He seguido con atención el extraordinario sondeo turístico que nos han ofrecido las páginas de EL COMERCIO durante esta semana. Gran trabajo divulgativo que no adulo por compartir estas mismas páginas, sino por su mérito intrínseco. Si otros lo hubieran hecho, lo diría del mismo modo, pero no, otros no lo han hecho. Seguro que hay otras cosas que contar, digo yo. O, al menos, dicen ellos.
En resumen de los muchos datos que hemos visto, los foráneos adoran Asturias. Quien la conoce la venera, y quien no la conoce, quiere venir. Pequeñina y galana como su patrona, esta tierra de un millón de afortunados es reconocida como paraíso natural por quienes nos visitan.
Así que el turismo seguirá siendo uno de los motores económicos de la región, acaso de los pocos que nos quedan. Con la minería en crisis desde hace decenios, la construcción desaparecida, el tejido de pequeña y mediana empresa descosido en pequeños puntos, solamente nos queda apelar a los establecimientos hosteleros y hoteleros que siguen haciendo una apuesta, a costa de su bolsillo, por esta tierra nuestra.
Y del propio sondeo extraemos que quien viene a vernos, lo hace “a pesar del Gobierno”. El efecto de las campañas de publicidad institucional es nimio. Quien conoce Asturias lo hace por recomendación de familiares o amigos. El “paraíso natural” corre de boca en boca, pero también lo hacen la “Cantabria infinita” (la región cuyo turismo rural más ha crecido en el último lustro) o la “Galicia calidade” que nos circundan.
Sin unos billetes de avión a precios que se puedan contar sin rubor, con una ladera de Pajares que se empeña en alejarnos de la alta velocidad, y con el abandono de las carreteras locales, tenemos turistas de milagro. Con Covadonga, nuestra bandera, apagándose poco a poco y languideciendo en el tango del olvido, algún día nos arrepentiremos de no cuidar esto que nos ofrece una orografía majestuosa, con playas y montañas sin equivalente en Europa.
Así que es hora de reclamar un esfuerzo de nuestro Gobierno regional por nosotros mismos. Una apuesta segura que recupera cada euro que gasta. No es suficiente ir a FITUR a comer una fabada. Los hosteleros precisan un goteo de iniciativas y de actividades que ahora ellos mismos se ven obligados a organizar y costear, a mayor abundamiento de seguir pagando las nóminas de sus empleados y seguir abiertos, confiando en que algún día escampe.
Siempre admiré a Pedro Garfias, el poeta salmantino que escribió “Asturias” (que luego musicaría Víctor Manuel para hacerle famoso) y que dicen que nunca conoció esta región, sino que escribió lo que algunos asturianos le contaban allá en el exilio forzado dela GuerraCivil.
Es difícil que surja otro maestro similar que hable de Asturias sin conocerla, y los poderes públicos autonómicos no pueden permitirse una ceguera voluntaria para nuestra región, porque la de Garfias era forzosa.
Quizá ya tengamos poetas que hayan contado las maravillas de nuestra tierra allende los mares, pero ahora merecemos que se difunda el mensaje de la patria por quienes están obligados a hacerlo. De recibir a los visitantes con mesura, agrado, servicio y valentía ya nos encargaremos nosotros. Los asturianos siempre han sido valientes, y siguen saliendo sin paraguas ante el chaparrón.