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Iván de Santiago González

Lecturas Voluntarias

100.000 SONRISAS Y UN CAFÉ PENDIENTE

 

 

 

            El cielo de Asturias parece el de Mordor, me decía un amigo el otro día. Se mire cuando se mire, siempre hay una nube negra, una tormenta a punto de llegar, unos rayos lejanos que pueden caer desde Luarca hasta Llanes …

 

            Y es que, como ya he comentado en alguna ocasión, creo que el clima está triste, como el país, como la región, como nosotros. Porque tenemos pocas alegrías que echarnos al coleto, porque las noticias de cada mañana no nos ayudan a sonreír.

 

            No obstante, esta semana sí. Por fin hay algo bueno entre tanta negrura perenne. Casi cien mil parados han encontrado trabajo el pasado mes. Casi cien mil personas se han sentido útiles, y han encontrado a alguien que les valora, y que pone en sus manos su empresa a cambio de que, a fin de mes, puedan llevarse a su casa un salario digno con el que pagar la hipoteca, los coles de sus hijos, ropa nueva, un juguete, una cena con su pareja …

 

            Si bien es cierto que en Asturias el ritmo de colocación ha sido la mitad que el del resto del Estado y también que la mayoría de los contratos son temporales (un contrato es un milagro, así que quien hace un indefinido está próximo a la beatificación), lo único que sé es que hay cien mil españoles que este mes han sonreído, y que estoy seguro que hacía mucho tiempo que no recordaban cómo se hacía.

 

            Y mientras tanto, este país tan egoísta y tan cainita, que siempre ha tenido envidia del otro, recelos hacia el diferente, miedo a los cambios, parece que empieza a asumir que este tsunami que hemos padecido tiene que cambiarlo todo. “Todo tiene que cambiar para que nada cambie”, que decía el gran maestro Lampedusa en “El Gatopardo”.

 

            Y las cosas cambian. Hemos aprendido a ser solidarios. A compartir lo poco que tenemos. A necesitar menos, a dar más.  Esta semana, mientras paseaba por Madrid a la espera de acudir al aeropuerto donde cuesta más un billete que una entrada al Royal Albert Hall, entré a tomarme un café y observé una enorme pizarra que contenía un montón de rayas bajo el título “Café pendiente”. El número final era de 85.

 

            Al preguntar qué significaba, me explicaron que era una iniciativa solidaria en la que una persona se toma un café y deja pagado otro para quien no puede pagárselo. La persona sin recursos que acude a la cafetería mira la pizarra y se toma el café que otro le ha dejado abonado.

 

            En el aeropuerto estudié un poco el origen del “café pendiente”. Nació el siglo pasado en Nápoles. Cuando alguien tenía algo que celebrar dejaba un “caffe sospeso”. En 2008, la iniciativa se recuperó de modo solidario para pagar café a quien no pueda sufragarlo.

 

            En Avilés ya hay dos establecimientos que lo practican y en Gijón al menos uno. Al llegar a Oviedo llamé a un amigo hostelero, al que la iniciativa le pareció tan apasionante como a mí.

 

            El lunes empieza. Él pone los cinco primeros.

 

            Si les parece, el resto, los vamos pagando entre todos ….

 

 

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Sobre el autor

Abogado y escritor. Grafólogo. Presidente de la Sociedad Asturiana de Grafología. Profesor de la Escuela de Práctica Jurídica y del Máster en Abogacía de la Universidad de Oviedo. Autor de cinco novelas publicadas y ganador de varios premios de relato. Exconcejal del Ayuntamiento de Oviedo en el período 2007-2011.


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