CARICIAS A LA CONCERTADA
He leído en estos días titulares agresivos del tipo de “hachazo a la concertada”, “golpe letal”, un nuevo “ataque furibundo” por parte del gobierno del Principado de Asturias, así que he decidido tomarme las cosas un poco menos a pecho y titular este artículo “caricias” a las concertada, aunque ustedes sabrán y verán que de caricias nada, más bien bofetones.
Conocíamos en estas fechas que el Principado de Asturias ha planteado a las escuelas concertadas el calendario de financiación que les ofrece para el próximo quinquenio, hasta el curso escolar 2022-2023. Hace tiempo que he decidido que ustedes son mucho más listos que yo y que no les agrada que nadie les pretenda crear opinión, que ustedes leen, se documentan y luego piensan lo que estiman. Esto es lo que yo pretendo facilitar: datos.
El planteamiento que se hace desde el Principado conllevaría la supresión de 32 aulas en el territorio asturiano. Un colegio de Sotrondio perdería cinco unidades, y un colegio de Ciaño tendría dos menos en primaria y otra menos en secundaria. En Gijón, el Santo Ángel de la Guarda y el San Eutiquio pierden varias aulas. En Oviedo, al Nazaret se le quitan, nada más y nada menos, que cinco aulas de infantil y una de las tres de la ESO. En total, la sangría se lleva 32.
Comparo esto con los espectáculos que vemos en alguna ocasión en que hay aulas en centros de zonas rurales que tienen dos o tres alumnos. Y que luchan por sobrevivir. Y son antieconómicas. Pero, si me preguntan a mí, tienen todo el derecho del mundo a luchar por la educación de sus hijos, y como mi dinero también financia esas aulas rurales, creo en ellas y creo que debemos mantenerlas siempre que podamos.
Pero la concertada no merece menos respeto. Los datos nos dicen que un alumno medio cuesta al Estado o a la administración responsable de la educación unos 6.000 € al año. Un alumno de la concertada solamente 2.900. Pero, a mayor abundamiento, si los alumnos de la concertada tienen algo es porque sus progenitores lo pagan o las Fundaciones que gestionan los centros lo asumen. Si los niños se mojan en los patios es porque ni se plantea que un Ayuntamiento o una comunidad autónoma les construya una pista cubierta.
Y lo que debiera ser colaboración se ha tornado en una guerra. Si a mí, alguien me ayudase con los gastos de mi casa, y educase a mis hijos, le estaría agradecido, y no pretendería sacar pecho y decir que no le necesito para nada. Y si, además, tengo un concierto firmado del año 1979, menos aún.
Pero la ideología, esa que no nos da de comer y no educa niños – o no debiera – sigue haciendo mucho daño. Si gobiernan unos intentan ahogar a la concertada, y el ejemplo lo tenemos en lo que precisamente les traslado en esta columna. Luego vendrán otros y los centros públicos dirán que nadie mira para ellos porque se trata mejor a la concertada, que pretenderá cobrarse los años de ostracismo. Y así, la rueda sigue, y nunca habrá un pacto educativo que se respete y las víctimas seguirán siendo las futuras generaciones de escolares (igual debo decir “escolinos”, dado que van a obligar a nuestros hijos a que el asturiano sea lengua vehicular, nos guste o no).
Bueno, el caso es que la concertada se acaba de llevar una nueva “caricia” a costa del dinero que se le da, y el próximo quinquenio podrá hacer menos cosas, sus centros estarán más obsoletos, las pizarras digitales tardarán, y los profesores no podrán ver subidos sus sueldos. Será una cuestión ideológica, creerán algunos, pero yo creo que es para sentirse de todo menos orgulloso.