… Y CERVERO HIZO LA GALLINA
Vivimos tiempos de tribulación. Y, por suerte para nosotros, los vivimos en una gran ciudad, pero una ciudad cara. Los números que el pasado domingo exponía EL COMERCIO nos indican que las cosas suben, que nos cuesta más pagar servicios públicos (IBI, impuesto de matriculación, Escuelas, Transporte) o privados (el taxi, una caña, un libro), pero nuestros bolsillos cada día tienen menos. Y nuestras cuentas corrientes dejarlo de serlo hace tiempo para convertirse en cuentas estancas o cuentas descendentes.
Pero si es difícil ser ciudadano en estos tiempos, entiendo que ser gobernante no ha de serlo menos. Sé, por mis amigos que ocupan esa posición, que administrar en tiempos de miseria es un ejercicio sumamente ingrato. Repartir donde no hay es magia, no política. Abrir la caja cada mañana y verla tan vacía como la tarde anterior es una labor complicada. Y, a mayor abundamiento, pedir esfuerzo a tus conciudadanos, una labor de escasa o nula rentabilidad política.
Pero tenemos que mantener nuestras calles y nuestros servicios, porque por ellos también se nos conoce, y por ello nos visitan. Y si dejasen de venir las hordas de turistas que han puesto Oviedo a la cabeza de Asturias en el ramo, nuestros hosteleros se verían abocados al cierre, nuestros taxistas a dejar el coche en casa, nuestros comercios a colocar el cartel de “Se trapasa”.
Y soy el primero al que le duele “poner la pasta” cada vez que me llega un tributo. Ahora, este mes, la viñeta del coche, y casi sin recuperar el resuello, el IRPF. A continuación las trimestrales del IVA, y cuando venimos vacíos del verano, nos toca el IBI. Llega el final de año con el impuesto de sociedades y nos damos cuenta de que corremos y corremos solo para poder llegar al día siguiente.
Pero no hay otra opción. Hubo un tiempo en que pagamos las rondas de todo el bar sin ni siquiera mirar el ticket. Ahora apenas pagamos lo nuestro, pero tenemos que mantener lo que es de todos entre todos. Porque tiene que seguir habiendo becas para comedores escolares, porque las calles tienen que seguir con las baldosas puestas, porque, en definitiva, no podemos dejar caer nuestra ciudad o nuestra región.
Cuenta un relato de Mario Benedetti la historia de un uruguayo que lo tuvo todo y lo fue perdiendo. Sumido en el marasmo de la atonía de una realidad que cada día se le revelaba más adversa, se prometió a sí mismo que mantendría la dignidad intacta. Y guardaba sus escasas monedas, que recaudaba con esmero, para comprar un traje nuevo cada vez que podía. A base de mantener su aspecto incólume a la adversidad, una mañana le llamaron para una entrevista de trabajo en una entidad bancaria a la que siempre había aspirado. Recuperado su trabajo y su dinero, cada año nuevo regalaba sus trajes a los mendigos de su barrio.
Así que, mientras nos toque limitar lo que podemos gastar, al menos mantengamos lo que tenemos en estado de revista para quienes invierten su también escaso dinero en acudir a conocernos. Y, con un poco de suerte, el mes que viene estaremos mejor, y el año que viene sacando la cabeza. Y dentro de nada, con nuestro traje nuevo, nos llamarán a todos para la entrevista de trabajo soñada e incluso tendremos sobrante para regalar nuestros trajes (y algo más, sin duda) a los que aún lo necesitan.
Y, mientras tanto, nos quedan los goles de Diego Cervero para animarnos el mal sabor de boca de los mordiscos de realidad. El sábado pasado, mientras el goleador de nuestro Real Oviedo hacía la gallina, ese gesto tan característico de celebración de sus tantos que pronto tendrá copyright, todos los que veíamos el partido en una tarde en la que fuera lloraba y tronaba como si el cielo se diera cuenta de que el clima puede ser tan horrible como la realidad, nos olvidamos un rato de todo lo que no fuera esa camiseta y ese escudo.
Mientras que todo lo bueno llega, de momento, necesitamos que Cervero siga haciendo la gallina para que la saliva nos siga pasando por la garganta.