MERCADOS NAVIDEÑOS
Hace apenas cuatro años, cuando todos éramos ricos, cuando el trabajo y el dinero no eran una preocupación, sino un obstáculo o algo que se encontraba en nuestros bolsillos sin mucho esfuerzo, unos amigos planearon un viaje a los tradicionales mercados navideños del norte de Europa.
El viaje finalmente no pudo realizarse, porque los controladores (o los pilotos, o los sobrecargos, o ya no sé bien quién era el culpable esta vez ) de Iberia se empeñaron en hacer una huelga en esas fechas y trastornaron todo el espacio aéreo antes de Navidad. Lo que sí recuerdo era que la ruta comprendía 11 días, partía de cerca de Berlín, visitaba pueblos del norte de Alemania, para luego pasar a la tradición suiza, recorrer algunas villas emblemáticas de Chequia y acabar en Austria, en un precioso pueblo de montaña con un mercado de casi 500 años de historia.
De aquellos amigos que en su día planeaban un viaje precioso hoy la mayoría no tienen trabajo, pero siguen teniendo niños e hipoteca. Otros están en ERE y dan gracias al cielo por trabajar media jornada. Sus parejas hace tiempo que ya ni sueñan con encontrar un empleo y miran diariamente los anuncios en los que, o bien no hay nada, o bien no hay nada. Esta es la oferta cotidiana.
Los que aún tenemos la suerte de trabajar, lo hacemos más por la fe en que este país necesita que nos levantemos todas las mañanas y vayamos a luchar al foro de los tribunales que, en ocasiones, por el pago que recibimos por ello. A todos nos asola un virus pseudodepresivo para el que aún no se conoce antibiótico dispensable.
Pero lo que nadie nos va a quitar son las ganas y la imaginación. Ni las fuerzas para seguir pensando que todos los días sale el sol y habrá un día en que no se ponga, o cuando lo haga, nos volverá a coger con el mojito en la mano, acompañados de buenos amigos.
Así que uno de aquellos que ahora malvive ha decidido que, para tiempos extremos, soluciones extremas, pero en casa no hay nada que ver, y la vida está en la calle, junto a aquellos que quieres. Y si hay que tomar una caña entre tres, pues se toma. Y si hay que llevarse el bocata, a nadie se le caen los anillos.
Y por eso este fin de semana había mercadillo navideño enla Iglesiade San Lázaro y otro en Colombres, preciosa villa llanisca casi en el límite cántabro, famosa por su feria de indianos. Y creo que el fin de semana que viene otro en San Claudio y en Colloto. Y otro que hacen los niños de un instituto para pagar su jefe de estudios en el centro de Oviedo ….
Así que, para los que tengan esperanza y sigan queriendo vivirla Navidad, siempre hay hueco. Y si eso lo completan con la lectura de la novela o la visión de “Grandes esperanzas”, puede hacer una Navidad plena y por poco dinero. Porque esta situación podrá quitarnos muchas cosas, pero seguiremos inventando.
Dice Luis García Montero en su libro “Mañana no será lo que dios quiera” que, “para seguir viviendo, hay que aprender a aplazar los desenlaces”
Pues lo aplazamos, no pasa nada. Vendrá otro tiempo y seguro que otras navidades, pero esta no nos la quita nadie.
Y los mercadillos del norte de Europa van a seguir ahí toda la vida. Los nuestros quizá no, porque sus niños crecerán. Aprovechemos pues los malos momentos para buenas experiencias. Aunque no lo crean, nos lo merecemos.