Hay que ser muy valiente en estos tiempos para intentar, siquiera, vivir de lo que a uno le gusta hacer. Ya saben, decía Ángel González que pocos habían visto la esperanza, pero que donde la vida se doblega nunca se encontraría. Hay pocos que conozcan a otros pocos que intenten semejante gallardía.
Y más aún, titular un disco, “La vida solucionada”, se convierte en una osadía que, a la mínima, te convierte en desgraciada portada de periódico. Así que, “tal como está todo” hay algunos que siguen pensando que la crisis es la hora de los valientes y siguen apostando porque hacer las cosas que creen que deben hacer nos ayudará a salir de ésta.
Pues pásmense ustedes que hay un ovetense que lo intenta. No hace falta irse a Burundi, India o Nepal. Hay un músico ovetense, llamado Pablo Moro que enfrenta la crisis con sonrisa y con música. El pasado viernes le vi, rodeado de su banda, “Los chicos listos” (han de ser listos para seguir dedicándose a la cultura en el temporal económico que vivimos) en el concierto inaugural de su nueva gira en Oviedo.
Fuimos a buscar un ratito de tranquilidad y salimos con el alma llena de poesía cubierta de rock and roll. Sigue siendo aquel individuo simpático que hace unos años hacía música madura en la adolescencia y ahora, más de un decenio después, ha descubierto que no hay nada como contar lo que a uno le pasa para que los demás lo entiendan, porque a ellos también les pasa. Porque muchos han perdido familiares, porque muchos han llenado sus vidas con niños, porque, al fin y al cabo, y pese a todo, todos queremos seguir creyendo que “el amor no es un camino, es una forma de caminar”.
Allí nos contó que la gente de su tierra siempre está triste, porque nunca vio salir el sol sin que al final lloviera, lo cual padecemos en este eterno invierno al que nos condena nuestra verde Asturias, o que todo el mundo tiene derecho a conocer esas flores extrañas que salen en el Postigo, sí ese, el que piensan ustedes, el que une el barrio deLa Tenderina con Santo Domingo, rodeando la antigua muralla histórica (de ahí su nombre de puerta o postigo) y que, por mor de un tipo que se empeña en hacer música, van a poder conocer en Cartagena, en Tui, en Girona o en Gibraltar, pues allí, pese a o que digan, se escucha música en castellano y se habla el español con acento dela Línea dela Concepción.
Sigo encontrando en cualquier expresión cultural el remanso que nos permite salir de la realidad que nos deja la boca llena de arena. Un concierto es de esos pocos lugares donde nadie habla de preferentes, deuda pública, ejecución forzosa del crédito hipotecario o de los nuevos amigos que han sido colocados en la mayor empresa de España, el INEM.
Pero si encima puedo contarles que hay un ovetense, un osado, acaso un loco, que sigue haciendo música y exportando esta ciudad y esta región, uno sale con una sonrisa y los oídos dormidos, lo cual también es una ayuda para no escuchar algunas cosas que se dicen fuera. Esto es “marca Asturias” en prosa y en verso.
Quizá el sueño de todos sea esa “vida solucionada” que ahora vemos tan lejos. Pero quizá nos hayamos olvidado de ver las flores del Postigo, meternos el río en el que pescaba nuestro padre, decirle cosas a nuestros hijos mientras están dormidos, o de que la vida, cada mañana, es volver a “empezar de cero”.
Y nos acordamos de esas cosas cuando nos pasa algo tan duro que ya no nos permite volver atrás. Y ese es un lujo muy caro, porque otros tendrán los relojes, pero nosotros seguimos teniendo el tiempo. Así que es de agradecer que osados músicos locos nos sigan recordando que la poesía está allí donde la busquemos, en la cuna de una niña o en las truchas furtivas de una cesta de cualquiera de los ríos de esta región que nos pertenece y nos acoge.