COMUNICADORES
Les voy a contar una intimidad: este que les habla ama el periodismo desde niño. Quizá juntar unas líneas ante ustedes dos veces por semana, con mi pequeña colaboración a contar cosas, no es sino un pequeño sueño cumplido. Siempre he pensado que el arte de transmitir a los demás lo que pasa, poder hacerse eco de las orilladas voces de muchos para que otros las conozcan, o dar una opinión concreta, siempre arriesgada, es el pequeño aporte de cada uno a la pluralidad de la que estamos hechos, porque somos muchos, y como tales, cada sensibilidad cuenta. Eso es y ha sidola Historia, la suma de muchos pareceres, la adición de ideas para formar una mejor, el grupo que se nutre de las sensaciones puestas en común.
Pero tengo que confesarles que estoy bastante decepcionado últimamente. Creo que algunos comunicadores han puesto por delante de su labor obligada el carnet que algún día adquirieron y que, digan lo que digan, nunca devolvieron.
En radio, he tenido que dejar de escuchar la cadena SER en la mañana. Pepa Bueno, a la que seguí como periodista objetiva en TVE, se ha tomado su papel de azote del Gobierno tan en serio que sume en la depresión a cualquiera. Destina media hora de su programa, al inicio de cada hora, a eso que llama “radiografía de la crisis”, en la que nos narra casos espeluznantes de gente que lo está pasando realmente mal. El mérito periodístico es nulo. Yo puedo contarle casos de mucha gente que lo está pasando mal, cercanos a todos nosotros, pero la gente sigue creyendo que hay que seguir creyendo. Pepa Bueno no, al parecer. Ha decidido que es mejor dejarse llevar por la corriente. Yo creo que solamente el pez muerto se deja arrastrar.
Admiro sinceramente a Jordi Évole, pero creo que su programa se ha convertido en una farsa. También es sencillo criticar en el caldo de cultivo de la depresión económica, los casos de corrupción, los edificios sin equipamientos… Sumarse a la marea de la depresión es sumamente fácil, pero sumamente inconsciente. La labor de un comunicador no es tirar de lo evidente para llenar una parrilla. Su trabajo ha de ser innovar, y, en la medida de sus posibilidades, ayudar a cambiar cosas. Todo lo que no pase por eso no permitirá que nadie pase a la historia sino como uno más que tampoco creyó. Que pidió meter la mano en las heridas, porque si no, no apostaba. Pero seguro que pedirá subirse al auto cuando consigamos cambiar el tractor por el Ferrari.
En la otra orilla las cosas no pintan mejor. El otro día vi cómo se condenaba sin juicio al líder del Sindicato de Estudiantes porque no estaba matriculado de nada. En Intereconomía se le lapidó sin posibilidad de defensa.
Y en esa otra orilla me llamaba la atención Jesús Cintora, un periodista ex -cadena SER, que acudía a medios donde le zurraban dialécticamente sin mesura. Me preguntaba qué podría motivar que alguien se sometiera diariamente a tal pesadilla. Por un momento pensé que era de los que seguía creyendo que del debate sano pueden salir puntos de unión. Lamentablemente no, solamente se postulaba. Ahora se le paga con un puesto en una cadena amiga de los que le mandaban a recibir palos.
Se lo digo en todos los ámbitos, todos los días, y no me cansaré de repetirlo. Mientras no creamos que somos el motor de esto, nos seguirá pasando por encima. Y todos los días pedimos que los grandes poderes de este país nuestro (el bancario, el jurídico) se entiendan, e incluso demandamos un gran pacto de Estado a nuestros políticos para salir del agujero.
Y visto lo visto, y sabiendo que hay muchos periodistas – el 99 % – de los que cada día se sientan al ordenador de su periódico, delante de su micrófono en la radio, o frente a la cámara, son conscientes de que tienen que contar las cosas, pero pueden hacerlo de un modo positivo, estimulando a los demás para que tengan algún tipo de aliciente en las mañanas que nunca amanecen, ¿acaso no nos merecemos un gran pacto de estado de la comunicación? . ¿No somos capaces de apartar ideas políticas para jugar todos en el mismo equipo?. Creo que sí, que debemos y podemos.
Mientras tanto, los que no quieran sumarse al proyecto, que no cuenten con mi tiempo. Cambiar de canal es fácil. Poner a Ray Charles en el CD da mucha más paz que cualquier agrio debate del que, me temo, no vamos a sacar conclusión alguna, porque algunos no quieren que lo hagamos.