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Iván de Santiago González

Lecturas Voluntarias

AUTÉNTICOS BROTES VERDES

Acabo de regresar de vacaciones estivales, y la verdad, me he recorrido media España. Lejos quedan ahora aquellos viajes en que uno recorría el mundo sin criterio, con una maleta y muchos aviones de por medio. Eran otros tiempos, todos teníamos más en el bolsillo, y en mi caso, no tenía dos pequeñas de cinco y tres, que todo lo matizan.

 

            Bueno, el caso es que he estado en Andalucía, y he visto Cabo de Gata a tope. Desde allí les escribí la historia del Algarrobico, pero en la playa de Monsul no había sitio para comer, en la de los Genoveses no se podía tirar la toalla, en Aguamarga uno esperaba veinte minutos por una botella de agua (que luego pagaba a 2 € del ala, pero eso aparte). EnLa Garrucha, concejo limítrofe con Mojácar, un miércoles a la noche, y con una oferta de restauración increíble, para cenar, había que esperar una hora. Y te echaban sin café, con el viejo truco de la máquina estropeada, porque cuando te levantaban a ti, a eso de las 12.30, empezaba otro turno.

 

            El centro de Andalucía, a tope, y en el mismísimo Jaén, con unos 180 º de temperatura, era difícil encontrar hotel. Y en Toledo, pese a que a medio día no se podía salir a la calle, completos los hoteles y los restaurantes sin vacantes.

 

            De ahí a Galicia, y en Rias Bajas, sinceramente, el desmadre. Cierto que la pasada semana era de fiesta en toda España, que si no había gente ahora, cuándo la iba a haber …y todo eso. Pero resulta que este país tiene un 24 % de paro y quien no lo está pasando mal, que son pocos, tiene un hermano, un cuñado, un padre o un amigo, que no llega a fin de mes. Y en Sanxenxo se servía marisco como si fueran cacahuetes. Y en Oviedo, con la exposición dela SábanaSanta, me fui viendo turistas y regreso y aquí siguen.

 

            Por eso me extrañó, y por eso me encantó, sobre todo, ver el turismo de España a tope. Porque eso quiere decir que la cosa mejora. Esto son auténticos brotes verdes y no palabras de ministras que mejor están en el olvido. Que uno recorra España de cabo a rabo y vea compatriotas de vacaciones, que salen a comer y a cenar, que toman cerveza en las playas, que se gastan sus dineros en mojitos, que pagan en los museos y catedrales por conocer otra España diversa a la suya.

 

            No sé si vamos mejor, aunque cada mañana me levanto pensando en ello, y me acuesto para soñarlo. Lo que sí sé es que nos lo merecemos y que, al menos, por lo que he visto este verano, hemos asumido que debemos creer en nosotros mismos y en nuestros vecinos. Y que la única forma es seguir trabajando, y salir de vacaciones y confiar, porque sin fe, nada será posible.

 

            Eso son síntomas claros. Las playas, las montañas, los cinco estrellas, los rurales  y los campings llenos. Y la gente sonriente y con esperanza. Eso es el principio del fin del infierno.

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Sobre el autor

Abogado y escritor. Grafólogo. Presidente de la Sociedad Asturiana de Grafología. Profesor de la Escuela de Práctica Jurídica y del Máster en Abogacía de la Universidad de Oviedo. Autor de cinco novelas publicadas y ganador de varios premios de relato. Exconcejal del Ayuntamiento de Oviedo en el período 2007-2011.


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