y digo que me temo que no, porque hasta ahora, las fronteras de Ceuta y Melilla estaban muy tranquilas, pero tal y como se están desarrollando los acontecimientos, cerradas las fronteras turcas o griegas, y con la arribada en tan sólo en 15 días, de más de 14.000 personas que navegan en pateras por el Mediterráneo, provocando una ingente cifra de muertos, en cualquier momento volveremos a ver masivos intentos de asalto a las vallas y, tal y como pudimos observar hace tan solo dos años, nos encontraremos otra vez con las devoluciones en caliente, con las repatriaciones exprés ilegales y con la violación de la Convención de Ginebra sobre derecho de asilo y refugiados políticos y protección de derechos humanos.
En este momento, la Unión Europea es incapaz de responder a las necesidades humanitarias sobre la base de la solidaridad. No se cumplen los objetivos del milenio. Se han reducido los programas de Cooperación y al tiempo se explota a países africanos. Sólo hay una política común que es cerrar fronteras (se buscan fórmulas para evitar las consecuencias, pero no las causas). Europa explota a los países del sur y a la vez les pone barreras.
La consecuencia directa de todo esto es que, si no somos capaces de resolver los mecanismos de la inmigración legal, difícilmente podrá resolverse el problema de la inmigración ilegal. En este momento los derechos humanos sucumben ante la necesidad de imponer el orden público interno y a más abundamiento, nuestras actuales políticas llevan inexorablemente a inmigrantes y refugiados, a la exclusión social. El refugiado va a entrar de lleno en la economía sumergida.
El gran problema que se plantea es que nos están llegando seres humanos y dada la situación de crisis que tenemos ¿qué hacemos? ¿los confinamos cerrando herméticamente nuestras fronteras o les prestamos ayuda humanitaria?. He aquí el dilema.