HOY ES SIEMPRE TODAVÍA
El pasado sábado asistí en el Teatro Jovellanos de Gijón al concierto de Ismael Serrano en su gira “Todo empieza y todo acaba en ti”.
Una noche de invierno, tras la semana que nos había asolado, esperaba encontrarme cuatro fieles que hubiéramos decidido emplear nuestro tiempo en recordar y seguir viviendo cerca de la música. Además del tiempo, 27 € euros por cabeza, en estos momentos en que fuera la tormenta arrecia mañana y tarde, podrían echar para atrás a cualquiera.
Primera sorpresa: teatro a tope. Cola en la taquilla y cola a la entrada. Nada más entrar, mi segunda impresión fue hallar gente joven, muy joven, sentada a mi lado. Un grupo de chicas de no más de veinte años, otro grupo de chicos de veintipocos, parejas de veinteañeros sueltos entre las butacas…
A partir de aquí, uno pasa del mundo real al mundo utópico en que te sume este madrileño. Se ganó nuestros 27 euros y otros tanto que nos hubieran pedido. Hace muchos años que uno no asistía al un concierto de tres horas y diez minutos sin bajarse del escenario. Y el tiempo no existía. Eran canciones de las que el público cantaba en el mismo momento en que se le daba una oportunidad, unidas a un diálogo fluido con el auditorio, una complicidad que nació en el primer minuto y concluyó, cuando, ya de domingo, cantó una vez más aquel “Papá cuéntame otra vez” que escuchábamos cuando vivíamos en otro siglo, aquel tan duro que ahora añoramos.
Sigo a este curioso tipo desde hace quince años. Desde que él vagaba por un garito madrileño llamado “Libertad8”donde algunos, de provincias, aprendíamos música, literatura y vida a grandes tragos nocturnos, con oscuros maestros que no conocían el sol, y a los que acabamos viendo tras escenarios, en la pantalla de nuestras televisiones, en las grandes galas de premios literarios ….
Desde entonces, a su lado, a uno le ha dado tiempo a crecer, a descreer, a enamorarse, perderlo todo, y volverse a enamorar. A pertenecer a mundos que había jurado ni conocer y salir de ellos sin más daño que el tiempo mal invertido. Ahora ambos frisamos la cuarentena, y quizá, más que nunca, seguimos creyendo.
Ideológicamente, nos encontramos uno en cada Polo. Pero mi admiración es sincera, y lo seguirá siendo aunque tenga que encontrarme con puños en alto, o alabanzas a un guerrillero loco que mataron en Bolivia, conceptos que, a la luz de este mundo que enfrentamos, son decimonónicos. Acaso bonitos para recordar, pero ya inútiles para la vida cotidiana.
No obstante, hay poetas que cultivan el único lenguaje que nunca pasa de moda, que no tiene fecha de caducidad, que cada día es actual. Porque, en este mundo que se desmorona a nuestro alrededor a ratitos, y en el que seguimos luchando cada día, hay cosas que aún nos dicen que todo merece la pena. Echo de menos algún estudio de esos curiosos, dela Universidadde Pensilvania, u otra que nos suene igual de exótica, en el que se nos confirme un dato que nos permita seguir respirando: cada minuto que pasa, en el mundo, una persona se enamora de otra.
Y por eso, porque este cantautor domina el lenguaje del amor como pocos, porque con él se nos ha ido pasando la vida sin darnos cuenta, porque su banda sonora nos la ha hecho más liviana, porque mientras que uno está enamorado sigue vivo, continúa siendo un maestro.
Son 15 años tras sus pasos. Quince años creciendo a su lado y madurando como lo ha hecho su música. Y enamorándonos de todo lo que a nuestro alrededor merece la pena.
Definitivamente, alterando, en aras a la coherencia, el verso de Machado, mientras siga habiendo música que nos enamore, hoy, seguirá siendo todavía.