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Iván de Santiago González

Lecturas Voluntarias

MENORES Y CRIMINALES EN LA NOCHE OVETENSE

La noche es un territorio hostil que habitan criaturas extrañas. Este postulado vale del mismo modo para el inicio de un relato de terror que la para la crónica de una noche de juerga.

Uno que, a fuerza de cumplir años se vuelve obligatoriamente más diurno, de vez en cuando acomete una incursión en esa fauna hostil que puebla la madrugada de nuestra ciudad. El pasado sábado, con ocasión de una cena con amigos, y pese a que la lluvia invitaba a volverse a casa, uno se dilató, acaso someramente, en la compañía de quien hace tiempo que no ve.

Entramos en un establecimiento que visitamos en esas esporádicas ocasiones en que la noche cuenta con nuestra presencia y mi primera sorpresa fue una pareja con un niño, de no más de seis meses, arrullado por su padre mientras tomaba una cerveza con otros individuos. Eran las tres de la mañana. Hay muchos sitios donde puede estar un niño a esa hora, pero ninguno de los que se me ocurren eran aquel bar.

La noche se presentaba extraña, pero cuál no lo es. Pero lo mejor, o lo peor, aún estaba por llegar. Un amigo mío compartía charla con unos chicos y chicas a los que me presentó. En esos hilos mágicos que teje la noche, me sorprendí charlando de política con un chaval de habla pausada y modales adecuados.

Averigüé entonces que era concejal de Bildu en un pueblo vasco en el que gobiernan con siete de nueve concejales posibles. Le interesó mi condición de excargo público del PP y miembro de su ejecutiva y me informó de que su padre había salido de prisión hacía menos de un año, condenado a seis por colaboración con banda armada. A la segunda copa, y sin perder la mesura ni la tranquilidad en un discurso que se me tornaba cada vez más extraño, comenzó a introducir esas expresiones del pueblo vasco oprimido y el Estado Español asesino que me dejaron de gustar. Pero había que reconocerle que lo decía con fe y sin artificios, y por eso le respeté. Le trasladé que estamos en polos opuestos, pero que yo entiendo todo, que soy un demócrata y que por eso mi mayor alegría era el abandono de la lucha armada.

Ahí fue cuando me espetó que había muchos en el mundo abertzale, entre los que se incluía, que seguían creyendo que la lucha armada era la única solución contra un Estado que les oprime y les impide vivir. Inicialmente pensé que bromeaba, acaso llevado por la tranquilidad con que me decía aquellas infamias. La conversación terminó cuando le pregunté si él, sin conocerme de nada, sería capaz de pegarme un tiro por el simple hecho de ser militante y miembro del Comité Ejecutivo del Partido Popular. Me miró fijamente y me dijo: “Yo no te he pegado un tiro a ti porque nunca me lo han ordenado. Si lo hicieran, mañana mismo”.

Se me erizó la piel. Dejé mi copa en la barra, recogí mi abrigo y me fui. Ni siquiera le di la mano. No la merecía. Era, simplemente, un asesino que, en ese momento no tenía un arma ni una orden. En caso contrario, quizá yo no estuviera escribiéndoles hoy. Mi delito era opinar diferente a ese bastardo.

El tipo en cuestión gobierna en un ayuntamiento con mayoría absoluta. Con nuestro dinero le pagamos el sueldo, le damos el padrón de habitantes, y viven de nosotros, preparándose únicamente, según me dijo “para tiempos mejores que la pantomima democrática”.

            Sinceramente, algo estamos haciendo muy mal. A veces el enemigo tiene otras normas, y abusa de las nuestras. Ojalá nunca más tengamos que arrepentirnos de seguir respetando la ley.

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Sobre el autor

Abogado y escritor. Grafólogo. Presidente de la Sociedad Asturiana de Grafología. Profesor de la Escuela de Práctica Jurídica y del Máster en Abogacía de la Universidad de Oviedo. Autor de cinco novelas publicadas y ganador de varios premios de relato. Exconcejal del Ayuntamiento de Oviedo en el período 2007-2011.


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