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Iván de Santiago González

Lecturas Voluntarias

MERITOCRACIA

MERITOCRACIA

 

            Dicen algunos que esta sociedad que vivimos es demasiado exigente. El ejemplo es ver los deberes que se encomiendan a los niños de primaria, su paso veinte años por las aulas y las escasas salidas laborales que tienen en sus estudios. Es, la indicada, la postura que mantiene que hay que exigir menos, dotar a todos de lo mismo e igualarles. Eso sí, igualarles por abajo, no por el mérito sino por la mediocridad.

            Leía el pasado domingo en EL COMERCIO que un 6% de los alumnos universitarios asturianos –  es decir, unos 1.300 – no cumplen los requisitos establecidos por el reglamento de permanencia. Es decir, no han superado el número mínimo de créditos en primer curso (12) o no han llegado a los 90 al concluir el tercer curso de estudios universitarios.

            Ya hemos reflexionado juntos en alguna ocasión desde estas páginas sobre la cuestión, y sigo diciéndoles lo que dije en otros momentos, pues mi criterio no se tamiza con el tiempo ni con las duras palabras que me dirigen los que se arrogan la representación estudiantil. Esos que se llaman Sindicato de Estudiantes (de “no estudiantes” diría yo) han propugnado siempre que no haya unos requisitos mínimos para seguir ocupando una plaza universitaria. Que si un tipo se pasa un año en blanco, sin aprobar una sola asignatura, o tres cursos sin aprobar el mínimo (ya exiguo) de 90 créditos, tiene, no obstante, una especie de derecho divino a seguir apostado en un pupitre viendo pasar la vida desde el confort de la institución universitaria.

            Frente a ellos, algunos, muchos de los cuales se encuentran en la propia institución y pasamos como profesores por ella y vemos las cualidades del alumnado, , pensamos que el mérito es lo que ha de primar, que hay que forzar a los estudiantes a profesionalizarse como tales en los años que pasan por la institución, y que quien no cumpla el estándar mínimo para seguir en ella, ha de buscar otra ocupación.

            La propia Universidad de Oviedo, sometida a cientos de presiones (incluso de políticos, créanselo, quizá porque algunos ven en los estudiantes mediocres su figura hace años) ha flexibilizado el Reglamento de Permanencia el pasado curso y de los 1.300 que no pasan el listón por abajo, más de la mitad permanecen en la institución, pues han cambiado de carrera o se les ha modulado la exigencia. Aquello de igualar a todos por abajo que decíamos en el primer párrafo. Mala solución, buscar la imperfección como criterio de salvación.

            Me han dicho algunos que hay que tener en cuenta que hay gente en la Universidad que estudia y trabaja, y que por eso no cumple los requisitos mínimos. Siendo disentir, pero una persona que ocupa una plaza en nuestras aulas y no supera una asignatura anual, quizá trabaje, pero estudiar no estudia, eso es una certeza.

            Así que espero que con las elecciones al Rectorado que este marzo tendrán lugar, convirtamos nuestra Universidad en un lugar donde la gente va a formarse, donde se decida que hay que estar allí para estudiar, esforzarse y aprobar, no para ocupar una plaza que acaso otro mereciese más.

            Somos un Campus de Excelencia Internacional, y estimo que querremos seguir siéndolo, pero en los rankings de universidades a nivel mundial nunca aparecen las nuestras. Si no queremos seguir estando en el final de la cola, tendremos que decir a los alumnos que ocupan esos lugares que no se puede seguir considerándose estudiante universitario quien no haga el esfuerzo necesario para que le reconozcamos esa condición.

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Sobre el autor

Abogado y escritor. Grafólogo. Presidente de la Sociedad Asturiana de Grafología. Profesor de la Escuela de Práctica Jurídica y del Máster en Abogacía de la Universidad de Oviedo. Autor de cinco novelas publicadas y ganador de varios premios de relato. Exconcejal del Ayuntamiento de Oviedo en el período 2007-2011.


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