LOS TEJERO, 30 AÑOS DESPUÉS.
Hoy voy a hacer publicidad. Iba a contenerme, pero es que los Tejero me lo ponen en bandeja.
Resulta que tengo en imprenta una nueva novela. Se titula “37 horas de mayo” y estará en librerías el 10 de abril, aunque ya puede adquirirse en ebook en Casa del Libro. Se lo cuento porque en esa novela se narra una nueva versión de lo acaecido en el Banco Central de Barcelona el 23 de mayo de 1981, donde un grupo de 18 atracadores entraron en el edificio y retuvieron a más de 300 rehenes. Desde allí solicitaron la libertad de Tejero y otros participantes en el golpe de Estado que había tenido lugar noventa días antes. El episodio, del que mi generación ni siquiera tenía noticia y las anteriores recordaban de modo difuso, dio lugar incluso a dos comparecencias del Presidente del Gobierno, Calvo Sotelo, a la toma de posiciones de la sexta flota americana y al apoyo explícito de varios gobiernos europeos, inquietos por nuestro futuro inmediato. Incluso los grupos de la oposición pidieron la dimisión del Presidente. El 70 % de los españoles no creyeron nunca la versión del gobierno, según las estadísticas. Y fue enterrándose el asunto, poco a poco, en páginas impares y crónicas ladeadas de los periódicos. 20 años después, el líder del Asalto, apodado “El Rubio” salió de prisión y contó lo que decía era la única verdad. El asalto fue una maniobra político militar organizada por Altas Graduaciones, con participación de la Guardia Civil, y dirigida por el Teniente Coronel Tejero desde prisión.
El resto se lo dejo para que compren el libro, que los autores aspiramos a vivir de aquello que tanto nos cuesta escribir.
El caso es que los Tejero, entre el magnífico fake de Jordi Évole llamado “Operación Palace”, y su animada paella, ponen la novela y el tema de plena novedad. Como saben, el hijo de Antonio Tejero Molina, Teniente Coronel como su padre, organizó una paella en el Cuartel para celebrar el aniversario del golpe. Usó el cuartel para invitar a antiguos golpistas, e incluso relevó a sus subordinados de sus labores policiales (que me parece que es para lo que están) y les ordenó poner la mesa, recoger a los asistentes en sus domicilios y trasladarles para, finalmente, cocinar la paella que iban a degustar los mandos.
También hemos sabido que las prisiones militares a las que fueron enviados los golpistas (Milans del Bosch, Torres Rojas, Tejero …) eran auténticos hoteles de lujo comparables a Paradores. Que tenían plantas enteras para ellos, que recibían visitas y se tomaban un whisky al caer la tarde, con vistas a la ría de Ferrol. Hasta les visitaban “señoritas” una vez a la semana, para aliviar las penurias de la prisión. Dado que estaban en Galicia – los tres pasaron por esa prisión – les enviaban grandes cantidades de marisco que ni siquiera podían comer y entregaban a la tropa.
Esta es la consecuencia de haber intentado destrozar nuestra incipiente democracia. De intentar llevarse por delante lo poco que los españoles hemos construido unidos, sin estar presididos por el ánimo cainita que nos caracteriza. Pero uno, con los años aprende. O eso creíamos. Porque 33 años después, lejos de hacer propósito de enmienda, su hijo organiza una comida para celebrar los fallidos éxitos (oxímoron al canto) de su padre. Y hace años, sin que sirva para aprender, el director de la prisión militar de Ferrol también fue destituido por invitar a comer a Tejero. Se puede decir que todo el que come con Tejero es destituido fulminantemente. Y es escasa sanción, sinceramente, porque si por mí fuera, no percibirían nunca más un solo € del Estado cuyo sistema político pretenden cambiar por la fuerza.
Parece que 30 años no nos han servido para aprender. Sigue habiendo algunos que pretenden homenajear a quienes no creen que todos seamos iguales ni merezcamos lo mismo. Sino que unos están hechos para mandar – siempre serán ellos – y otros debemos obedecer sus caprichos. Triste bagaje para quienes ya hemos vivido tres decenios de democracia y ni conocemos ni toleraríamos otro sistema.
Dado que el tiempo no nos enseña, ojalá la literatura sí lo haga. Si con mis humildes líneas lo logro, aunque sea en escasa medida, me daré por satisfecho.