En estas mismas páginas no he perdido oportunidad ni me he ahorrado palabras para calificar los desmanes de la banca. De, al menos una gran parte, porque son pocos los que se escapan de las tropelías cometidas. Así, vendieron preferentes a ancianos que firmaban ser expertos inversores y conocer y dominar los productos de alto riesgo, transformarlas después en subordinadas para evitar que te quemen la sucursal y, finalmente, explicarles que, donde te quise te quise, pero ahora ya no te quiero, y que de su dinero hay poco, casi nada, pero no es culpa nuestra, son esos monstruos llamados los mercados, que todo lo devoran.
Así que se merecen lo que les pase, sinceramente. Pero tengo claro que ellos nunca pierden, pero también entiendo que se les haya dado el alivio económico necesario. Sin ellos, el sistema no funciona. Es como quien odia a su pareja, pero no puede vivir sin ella. No obstante debemos estar mejor que antes, porque España ya ha contribuido a los rescates de otros países con más dinero del que recibió nuestra banca.
Bueno, a lo que íbamos, que uno venía a dejar un piropo y acaba discutiendo con la homenajeada. El caso es que, como ya les he contado, viajo a Italia por motivos laborales una vez al mes. Hace un par de meses, en Verona, llevaba a unos amigos a conocer la famosa casa de Romeo y Julieta, donde se miraban desde la ventana y se besaban sin tocarse. Ya saben, el drama de Capuletos y Montescos.
Pues esa casa, que ya tiene unos siglos, se caía. Resulta que su estructura estaba muy dañada, porque varios millones de personas pasamos por allí cada año, pisamos su patio (sí venga, y ponemos el candado con el nombre de la amada, lo reconocemos) y con el trajín le auguraban dos años para su cierre. Había que hacer una cuestación popular, porque el “comune”, es decir, el Ayuntamiento de Verona, ya no tiene ni para las nóminas. Pero la cuestación fue insuficiente, y se anunció que se permitía el acceso durante 2013 y 2014, pero que esto se acababa, por motivos de seguridad.
Ante tal tesitura,la Bancadi Roma pagó la obra. Dijo que se reparara, que le pasaran la factura y que nadie puede permitir que el templo del amor se desplome y quedarse sentado.
Pero no hace falta ir tan lejos. Este fin de semana, las plazas de Oviedo han vibrado con eso que se llama “la Caja de los juegos” . En lugares céntricos, con el sol regalando estos rayos a los que ahora nos tiene acostumbrados, cientos de niños disfrutaban como lo que son, como enanos. Pintaban, saltaban en colchonetas, aprendían a jugar a la rana, al cubo, a los autos de choque …
Y eso lo organiza Cajastur. Igual que les hemos dado sin rubor, también hay que enorgullecerse de que se gasten nuestros dineros en esta maravilla. La obra social y cultural de la entidad, que he conocido de cerca, es un ejemplo de trabajo en áreas de las que no se recupera dinero, de las que se gasta porquela Cajatiene entre sus fines precisamente la de promocionar cultura y actividad social, devolviendo a los asturianos algo de lo mucho que le dan.
Y, con actuaciones como esta lo realiza sin duda. Solo hace falta ver a una niña rubia que yo miraba el domingo, con la cara pintada de azul, como un ultra del Real Oviedo, un bolígrafo en una mano y una gorra en la otra. Eran sus tesoros, y eran gratis, palabra cuyo significado tendrá tan difícil explicación para su generación.