Desde el momento en que usted accede a aplicaciones llamadas gratuitas, como Facebook, Twitter, Instagram, Google u otras, tiene que saber que en la red nada es gratis ya que usted al utilizarlas, está aceptando expresamente que como pago va a ceder todos sus datos e incluso los de sus contactos personales.
En este gigantesco mundo de los datos que millones de ciudadanos facilitamos a las redes, resulta ilusorio pensar que nuestra privacidad, seguridad o libertad, van a estar garantizadas, ya que en realidad lo que estamos facilitando a los gigantes de internet la posibilidad de que vigilen de modo implacable nuestros datos, nuestros hábitos, nuestras costumbres y nuestra vida en definitiva. Lo que persiguen estos gigantes tecnológicos es construir perfiles masivos de usuarios para después hacer con ellos grandes negocios. Desde que hacemos click y aceptamos la instalación de galletas (cookies) en nuestros ordenadores domésticos, estamos aceptando que sus sistemas rastreen nuestros hábitos de navegación y vigilen todos los movimientos que hacemos por las redes.
A título de ejemplo, por lo que he visto, al día de hoy Google procesa 24 peta bytes de datos diarios, que más o menos equivalen a 260.000 km de estanterías de libros, o 2,8 millones de películas de alta definición. El propio presidente de Google dijo públicamente: “sabemos dónde estás, sabemos dónde has estado y podemos saber más o menos lo que estás pensando”.
Otro ejemplo: Facebook procesa más de 10 millones de fotos que los usuarios colgamos diariamente y más de 400 millones de comentarios. Con ello, este gigante tecnológico puede hacer infinidad de predicciones sobre los comportamientos de sus usuarios e incluso llegar hasta el extremo de poder determinar con una gran fiabilidad que un usuario va a separarse de su mujer, incluso antes de que él tome esa decisión. ¿es posible esto? Pues sí. Sólo basta analizar como ese usuario empieza a mantener otros contactos ajenos a su círculo de amigos habitual y cómo empieza a mantener intercambios de mensajes y fotos, de modo frecuente con otra persona.
Hoy en día con el llamado big data (tratamiento de datos masivos), los gigantes tecnológico, la banca o las grandes empresas, analizan ingentes masas de datos para sacarles el mejor partido y conseguir más y mejores beneficios en sus negocios. El big data analiza las formas en que vivimos, cómo, en qué o donde trabajamos e incluso como pensamos. Y Todo esto se obtiene a través de toda la información que dejamos en las redes.
Como todo el mundo sabe, los grandes emporios tecnológicos que teóricamente ofrecen sus servicios de modo gratuito, consiguen ingentes beneficios, o bien a través de su venta a otras entidades, o en otro caso comprando otras empresas que ofrecen servicios que les interesan y que van a contribuir a inflar aún más su gigantesco globo. Estas empresas necesitan más y más servicios gratuitos para obtener más y más datos y con ello obtener más y más beneficios.
Es evidente que el modelo de negocio de estas empresas tecnológicas, es espiarnos de modo descarado. Mediante este espionaje basado en el big data, leen nuestros mensajes, siguen nuestros comentarios, analizan nuestras fotos, contrastan quienes son nuestros amigos y como interactuamos con ellos, intuyen cual es nuestro estatus social e incluso tratan de saber cómo pensamos, qué opinamos de ciertas cuestiones o cual es nuestra ideología política o religiosa.
¿Alguien se paró a pensar por qué a Facebook le interesó comprar WhatsApp?. La respuesta es muy sencilla: porque obtuvo los números de teléfono de más de 500 millones de personas y compró también el derecho a escuchar esas conversaciones mediante la lectura de los mensajes que escribimos. Evidentemente no son personas las que hacen estos rastreos. Se trata de ordenadores gigantes que procesan toda esta información para utilizarla después con fines comerciales u otros más inconfesables. Estoy convencido que estos gigantes tratan más datos de nosotros, que nuestro CNI, la CIA americana o la KGB rusa.
Con las actuales tecnologías, el tratamiento de los datos alcanza tanta sofisticación que permite identificar patrones muy fidedignos de personas concretas, que dejan al descubierto por ejemplo sus hábitos de compra, sus opiniones, dónde viven, cuál es su teléfono, su email, su dirección postal, su edad, su profesión, sus amigos y los datos de estos, etc.etc. El big data revela patrones personales, relaciones y comportamientos y esto afecta de modo agresivo a nuestra privacidad.
Es inútil por tanto que protestemos por esa clara invasión de nuestra privacidad, desde el momento en que de modo voluntario, decidimos utilizar esos hipotéticos servicios gratuitos y desde el momento en que, de modo expreso, mediante un simple click, aceptamos abiertamente sus políticas y con ello la utilización de nuestros datos para conseguir ingentes beneficios por su venta. Además, por si fuera poco, como a veces en las redes sociales nos comportamos como auténticos exhibicionistas, contamos nuestra vida en fascículos, colocamos las fotos de nuestros hijos, aunque sean menores y puedan generarse muchos peligros, parece ridículo que después protestemos porque estén atacando nuestra privacidad.
Así que, amigo lector, en internet nada es gratis. Usted está pagando ese servicio, por cierto bastante caro, cediendo sus datos. En la red el producto es usted.