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Iván de Santiago González

Lecturas Voluntarias

DE POLÍTICA Y FÚTBOL

 

 

            Usted o yo, humildes empresarios del derecho, la arquitectura, la fontanería, o la hostelería, estamos obligados a pagar a nuestros proveedores. Esta frase tan sencilla es la dolorosa verdad el día 25 de cada mes. Si usted o yo impagamos, demandan a nuestra sociedad ante el juzgado, la condenan, y, si no tiene bienes libres con los que hacer frente a dicha cantidad, nos convertimos en responsables solidarios con ella del impago, debiendo responder con nuestro patrimonio. Si el impago que asumimos es de la Hacienda Pública o la Seguridad Social, que venga Dios a vernos, porque la cosa va aún más rápido, nos embargan aquello que tenemos y que quizá algún día pueda ser nuestro, y palabras como fraccionamiento, aplazamiento o dilación son de las que se hundieron en el mismo barco que llevaba otras como bonanza, crecimiento o burbuja económica.

 

            Sin embargo, ya sabíamos que no todos somos iguales. Que el Estado lleva tolerando durante decenios que los clubes de fútbol dejen de pagar sistemáticamente sus obligaciones, incluso con el propio Estado, y que se ha mirado para otro lado. En un estudio reciente, creo que tres clubes de primera división soportan un examen bajo la lupa de la ley de sociedades de capital,  y de segunda división para abajo, el examinador se marcha llorando porque no puede ni ver aquello.

 

            Ya se sabe, el fútbol, la droga del pueblo. Quién va a asumir el riesgo electoral de meterle mano al auténtico alter ego de millones de españoles, que luego, una vez descendido su club o incluso desaparecido, tienen que ir a votar al partido que se lo cargó. Desde que ha llegado Montoro al Ministerio parece que se han hecho cosas para recaudar de los clubes de fútbol, pero sin duda debería hacerse mucho más, incluso hacer desaparecer a todo aquel que no esté en condiciones de estar en el mercado.  Las sociedades que no pueden pagar son un riesgo para el mercado. Con usted y conmigo no habría tantos miramientos, estoy seguro.

 

            Pero es que ahora hemos descubierto que hay otra fosa común con cientos de cadáveres enterrados: los partidos políticos. El Tribunal de Cuentas publica en estos días los datos y son estremecedores. Diecisiete partidos políticos están en quiebra técnica.

 

            No es que deban algo, que tengan sobreseimiento temporal de cobros y pagos, o que no puedan pagar la nómina pero tengan bienes. No, no, nada de eso. Es que deben hasta el pan del día.   Unió Democrática de Cataluña 11.2 millones de €, CIU 10.1 millones, Izquierda Unida Federal 8.5 millones y si se le suman sus federaciones llega  a 14 millones de €,  y UPD debería 581.000 €. Y así hasta 17.

 

            Visto desde el punto de vista de Asturias, solamente se salvan PSOE y PP.  Es decir, menos los dos partidos grandes, los demás no pagan, y deben más de lo que van a ingresar en muchos años de trabajo. Y eso que su fuente de financiación principal es dinero público.

 

            Nunca seré Ministro, lo tengo claro, entre otras cosas porque cuando me pongo a la tecla digo todo lo que no me gusta, y eso a veces no es comprendido. Pero si lo fuera, tengo claro que, como a los clubes de fútbol pufistas, me los cargo en seis meses. Un partido político no es un nicho que se montan entre cuatro para ingresar, repartir, publicitar, colocar si hay suerte y no pagar a nadie, y menos al Estado, que somos nosotros mismos, y de quien proviene su dinero. Es algo mucho más serio, porque a los partidos políticos les hemos encomendado nuestra representación. El que no sepa respetar las reglas, que no juegue.

 

            Ya sé que alguno me dirá que eso limita la democracia. Pero limita más aún la capacidad del Estado, que tiene que reducir becas, escuelas, carreteras y fondos mineros, porque no había para pagar tanta fiesta. Prefiero poder votar solamente a dos que cumplen lo que la ley les manda, que se recorte un autobús escolar o se cierre un centro de salud o un teatro.

 

            Quizá es que yo, como Juan Ramón Jiménez, siempre he sido de los de una “inmensa minoría”.

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Sobre el autor

Abogado y escritor. Grafólogo. Presidente de la Sociedad Asturiana de Grafología. Profesor de la Escuela de Práctica Jurídica y del Máster en Abogacía de la Universidad de Oviedo. Autor de cinco novelas publicadas y ganador de varios premios de relato. Exconcejal del Ayuntamiento de Oviedo en el período 2007-2011.


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