Hace un par de meses, desde esta columna, titulaba un artículo “NECESITAMOS MÁS LUZ” en el que reflexionaba acerca de que ya los tiempos son lo suficientemente duros, ya la gente anda triste, ya cada mañana nos cuenta más levantarnos, y encima esa pereza nos la abonan con la escasa luz que nos ilumina cada día en esta ciudad Benemérita, Muy Noble, Muy Leal, Invicta … pero oscura.
He comprobado por España que este mal endémico asola a todas las capitales. Hace apenas una semana, abrí la persiana de mi hotel a las 8.35. Ya se habían apagado las farolas, programadas para esa hora, pero la luz solar aún no despunta. Eso convierte las ciudades en enormes sarcófagos donde no penetra la luz. Y dentro de esos enormes sarcófagos vagamos los mortales.
Visto pues que la tristeza no nos la van a quitar, porque las arcas de los munícipes están vacías y quizá no puedan curar las penas propias, como para preocuparse por las ajenas, por mucho que sean las de sus convecinos, tenemos que acudir a otros motivos para entender que el asunto de la luz no es un capricho. Es un derecho.
Resulta que las farolas en Oviedo, las que tenemos iluminando parcialmente porque no podemos pagar más (y les juro que inicialmente lo entiendo, que las cosas no están para fiestas) causan tremenda inseguridad vial. Muchas de ellas encendidas, situadas cerca de pasos de peatones, son una garantía, para ver a quien cruza. A medio gas, en penumbra, se convierten en un auténtico problema. No solamente no ayudan sino que entorpecen la visión.
Y si le da por llover, o simplemente orbayar, cosa que en esta verde región acaece en demasía, la cosa se complica. El suelo se convierte en un espejo de la penumbra, de lo poco que vemos, de lo que no distinguimos. Y no distinguir a un peatón es grave.
Yo mismo, conductor ni peor ni mejor que nadie, ya he tenido unos cuantos sustos recientes a cuenta de la rebaja energética. Pero el otro día, un amigo me comentaba que los peatones de la zona de Prados de la Fuente hacen señas con las manos a los vehículos, porque en subida y con las farolas a medias, da igual que te vistas de fluorescente.
Un atropello la pasada semana en la zona de Los Prados (leve afortunadamente) es un ejemplo más de que no lo estamos haciendo bien, que algo tenemos que cambiar. No sé de dónde tendremos que sacar el dinero, pero es evidente que necesitamos más luz. No podemos permitirnos jugar con la seguridad de nadie, y aunque la medida del ajuste debe asumirse, una vez comprobado que nos jugamos la vida en los pasos de cebra, maestros tiene la Santa Madre municipal para estudiar el asunto y reforzar la iluminación, aunque sea en puntos estratégicos que garanticen que los peatones no deban llevar un megáfono para avisar que cruzan.
Hay cosas que la crisis nos va enseñando a solucionar día a día.