VIEJOS AMIGOS Y NUEVOS PLANES
Sinceramente, desconozco cómo puede haber gente a la que no le guste la Navidad. Una época del año en la que la gente está contenta, retira de su rostro el perpetuo mohín de desagrado del resto del año, comemos y bebemos en la consciencia de que se nos está permitido, damos y recibimos regalos y, sobre todo, vemos a la familia y a los amigos. La familia, en algunos casos, es prescindible. Los amigos no lo son nunca.
Precisamente el pasado fin de semana compartí mesa, mantel y viandas con viejos amigos. De los que hace más de dos decenios corríamos por el patio del colegio de los padres dominicos. Nos vimos, cenamos juntos, recordamos cosas, nos contamos novedades, nos reímos del pasado y seguimos creyendo en el futuro. Porque, al fin y al cabo, somos aquellos mismos chavales que queríamos comernos el mundo, con la diferencia de que ahora frisamos la cuarentena. Pero con la misma ilusión, los mismos miedos y más responsabilidades. Solo eso. En un mundo que se ha puesto más difícil de lo que nos lo entregaban a nosotros, solamente queda reírse de todo lo que pasó, echar de menos a los que nos dejaron, y levantar la copa para celebrar que seguimos aquí, que tenemos una copa en la mano y un plato en la mesa, y que, dos décadas después, desperdigados por el mundo o por las calles de la ciudad que nos vio crecer, seguimos siendo amigos.
Por eso no puedo entender quien no adore la Navidad. Porque no solamente es tiempo de celebrar, sino que es tiempo de reconciliar, de hacer esfuerzos por comprender, de luchar como siempre, pero con la sonrisa en la boca. Y además, aunque no lo crean, mientras leen estas páginas, este año maléfico que tenía el 13 de número, se está acabando.
Ya empezó anunciándose como un año malo. Y con ese número no podría ser de otro modo. Es como Noviembre, que ya decía mi abuelo, al referirse al frío y la escasez de luz en sus días, que “qué va a esperar uno de un mes que empieza con el día de los muertos” . Pues este, el 13, el que hoy se acaba, ya venía diciendo que poco iba a hacer por nosotros, que no esperásemos mucho de él, y hoy que se va, la verdad es que hasta nos alegra. Porque ha sido largo y duro. De esos años que ha parecido tener 500 días. Con meses de 7 semanas en las que las familias pasan dificultades para poder llegar al final sin caer en bancarrota. Donde se nos han ido grandes personajes como Nelson Mandela y que se acaba dejando al Real Oviedo nuevamente con la esperanza de que los nuevos que vienen sean mejores que los que se fueron.
Pero también ha sido un año de un nuevo Papa, que tiene un aspecto estupendo, donde hemos crecido un poco, no envejecido, que estamos estupendos, y nos hemos convencido una vez más que los políticos no nos van a sacar de los problemas, porque ni siquiera han sido capaces de sacar adelante el Presupuesto del año que viene.
Así que puestos a estar solos, mejor con los amigos y mejor en Navidad. Y ya que se va este 13 tan horrible, puente de plata, como al enemigo que huye, y la firme voluntad de que el 14 será el nuestro, el bueno, siempre mejor que lo que se va.
Con mis viejos amigos de los Dominicos comentaba, convencido, que lo que ya pasó pudo ser bueno, pero nuestro mejor momento siempre está por llegar.
La próxima vez que compren el periódico, será enero del 14. Un nuevo libro aún por escribir. !Y que sepan que vamos a crear una historia de película!