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Iván de Santiago González

Lecturas Voluntarias

¿QUÉ NOS ESTAMOS BEBIENDO?

¿QUÉ NOS ESTAMOS BEBIENDO?

            Imagínense ustedes que tienen una pequeña casita de vacaciones en un pueblo de la costa asturiana. De esas que ha comprado con mucho esfuerzo y que aún es de una entidad bancaria hasta que, dentro de muchos años, acabe de pagarle todo el dinero que le dejó para adquirirla. Allí se va usted los dos meses de verano (es una mera precisión temporal, no climatológica, ya saben) compatibilizando su trabajo con algún rato de asueto que le dejen sus obligaciones laborales.

Imagínense también que se ha comprado una piscina. Pequeña y coqueta, no un piscinón de ricos, que para eso no da la vida actual. Lleva 16.000 litros, pero a usted le vale para remojarse y para que los críos pasen un rato entretenido. Nada presuntuoso, pero útil.

Al llegar esto que llamamos verano, usted limpia su piscina exhaustivamente. La vacía, se mete en ella armado de cepillos y lejía, y, tras dos jornadas, la deja como una patena. Orgulloso de su trabajo, le conecta la manguera y la llena.

Fabulemos con que a la mañana siguiente, cuando la ve llena, se sorprende de que todo tiene un color marrón, tierra, que no encaja con su labor de limpieza. Investiga usted y resulta que ve que el agua está llena de barro, de un poso terreno desconocido. Solamente le queda la sorpresa y la consulta a los profesionales.

Acude entonces al servicio de aguas del municipio en cuestión, y plantea lo que le ha ocurrido, solicitando que algún técnico, ya que usted no lo es, acuda a su casa a ver la situación y lo que ha hecho mal. Los técnicos, amables y dispuestos, acuden esa misma jornada a su casa y, con la boca apretada y asentimientos cómplices, le dicen que sí, que no ha hecho nada mal, que el agua que sale es así.

Se sorprende usted y pregunta, sin querer creerlo, si ese agua es el que se beben los ciudadanos y usted mismo, cuando abre el grifo. Le informan que sí, que es lo que trae la tubería, porque el depósito que sirve a su zona tiene 60 años, no ha sido objeto de reparación y filtra tierras y barro, que luego van a la tubería, y con ello a su casa.

Se disculpan los técnicos indicando que, cada tres meses, presentan un escrito al Ayuntamiento, en su calidad de concesionarios del agua, recordando que hay que hacer obras en los depósitos y que la situación es intolerable. Reciben el silencio por respuesta, porque no hay dinero, y no es una prioridad lo que beben los ciudadanos. Siempre está el supermercado y el agua es barata.

Le indican entonces que lo máximo que pueden hacer por usted es que vacíe la piscina y la vuelva a llenar, a ver si, teniendo suerte, en ese momento la demanda de agua ha bajado y con ello arrastra menos barro, al no llegar a la parte inferior (o superior, cuestión técnica inane a estos efectos). Usted repone que no le va a hacer rico o pobre volver a llenarla, que preferiría beber agua y no tierra. Para esto, lamentablemente, no pueden darle solución.

Hemos imaginado todo esto, y nos hemos asustado, pensando en que pudiere ser cierto.

Ahora, pónganle nombre y fecha. Julio 2016. Luanco, Gozón, Asturias.

¡Y asústense de verdad!

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Sobre el autor

Abogado y escritor. Grafólogo. Presidente de la Sociedad Asturiana de Grafología. Profesor de la Escuela de Práctica Jurídica y del Máster en Abogacía de la Universidad de Oviedo. Autor de cinco novelas publicadas y ganador de varios premios de relato. Exconcejal del Ayuntamiento de Oviedo en el período 2007-2011.


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