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Iván de Santiago González

Lecturas Voluntarias

EDUCAR EN VALORES

EDUCAR EN VALORES

 

            De mi barrio al mundo, que decía el poeta, los tiempos no son fáciles. Todos los días veo al mismo hombre hambriento sentado en la Corrada del Obispo pidiendo una ayuda para matar el hambre. Vivimos en una ciudad en un policía muerde a una persona. Es, la nuestra, una región con antiguas comarcas mineras devastadas por la pobreza y la segregación económica que conllevó una restructuración mal hecha. El país que compartimos con otros cuarenta y tantos millones de personas es a veces tan loco y cruel que se mata a mujeres por el hecho de haber amado a hombres que no las merecían y un día les dijeron adiós. Europa, la gran acogedora, la que vio cómo su gente se iba para evitar dos guerras mundiales, construye ahora muros y deja a sus puertas a niños que huyen de la guerra de sus hogares, aún incapaces de comprender porqué unos hombres pueden matar a otros. El mundo es un lugar extraño en el que el 1 % concentra la riqueza equivalente al 50 % y donde compartir es un verbo que no viene en la mayoría de los diccionarios.

El caso es que esta situación que vivimos quizá sea reversible. Me niego a pensar que la generación venidera se encuentre este páramo de convencimientos y ética que a usted y a mí nos asola en derredor. Y quizá tenga mucho que ver con la educación, en constante revisión, siempre cuestionada, pero cada día más viva. Si los maestros – qué palabra tan bonita – son capaces de insertar en esas mentes vacías de los niños que hay cosas que están bien y otras mal, que compartir es una acción natural, que perjudicar al prójimo siempre será perjudicial para uno mismo o que mentir, sin paliativos, carece de excusa alguna, quizá nos lleve pasar de hijos a nietos, pero quizá dejemos un mundo mejor.

Hoy traigo a estas páginas al COLEGIO SANTO ÁNGEL DE LA GUARDA, de esa ciudad Benemérita e Invicta. Muchos de ustedes lo conocerán. Lo extraño sería que no lo hicieran. Llevan 125 años en la ciudad, enseñando, formando, adaptándose a lo que ha cambiado el mundo en un siglo completo y un cuarto de otro.

En estos días han organizado actividades en la Campaña contra el hambre.  He leído la propuesta y me gustaría repetir sus dos primeras líneas ad pedem literae: “Nuestro colegio apuesta por la formación integral de la persona, que ayude a nuestros alumnos a desarrollar al máximo sus propios talentos, su libertad y su felicidad (…)” . Son apenas 24 palabras, pero se puede decir poco más en tan poco espacio. Si a un niño le dotamos de formación integral con libertad y felicidad, el resto de la labor que le queda será enormemente sencilla.

Colaboran en dicha campaña con Manos Unidas, una de esas organizaciones que, silenciosas, sin ruido, sin quemar contenedores ni colgarse de puentes, han dado de comer a los que lo han necesitado en estos años de penuria y han vestido a quienes no podían ir a El Corte Inglés a comprarse unos zapatos.

Y, desde el punto de vista de los niños, además de “captarles” con talleres de manicura o globoflexia – porque educar es también divertir, no descuidemos – escucharán a un misionero de esos que luchan en la infantería del hambre. Donde un trozo de carne es un sueño y un vaso de agua una realidad limitada. Y, finalmente, los pequeños, ayer cambiaron la comida de su comedor escolar por un bocadillo de tortilla.

Lo que sacaron de sus talleres (al precio de 0.50 ct) lo donarán a la campaña de Manos Unidas. Y habrá pasado el día. Y habrá existido un esfuerzo. Y los pequeños se sabrán afortunados porque todos los días tienen comida en un plato, una ducha caliente y una cama confortable. Y les habrán enseñado a valorar lo que en realidad importa, y a saber que el último juego de la WII es una fruslería sin la que se puede vivir. Que quizá con el importe de su compra puedan dar de comer a un poblado entero en Chad, o construir un pozo en Ruanda, donde los niños no conocen otro estado que el de guerra permanente.

Es muy poco y mucho al mismo tiempo. Es un bocadillo de tortilla. Tan poco para nosotros y tanto para otros. Es educación para que el mundo futuro sea distinto.

Pienso en que los educadores actuales lo van a lograr y, aunque no lo crean, me viene al rostro una sonrisa.

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Sobre el autor

Abogado y escritor. Grafólogo. Presidente de la Sociedad Asturiana de Grafología. Profesor de la Escuela de Práctica Jurídica y del Máster en Abogacía de la Universidad de Oviedo. Autor de cinco novelas publicadas y ganador de varios premios de relato. Exconcejal del Ayuntamiento de Oviedo en el período 2007-2011.


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