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Iván de Santiago González

Lecturas Voluntarias

BIBLIOPLAYAS

BIBLIOPLAYAS

 

         No seré yo quien pretenda ocupar ese maravilloso espacio de “Ideas para el cambio” que cada semana nos regala con enorme espíritu positivo LUCÍA FALCÓN, pues la verdad es que lo hace de un modo inmejorable, y tiene la virtud de que todo aquello que propone desde estas páginas es algo que a todos nos apetece hacer una vez que nos lo cuenta.

            Pero sí creo que debemos, en la medida de nuestras posibilidades, destacar todo aquello que vemos que va cambiando, acaso poco a poco, y que va convirtiendo esta sociedad en algo con más futuro que pasado, con más esperanza que miedo, con más cultura que barra de bar y con más sonrisa que soledades.    

            Y en esta finalidad expuesta en el párrafo anterior, hoy les traigo a esta columna algo que conocí hace un par de veranos y que me he preocupado de seguir cada estío. Es un proyecto nacido hace ya 15 años, llamado “Biblioplayas” en el cual un grupo de individuos pretendieron – y lograron – llevar a las costas de este país que cada año lee menos, un stand temporal que hiciese las veces de biblioteca para quienes pasan el día en los arenales patrios.

            Usted llega a una playa de un lugar de vacaciones, le hacen un carnet de socio en apenas tres minutos, coge el libro que le guste, deja una fianza, y se lo lleva a la playa. Al acabar la jornada (está pensada para quien al día siguiente puede estar en otra playa) lo devuelve, se le reintegra su fianza y listo. Si al día siguiente regresa y quiere continuar, sin problema alguno.

            Esta idea, que parece tan sencilla, tiene, a mayor abundamiento, unos costes irrisorios. Quienes lo organizan, solamente le piden a los ayuntamientos que concedan la licencia de ocupación de modo gratuito o que, en su caso, se la pidan a Dirección General de Costas en su nombre, que paguen la luz del stand (dos fluorescentes) y que les hagan una mínima campaña de publicidad a la apertura (1 de julio) y les señalicen en la playa. También, si es posible, que indiquen la actividad en la página web municipal (gratuito).

            Bien, pues pese a que todo son beneficios, como habrán apreciado apenas leyendo los párrafos anteriores, el proyecto tiene muy escasa implantación. Este verano en Galicia, me contaron que habrá unas 20, pero que no todas sobreviven. Hace ya 12 años, las primeras llegaron a Sanxenxo y Bueu, pero la primera solamente duró dos años. Apenas veinte para una comunidad autónoma con tres provincias de costa es un pobre bagaje. Actualmente, la comunidad con más biblioplayas es Cataluña, que mantiene treinta y cinco en uso.

            En Asturias, apenas cuatro. Una en Ribadesella, otra en San Juan de la Arena y dos en Gijón (Poniente y Arbeyal). Triste, muy triste resultado. Cierto que tenemos algún ejemplo de bibliopiscinas, con una programación cultural envidiable, como Lena, o que hay algún autobús de biblioteca municipal que se desplaza a las playas, pero coincidirán conmigo que no es lo mismo.

            Como ven, es una cuestión sencilla en la que se puede trabajar mucho. Además, ahora, con el préstamo electrónico, ya no hace falta trasladar más que tu propio ebook y tomar prestado el libro, que puede llegar a infinitas personas.

            Solo aspiro a que, en nuestras playas, el verano que viene, los nombres que lea en las portadas sean F. Scott Fitzgerald o Dolores Redondo, y nunca Olvido Hormigos o Belén Esteban. Es una ambición humilde, no me dirán.

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Sobre el autor

Abogado y escritor. Grafólogo. Presidente de la Sociedad Asturiana de Grafología. Profesor de la Escuela de Práctica Jurídica y del Máster en Abogacía de la Universidad de Oviedo. Autor de cinco novelas publicadas y ganador de varios premios de relato. Exconcejal del Ayuntamiento de Oviedo en el período 2007-2011.


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