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Iván de Santiago González

Lecturas Voluntarias

MAFALDA EN OVIEDO

Hoy me niego a traer angustias a estas páginas. No quiero Ébola, ni Villa, ni tarjetas de CajaMadrid, ni ERES de Andalucía. No quiero penas, que la vida es corta, que decía el fandango. Ver un noticiero es una eterna letanía de ladrones y enfermos, unos que dicen que no lo son (ladrones) y otros que dicen que sí lo son (enfermos), aunque no sepan bien qué enfermedad puedan tener ni si la tienen, la quieren o la evitan.

            Hoy nada de eso. Hoy arte y ejemplo. Hoy resulta que un genio nos visita y nos deja su impronta para siempre, y eso tenemos que celebrarlo.

            Como saben, el último viernes de este mes, Quino recibirá uno de los Premios Príncipe de Asturias. Justo y merecido. Ejemplo de un humor inteligente y maduro, del que todos disfrutamos cada día, que creció con nosotros, y que sigue acompañándonos cada día. He intentado que mi hija de seis años empiece a disfrutar de Mafalda, pero al leerla me hace preguntas que, en este mundo que les estamos dejando, no tienen una respuesta. He decidido confiar en que, aguardando unos años, mi hija lo entienda mejor, haga unas preguntas menos incómodas de la mano de Mafalda y, sobre todo, yo pueda darle alguna respuesta convincente.

            Con ocasión de su visita, la Fundación Príncipe de Asturias encargó una escultura de Mafalda para colocarse en el Parque San Francisco durante los días de los premios. Era una gran noticia, pero ahora tenemos una mejor. Tras un acuerdo con el Ayuntamiento de Oviedo, la estatua se quedará para siempre. De unos 80 cm, pequeña como Mafalda, pero matona. Colorida como ella, vivaracha, y en nuestras calles de modo perenne.

            Solamente hay otra estatua de Mafalda en el mundo. En el barrio de San Telmo, en Buenos Aires, la ciudad de Quino. Nada más. Y algunas grandes capitales la pidieron, pero nunca se autorizó. Ahora el maestro sí autoriza a que Mafalda se quede entre nosotros.

            Así que la gran Buenos Aires y el pequeño Oviedo, que comparten tantas cosas desde los 10.000 km que les separan, tienen ahora otra más, que es Mafalda, y es para estar orgulloso. Desde el enorme Río de la Plata nos envían hasta el Nora a esa niña adulta que plantea cosas que nos acucian todos los días. Pone voz alta a nuestros pensamientos. Pregunta lo que nosotros no sabemos y quizá nunca nos atrevimos a cuestionar. Llama a las cosas por su nombre. Y a los políticos que lo merecen, por el suyo.

            Desde este mes de octubre, Mafalda nos mirará cuando crucemos el Parque San Francisco. Y quizá nos pregunte cosas o nos haga preguntárnoslas, como lleva haciendo cuarenta años de ejemplar envejecimiento con nosotros.

 

            Ya les adelanto que no todas las mañanas tendremos una respuesta, pero quizá podamos volver a verla y responderle más tarde. Será la ventaja de tenerla en casa, entre nosotros.

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Sobre el autor

Abogado y escritor. Grafólogo. Presidente de la Sociedad Asturiana de Grafología. Profesor de la Escuela de Práctica Jurídica y del Máster en Abogacía de la Universidad de Oviedo. Autor de cinco novelas publicadas y ganador de varios premios de relato. Exconcejal del Ayuntamiento de Oviedo en el período 2007-2011.


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