Ha pasado la semana de los Premios Príncipe de Asturias, y con ellos se nos ha ido el glamour que viste nuestra ciudad de gloria. Ese glamour que nos permite olvidarnos, acaso por unos días, del amargo sabor de la realidad diaria, esa que ahora tenemos que volver a paladear cada mañana.
Así que ahora nos toca volver a insuflarnos la fuerza que precisamos cada día de este gris otoño para salir de casa. Y, a mayor abundamiento, nos quitan una hora del reloj. Juro que he intentado comprender el motivo de dicho retraso, pero no lo logro, pese a que cada año escruto con interés las noticias en prensa y televisión que lo explican detalladamente. Resulta que aprovechamos mejor la luz del sol, o eso dicen.
Pero resulta que a las 8 de la tarde yo salgo de trabajar de noche cerrada y desde las seis y media tengo la luz artificial encendida, porque si no es imposible que lea una demanda o que vea el rostro del cliente que tengo delante. Eso sí, según dicen, a las seis de la mañana ha amanecido. ¿ Y para qué?. ¿Para los panaderos y barrenderos y vigilantes, o el escaso sector de población que tiene la desgracia de tener que madrugar con denuedo?. Sinceramente, para quien tiene que estar trabajando a las seis de la mañana, todos los días, no hay consuelo posible. Y le da absolutamente igual que sea de día o de noche. Son las seis de la mañana !Por Dios!. Todo lo que no sea estar durmiendo es antinatura.
Pues eso, que superado, por rendición de la masa que conformamos los ciudadanos, que no entendemos porqué nos cambian la hora pero lo asumimos con resignación peregrina, nos queda ahora la época del año más dura para todos. Decía mi abuelo, que en paz descanse, cuando se le preguntaba por el mes de noviembre, que qué se podía esperar de un mes que empezaba con el día de los muertos. Y la verdad es que poco tiene noviembre de bonito. Desde este fin de semana en que nos quitan un poquito de luz, y con ello un poquito de vida, hasta que llegue la Navidad a iluminarnos con la sonrisa de los niños y con ello provocar la nuestra, solamente nos queda un vagar mensual, que solamente deseamos transcurra sin incidentes.
Pero frente a todo, frente al horrible mes que enfrentamos en apenas tres días, y la realidad macabra en la que ERE, despido, desempleo, precariedad, o penuria son palabras de nuestro vocabulario diario, solamente queda recomendar el espíritu positivo de que todos los días amanece (recuerden, muy pronto, lo dicen los que saben) y nosotros estamos aquí para contarlo. En esa moda de correr que he asumido hace aproximadamente un año y sobre la que ya hemos hablado en ocasiones anteriores, el pasado domingo a eso de las 7 de la tarde, cuando se acababa la luz del sol, decidí salir a correr y en esta ocasión, al contrario de otras, me fui al centro. He de decirles que recorrer el centro de una ciudad con doce siglos de historia, llevar tu cuerpo con la única fuerza de tus piernas junto a la Catedral, San Isidoro, el Tránsito de Santa Bárbara, y acabar recorriendo Paraíso junto a la muralla, mientras el cielo se pone rojizo con una estampa de Otoño de película, es un lujo que no podemos dejar pasar.
Y esas son las cosas que tenemos y no valoramos. Y las que hacen que siga siendo maravilloso habitar esta Vetusta ciudad que nos acoge. Y levantarse con ánimo, aunque sea para enfrentar noviembre, con menos luz y sin Premios Príncipe.
Tengo un cliente que tiene 75 años, ha atravesado dos cánceres y sigue trabajando, no por necesidad, sino por vocación. Nunca le he visto enfadado. Jamás nervioso. Siempre dice que no vale para nada enfadarse o preocuparse. Quizá ese sea el remedio. Quizá nos merezcamos más paseos y menos enfados.
Y Fernando Alonso no ha ganado el mundial una vez más, pero ni a usted ni a mí eso nos va a solucionar ningún problema. Y basta con leer EL COMERCIO del pasado domingo para saber que algo tenemos que no tienen los demás. !No estamos en concurso de acreedores, al menos de momento!