Les confieso que soy futbolero en excedencia. O más bien en desapego progresivo. Uno, que ha crecido en las gradas del antiguo Tartiere (con algunos que ahora quieren ser alguna cosa, pero sin conocer de nada a otros y se las dan de oviedistas hasta la médula sin haber pisado aquel frío asfalto del graderío) y que ha conocido todo el norte, parte del centro y algo del Sur en autobuses que llevaban juventud y sentimiento azul, creyó algún día, en esos tiempos impúberes, que el fútbol era lo único que daba sentido a una vida. Recuerdo haber llegado en un autobús desde Génova (26 horas de penuria) y decirle a mi padre que hubiera preferido romperme un brazo que el gol que nos echó de Europa en el minuto 91. Pero claro, eran otros tiempos, era el 2 de octubre de1991. Hallovido mucho y ha llovido de todo.

            El caso es que, como les digo, voy en franca retirada. Mi fútbol se ha quedado para disfrutar de la selección española y seguir creyendo en nuestro oviedín, para algún día poder llevar a mis hijas a un partido de primera de los de verdad. Ahora, que el tiempo todo lo matiza, cada vez tenemos menos pelo, y el que nos queda empieza a coger color nevado, me he dado cuenta que el escaso tiempo libre del que uno dispone no puede destinarse a ver a unos tipos correr detrás de un balón, o que, al menos, hay que modular el tiempo que se dedica a ello. Hay mucho que ver y poca vida. Cada día, un día menos.

            Así que viendo desde la objetividad el nuevo capricho de Florentino, a uno la realidad se le dibuja tremendamente obscena. Quiere gastarse cien millones de euros en fichar a un tipo inglés, de apellido Bale, para saciar el hambre de copas (qué bonita metáfora) de sus seguidores.

            Y, esto, en los tiempos que atravesamos, es una sandez, una grosería, una obscenidad y algo que alguien debería prohibir. Cierto que son una sociedad anónima, que hacen con su dinero lo que estiman, que lo tienen y pueden gastárselo y todo lo que me quieran decir.

            Pero el FMI dicen que hay que bajar los salarios un 10 % para salir de este agujero negro en el que ya llevamos cinco años ( y habrá que hacerlo, porque nos merecemos salir) y los sueldos medios españoles han bajado de los 900 €. Y con cien millones de euros se pueden hacer cuatro hospitales de modernos quirófanos, comprar 4000 coches de bomberos, pagar la mitad de los gastos del presupuesto anual del Ayuntamiento de Oviedo o salvar el CSIC, donde setecientos investigadores de vanguardia (sí, esos que nos salvan del cáncer, o evitan que nos matemos en nuestros coches, o que la comida que nos dan nos acabe destrozando) están pendientes solamente de recaudar 75 millones para poder seguir trabajando.

            Ya lo sabe Florentino. Puede pagar la deuda sanitaria de la comunidad valenciana, crear 4 hospitales y ponerle el nombre de su equipo, o salvar el CSIC y que a partir de ahora se llame Centro de investigación Real Madrid, si quiere. Aún le sobran 25 para sus estúpidos fichajes. Pero no puede ni debe tirar 100 millones de euros un tipo que puede lesionarse a los cinco minutos, o que, a lo sumo, dará diez minutos de gloria a tipos locos que, como yo en su día, creen que el fútbol lo es todo.

            El fútbol no es nada más que un entretenimiento. La madurez te enseña a distinguir lo fútil y lo real. El que no lo ha aprendido, es porque aún no ha alcanzado esa madurez.

            La verdadera lástima es que muchos de los que aún no lo han aprendido son directivos de clubes de primera división.