El Ayuntamiento de Oviedo estudia sancionar a la empresa concesionaria de los comedores escolares por supuestas irregularidades en el servicio que prestan. Las quejas van desde un descenso de calidad en los menús ofertados, pasando por su escasa variedad y, finalmente, menos cuidadoras con los alumnos de las establecidas en contrato.
Mi madre siempre dice que con la comida no se juega, y con la de los niños menos aún. Los padres pagamos religiosamente los comedores, al precio que nos piden, nos guste o no, porque, afortunadamente, estamos trabajando en el momento en que nuestros hijos comen en el cole. Y no exigimos exquisiteces, sino comida variada y equilibrada, conforme los expertos ordenan en críos que deben estar correctamente alimentados en época de crecimiento. Nada extraordinario, pero sí aquello que todos pagamos y que los niños merecen.
En el colegio de mis hijas, que acuden al comedor, se nos remite un cuadro de menús de lo que van a comer cada mes. Eso sirve para conocer que están bien alimentados y para variar su alimentación en los hogares. Es sencillo. Uno es concesionario municipal y asume unas obligaciones. No me vale, a estos efectos, disculpa alguna. Que si la crisis, que si los ajustes, que si la abuela fuma, que si el televisor se ve con rayas …
De eso nada, señores. Nuestros niños tienen derecho a comer correctamente. Para eso se los confiamos. Para que coman como en casa, que diría una buena campaña publicitaria. Y quien no esté en condiciones de prestar un servicio idóneo, que renuncie al contrato, que hay muchas flores en el campo y siempre habrá una dispuesta a cumplir con lo que la ley y el pliego de la concesión establezca.
Tuve la experiencia personal de sancionar a esta empresa siendo Concejal del Ayuntamiento de Oviedo. En aquella ocasión, la casualidad y la escasa diligencia se unieron para que en el menú de un niño alérgico a la lactosa la hubiera a raudales. Ahora, que conozco de cerca la celiaquía y otras afecciones alimenticias, valoro más la responsabilidad que ha de tenerse al efecto. Pero en aquella, en que no tenía un conocimiento tan directo, sí tenía el conocimiento de la ley y el pliego de condiciones delante, y pese a que era el primer día del curso, con las consiguientes disfunciones inherentes al debut, no me tembló la mano para sancionarles.
Ahora, de ser cierto lo que narran las denuncias, la cosa sería más grave. Vendría a ser que los problemas de las crisis de balances y cuentas de pérdidas y ganancias se han trasladado a los comedores, y eso es intolerable. Y si no es cierto, me alegraría un montón, porque un toque de atención no le viene mal a nadie y seguro que todos podemos mejorar en lo que hacemos. En el caso de los comedores escolares, hacerlo con mayor variedad, mayor calidad y mayor esmero.
Nos jugamos demasiado para perdernos en especulaciones. No cabe siquiera la duda. Ha de acreditarse por el concesionario que se cumple como se ha prometido. De ser así, no lo duden, tendrán unas líneas de reconocimiento por mi parte, alegrándome de equivocarme (si el oxímoron es tolerable) porque no se lincha a nadie sin escucharle ni permitirle defenderse, e incluso corregir sus errores.
Pero si no es así y las denuncias son ciertas, no hay dinero suficiente en sanciones para pagar un niño que pase hambre o pueda pasar un mal rato si se atraganta y no hay una cuidadora a su lado.
La crisis para pocas cosas ha servido, pero sí para barrer la incompetencia del mercado libre. Quien pueda cumplir, que lo demuestre cada día. Y quien no pueda hacerlo, que deje paso a otros. Con la comida no se juega, y con los niños menos aún.