Parece que no haya pasado nada, pero ha pasado. Algunos quieren que nos olvidemos, pero no vamos a hacerlo. A los que quieren acabar con todo, vienen a regenerar la vida política hasta que la vida política les mantenga, para entonces quitarse los pelos largos y vestir trajes de 2000 €, a esos especialmente, no les gusta que la Reina de España haya venido a Oviedo.
El viernes, prontito, a eso de las siete y media, ya había policía en la calle del Postigo Alto. Amablemente me pidieron mi DNI y me saludaron para que pudiera subir por la calle San José. Tengo que decir que iba a trabajar y no había recordado la visita Real hasta que vi el despliegue. Para los que les moleste, les diré que a esa hora, las ocho menos cuarto aproximadamente, un bar a escasos ciento cincuenta metros del Conservatorio, el Xalabam, conocido after de la noche ovetense, servía copas sin que la Policía realizase intervención alguna. Para los que dicen que se restringe la libertad y esas tonterías, que sepan que llegaba gente para apostarse ante las vallas de seguridad, y el que, tras una larga noche, quería prolongarla, podía hacerlo sin problemas. Aquí el conflicto libertad- seguridad ni siquiera existe. Para los teóricos de la nada, para los catedráticos de ningún doctorado.
Ha venido la Reina de España a nuestra ciudad. Esto ya ocurrió más veces. Muchas, para ser ciertos. Durante los meses de octubre de los últimos veinte años. Pero no era lo mismo. La Reina de España ha venido a nuestra ciudad, que es la suya. Esa donde nació y creció. Esa que vio sus primeros pasos, que albergó sus primeras letras, y que conoció sus primeras experiencias. Eso es lo relevante. Por vez primera, aunque a muchos no les guste, ha venido a Oviedo una reina ovetense.
Una Reina a la que despiezan sistemáticamente algunos que no han pasado por las facultades de periodismo pero sí por las del rencor, la envidia, y la incapacidad para juntar más letras que las que contienen una descalificación. La que pertenece a una institución que ha dotado a los españoles de las más altas dosis de seguridad en el sistema político de su Historia.
Y esa Reina de España, y de Oviedo, llegó a la Corrada del Obispo, donde tantas veces seguro que caminó con sus amigos, y se paró con sus ciudadanos, para saludar, para charlar, para permitir incluso que le hicieran fotos. Para inaugurar después los cursos de la Fundación Príncipe de Asturias con la obertura del maestro Ara Malikian, al que hace algo más de un mes le dedicaba un artículo en estas páginas, celebrando su maestría y su amor por la música, que supo transmitir el viernes a los que asistimos a su charla.
Qué quieren que les diga, para mí es un orgullo tener una reina ovetense. Una princesa de Asturias asturiana, que supo hacer su labor de princesa con resultado excelente y que ahora inicia un reinado que no será fácil, pero que sabe hacer su trabajo y, al mismo tiempo, ponerse unos vaqueros y una camiseta para acudir a un concierto de rock. Para los que dicen que la monarquía es decimonónica, tomen del frasco. Uno ha de ser profesional en lo que haga, todo el tiempo que lo haga, y tener vida aparte, porque sin vida de relación con los demás, perdemos el criterio. Como aquellos que llevan tanto tiempo lejos del mundo real que han creído que pueden convertir el de todos en el suyo, tan lejano, tan injusto y que solo a ellos les gusta. A nosotros nos gustó el viernes la inauguración del curso de esta que es nuestra Fundación. Si no les gusta, ya se lo he dicho más veces, no vayan a sus actos, del mismo modo que nosotros no vamos a los suyos. Pero no. No podrá ser. Les hago una apuesta a la vuelta del verano. A que, un año más, ¿los tenemos a la puerta del Campoamor molestando en la entrega de premios, qué se apuestan?. Esto es libertad, dicen. Poder molestar a los demás con los gritos que les enseñan en oscuros y lejanos campamentos de adoctrinamiento.