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Iván de Santiago González

Lecturas Voluntarias

CELERIDAD REMOLCADORA

Todos hemos padecido alguna vez la devastadora acción de la grúa municipal. Es cierto, sin duda alguna, que solamente un 3% de las sanciones que se imponen por estacionar incorrectamente prosperan, porque los vehículos retirados es indudable que están mal aparcados pero otra distinta es aquello de la tolerancia, del espíritu español, del “son dos minutos” …

Este mismo cronista que se mete en sus hogares dos veces por semana, siendo Concejal del Ayuntamiento de Oviedo, acudió a un acto oficial en el Auditorio. Eran cinco minutos de presentación, ya saben, así que dejé mi vehículo en la calle Yela Utrilla momentáneamente (ya saben, pequeña calle cuasipeatonal y sin tráfico en un margen del Auditorio, donde estaba SEDES, esa constructora que ahora el Principado de Asturias regala a cualquiera que pase por la acera). Bueno, pues no serían 5 minutos, serían 10, pero a la salida no estaba. Solución única, cogí un taxi, fui al parking de la grúa municipal ubicado en uno de los de Cinturón Verde de Oviedo (sociedad de la que también era Presidente) y desembolsé los ochenta y tantos euros que me pidieron. Me la jugué, y no me salió. Como dice mi padre, apostar y perder, pagar y callar.

El caso es que se los llevan y quizá correctamente, porque la ley lo dice y la ordenanza lo dice, y nadie apela al sentido común. No digo que se permita a un tipo que aparque en la Plaza de la Catedral, pero de ahí a llevarse un vehículo detenido momentáneamente en una línea amarilla con los cuatro intermitentes y que no obstaculiza el tráfico, hay un trecho.

El otro día cronometré a una grúa en la calle José López Muñiz (que, valga la curiosidad, es la calle que se ofrece para el sistema de aparcamiento reservado por teléfono). Entre llegar, decidir, enganchar y llevarse el coche, 1 minuto y 26 segundos. Profesionalmente impecable. En otro orden de visión que no sea la estrictamente jurídica, reprochable.

Pero el colmo se da en la hora de entrada a los coles. Si en algún momento hay que tener tolerancia es a las 9 de la mañana. Cierto que somos unos cafres, que creemos que podemos y debemos llegar hasta la misma puerta del centro para que los niños no se mojen ni pasen frío (así luego cogen las gripes que cogen, porque les esterilizamos y luego los virus tienen el terreno abonado), que algunos creen que las calles peatonales no se hicieron para ellos y que otros aparcan mal y, una vez que dejan a los críos, arreglan el mundo con otros padres a la puerta del centro escolar, mientras fuman un cigarro. Pero esos son la excepción. La mayoría llegan, se bajan corriendo, van hasta la puerta, dejan a sus hijos y vuelven corriendo porque saben que están incorrectamente estacionados o simplemente parados sin llegar a estacionar. Es una maniobra de cuatro minutos. Pero, al ritmo de la grúa, suficiente para cargar tres coches y medio.

El mejor consejero siempre ha sido la mesura. Ni se puede amparar al caradura que cree que la ciudad es suya, ni se puede mandar la grúa a las puertas de los coles. La operación  descrita bloquea el tráfico diez minutos a las 9 de la mañana y otros diez a la salida.

Nos podemos permitir veinte minutos al día de retrasos. Lo que no podemos permitirnos es perder es el sentido común.

Ya saben, el menos común de los sentidos.

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Sobre el autor

Abogado y escritor. Grafólogo. Presidente de la Sociedad Asturiana de Grafología. Profesor de la Escuela de Práctica Jurídica y del Máster en Abogacía de la Universidad de Oviedo. Autor de cinco novelas publicadas y ganador de varios premios de relato. Exconcejal del Ayuntamiento de Oviedo en el período 2007-2011.


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