Vivimos tiempos de tribulación. Y de comparecencias.
Todo el mundo pide la comparecencia de alguien. A cuenta del escándalo Bárcenas los demás grupos políticos piden la comparecencia del Presidente de Gobierno. Enla JuntaGeneraldel Principado se pide la comparecencia del Presidente. En Andalucía se solicita que comparezca Griñán, y este comparece, hace una peineta y dice que se va. A Munar, la expresidenta de las Islas Baleares, le pidieron que compareciera, pero ante la autoridad judicial, que la mandó directamente a prisión. Hasta en mi comunidad de propietarios se solicita que comparezca el portero en la próxima reunión. Seguro que forma parte de alguna trama organizada de tráfico de productos de limpieza.
Es decir, aquí todo el mundo quiere que alguien comparezca. Todo el mundo quiere ver a los que mandan, en cualquier sector, explicando lo que ellos consideran que deben explicar. Se piden comparecencias, e incluso se amenaza con mociones de censura en caso de incomparecencia. Son tiempos en los que el que pide se cree con motivo a que se atienda lo que dice. Y si no, a gritar. Mi pobre portero está temblando. Se comenta que ha contratado asesores externos para responder al turno de preguntas.
Pensaba yo en esto a mitad de esta semana cuando subía caminando por la calle Toreno con mi uniforme de faena. Ya saben ustedes, traje, corbata y el maletín lleno de documentos. A la llegada ala PlazaGeneralOrdóñez miré el termómetro que se encuentra en su centro: 33 º centígrados a las cuatro menos cuarto. Enla Plazade Castilla he visto 34º a la una del medio día. En una farmacia del barrio de Santo Domingo, 32º a las dos y media. En Blade Runner afirmaban haber visto naves ardiendo más allá de Orión. Yo contaré a mis nietos que he visto los termómetros de Oviedo pasar de los treinta grados durante tres semanas consecutivas.
Y mientras subía Toreno con la camisa pegada al cuerpo y la corbata ahogándome, tuve un recuerdo repentino, y no cariñoso, para los meteorólogos. En especial para los meteorólogos franceses. Ese grupo que se pasó toda la primavera anunciando que íbamos a tener el peor verano dela Historia.Queno se tenían registros de tiempo tan adverso y que nos fuéramos preparando para pasearnos en agosto con plumífero. No iba a haber verano y los mamut iban a volver a pasearse por Asturias. La enésima parte de los pingüinos de Madagascar se iba a rodar en Colloto.
Me acordé mucho de ellos la semana pasada, la anterior, y esta misma. ¡Qué sabios!. Estos son los mismos que hundieron las reservas hoteleras de toda la cornisa cantábrica a cuenta de la nueva glaciación que venía a asolarnos. Los mismos que, con coloristas gráficos en sus manos, nos preveían un verano inexistente.
¿Y nadie pide su comparecencia? ¡Que expliquen ya de dónde sacaron tan erradas conclusiones!. Yo pido su comparecencia inmediata, donde sea, donde tengan que explicar cómo se puede ser tan trilero.
Han de saber ustedes que hay una enfermedad psicológica diagnosticada, la de aquellos que odian y tienen temor reverencial al número 13. Triscaidecafóbicos se les llama.
Yo, desde este año, odio y tengo temor reverencial (vistas sus predicciones) a los meteorólogos franceses. ¡Hala, que le pongan nombre a mi padecimiento!